Diseño: Alejandro Castro |
Por: Leydis Luisa Mitjans
A principios de mes el mundo volvió a escuchar hablar sobre las vacunas cubanas anti COVID-19. Next pandemic, let Cuba vaccinate the world, titular de un texto publicado por The Washington Post, rápidamente reavivó el viejo debate sobre la efectividad de los fármacos nacionales.
De camino a mi segunda dosis de refuerzo, con el primer ciclo de tres hace tiempo concluido, y dos años después de que las máximas autoridades gubernamentales reconocieran públicamente lo que The Washington Post también destacó: Cuba no tenÃa dinero para comprar vacunas; asà que debÃa producirlas; sigo creyendo en las mujeres y los hombres que las hicieron posible.
Verena Muzio, Mónica Bequet, Diamilé González, LÃan Trimiño. La lista, inmensa, es pequeña ante lo hecho. Y qué privilegio, en un mundo donde rara vez la industria de medicamentos tiene sus rostros visibles, saber quienes están detrás de SOBERANA 02, SOBERANA Plus y ABDALA.
"Cuba desarrolló y produjo la primera vacuna anticovid en América Latina. Fue el primer paÃs en inmunizar a su población pediátrica entre dos y 18 años y ello marcó un hito no solo para la nación del Caribe, sino para el mundo".
Sin embargo, los hitos en ese sentido no son precisamente nuevos en la Mayor de las Antillas. Cuba ha producido más de 10 vacunas desde el año 1980. De hecho, la vacuna contra el meningococo B y C fue la primera en el mundo eficaz contra el meningococo del serogrupo B (causante de la meningitis B), con una eficacia de 83 por ciento.
Con estos antecedentes, con resultados cientÃficos que antes y ahora demuestran la experiencia de quienes hacen vacunas aquÃ, no pocos -con todo el derecho que les asiste- siguen dudando. Mientras, la atención primaria de salud continúa con las dosis de refuerzo.
LLHM