Charlotte Cooper, primera campeona olímpica de la historia en Perís 1900. Foto: Getty Images.
Por: Víctor Joaquín Ortega
No se conformó: en dobles mixtos conquista otro máximo galardón. Para dolor de los machistas se programó el golf entre las muchachas, donde consiguió la victoria Margaret Abbot, de Estados Unidos. Benditas sean: abrieron el camino a una verdadera justa bajo los cinco aros.
Quede claro, representaban a países desarrollados y en disciplinas amarradas al privilegio. También todas sus rivales eran “de los de arriba”.
Faltaba bastante tiempo para la aparición de las titulares provenientes del llamado mundo en vías de desarrollo, incluso su abordaje como competidoras. Sería una espera muy larga para el ascenso dorado conquistado al fin, por la jabalinista cubana María Caridad Colón, en Moscú 1980.
Pero siempre hubo mujeres capaces de batirse contra los obstáculos materiales y espirituales que las vedaban de dicha alegría, sobre todo después del tibio arribo de la natación y el clavados (Estocolmo 1912), así como el atletismo (Ámsterdam 1928) se enriquecieron las posibilidades.
Pese a eso, las de abajo, entre ellas las nacidas en Nuestra América, debían filtrarse por las ventanas. ¿Cómo no rendirlas tributos a esas heroínas? En este humilde escrito las recordaré y abordaré mucho más allá. En San Luis 1904 y Londres 1908 nos fuimos en blanco, mientras Estados Unidos, en primer lugar, y Canadá, vigorizaron sus pasos.
En la programación náutica de Amberes 1920, las estadounidenses llegaban a zancadas con la nadadora Bleibtrey varias veces vencedora, hasta con el adiós al récord mundial en los 100 estilo libre (1:13.6 minutos) y Riggin, la dorada trampolinista.
Hubo bronce en patinaje artístico por medio de Weld. Buena cosecha mantenida en la piscina de París 1924 y por sus tenistas: tres de oro. Ninguna de nuestro subcontinente siquiera se asomó. Tampoco en el debut del campo y pista hicieron diana, lo cual se repitió en las citas de 1932 y 1936.
Llegarán más lauros para América y en particular colgadas al cuello de mujeres de Latinoamérica. No se impaciente.
Continuará…
Quede claro, representaban a países desarrollados y en disciplinas amarradas al privilegio. También todas sus rivales eran “de los de arriba”.
Faltaba bastante tiempo para la aparición de las titulares provenientes del llamado mundo en vías de desarrollo, incluso su abordaje como competidoras. Sería una espera muy larga para el ascenso dorado conquistado al fin, por la jabalinista cubana María Caridad Colón, en Moscú 1980.
Pero siempre hubo mujeres capaces de batirse contra los obstáculos materiales y espirituales que las vedaban de dicha alegría, sobre todo después del tibio arribo de la natación y el clavados (Estocolmo 1912), así como el atletismo (Ámsterdam 1928) se enriquecieron las posibilidades.
Pese a eso, las de abajo, entre ellas las nacidas en Nuestra América, debían filtrarse por las ventanas. ¿Cómo no rendirlas tributos a esas heroínas? En este humilde escrito las recordaré y abordaré mucho más allá. En San Luis 1904 y Londres 1908 nos fuimos en blanco, mientras Estados Unidos, en primer lugar, y Canadá, vigorizaron sus pasos.
En la programación náutica de Amberes 1920, las estadounidenses llegaban a zancadas con la nadadora Bleibtrey varias veces vencedora, hasta con el adiós al récord mundial en los 100 estilo libre (1:13.6 minutos) y Riggin, la dorada trampolinista.
Hubo bronce en patinaje artístico por medio de Weld. Buena cosecha mantenida en la piscina de París 1924 y por sus tenistas: tres de oro. Ninguna de nuestro subcontinente siquiera se asomó. Tampoco en el debut del campo y pista hicieron diana, lo cual se repitió en las citas de 1932 y 1936.
Llegarán más lauros para América y en particular colgadas al cuello de mujeres de Latinoamérica. No se impaciente.
Continuará…
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