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Juan Carlos Borjas. Grupo Guijarro. Consejo Nacional de Casas de Cultura, 2010. Foto: UNESCO |
Por: Leonel José Pérez Peña
El Punto Cubano, patrimonio cultural inmaterial de la humanidad otorgado por las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (UNESCO) en el 2017 es, por sobre todas las cosas, tradición viva que, por su supervivencia, enriquece la cultura cubana y constituye la primera manifestación musical, cantable y bailable surgida de la derivación directa del zapateo español en los primeros años de la conquista.
No es un folclor que pertenezca a una etnia o extracto social de terminado, es genuina expresión de lo nacional, identidad de lo cubano y en medio de la modernidad, gana espacios citadinos, alimentándose cada vez, con nuevas generaciones de cultores altamente calificados.
Las casas de la décima se extienden por todo el país, como institución cultural encaminada a la salvaguarda de la calificada estrofa nacional por José Fornaris, en sus dos vertientes principales vertientes: la oral y la escrita, afán en el niños y jóvenes manifiestan interés por aprender las complejas técnicas de la improvisación y el dominio interpretativo del amplio cancionero de tonadas, con lo que se enrique una tradición que comenzó en el período de la conquista española.
Comprender las esencias del Punto Cubano
Para comprender las esencias del Punto Cubano, necesariamente hay que hurgar en el conglomerado humano que se asienta en la isla, luego del descubrimiento y en los primeros años de la conquista; ahí está ese fermento esencial del entramado de la cultura cubana. Para vislumbrar cuánto aportó y aporta al concepto de nacionalidad, es indispensable percibir que el repentismo fue la primera manifestación musical y textual auténticamente cubana, surgida de ese proceso de transculturación ocurrida durante el largo período del descubrimiento y coloniaje español.
Su génesis proviene del amplio cancionero español traído por los conquistadores, que a la vez fue síntesis de viejas maneras mediterráneas de cantar y del decir versificado, a lo que tanto contribuyó la cultura árabe.
La décima no llegó a Cuba con el encuentro de las dos culturas en 1492, porque aún su estructura no se había popularizado en Europa. Los conquistadores trajeron consigo villanelas, villancicos, cantares, romances y coplas: todas cantables, sentando las bases del viejo patrimonio melódico que han conservado y enriquecido nuestros campesinos.
Pronto estos modelos peninsulares de interpretar y versificar sufren cambios bajo las nuevas condiciones de vida en la Isla. Aquél coplero que respondía a las circunstancias del pueblo español, buscó el suceso local y se acomodó a las nuevas relaciones sociales, independizándose cada vez más de las formas y estilos peninsulares, hasta convertir la copla española en la cuarteta criolla, para inspirar por su aire, por su tonada creada en Cuba , y se popularizó a tal punto que adquirió la dimensión de folclórica, y por ende, fundamento del Punto Cubano y de otras formas musicales y literarias posteriormente escogidas para la expresión poética.
En ella se encierran el gracejo y la sabiduría del criollo y, como viene de y va al canto, su redondez y musicalidad facilitan la memorización, lo que permite el canturreo en plena faena. Está presente en distintas formas del lenguaje popular, y adquirió universalidad cuando el Héroe Nacional, José Martí, la escogió no precisamente la cuarteta, sino la redondilla para entregarle al mundo sus Versos Sencillos:
Yo sé de un pesar profundo
entre las penas sin nombres:
¡la esclavitud de los hombres
es la gran pena del mundo!
Con esta tradición de narrar y vocalizar en versos octosílabos, al pueblo cubano como al español le resultó fácil asimilar la estructura de la décima, que llega al país, según Adolfo Menéndez Alberdi, en el siglo XVIII. Los poetas de la ciudad generalmente sacerdotes, médicos, etc. que la recibieron (suponemos) por la vía culta del libro, muestran a los hombres de la tierra esta forma de composición, cuyo artificio y resonancia pronto les resultaría familiar.
El Indio Naborí, en Décima y Folclor, no ofrece una fecha exacta de la introducción de la espinela en Cuba, y sí abunda en el proceso de familiarización de los campesinos con la nueva estructura, mediante la labor que realizó la iglesia con la estrofa desde su llegada a la Isla, “como arte asequible al pueblo para divulgar las ideas religiosas. Todo parece indicar que los campesinos distantes de las iglesias convertían, en aquellos días de los santos de su devoción, sus casas en rústicos templos, levantando un altar que adornaban con velas y flores silvestres, en torno al cual se cantaban décimas religiosas al principio, y más adelante, décimas profanas, mientras se bebía, se comía, se bailaba y, por supuesto, se enamoraba”.
Muy significativo es el hecho de que la composición poética más antigua de nuestro país: Espejo de paciencia (1604), está escrita no precisamente en décimas y sí en estrofas destinadas al canto, lo que constituye muestra elocuente de que para entonces se cantaban sucesos locales, elemento que permite aseverar, que el rápido arraigo de la espinela no responde a la difusión literaria, sino al canto, a la oralidad; camino desbrozado por la cuarteta folclórica cubana, como asegura Samuel Feijóo en Cuarteta y Décima.
Sánchez de Fuentes dice que el Punto Cubano, derivación del zapateo y de la décima, constituyó la actividad musical por excelencia de nuestros campos. Ya en las últimas décadas del siglo XIX en las ciudades del interior y en la capital, comienza a alternar con la contradanza y los bailes españoles. (Téngase en cuenta esta afirmación, la cual permitemediante métodos empíricamente asumir que los dos géneros, o más bien complejo del Punto Cubano y las Contradanzas constituyen la base del actual panorama musical nacional. Por una parte, el Punto Cubano es la primerísima manifestación musical, cantable, bailable y textual que en su amplio proceso evolutivo aporta al surgimiento de nuevas formas y géneros musicales, tales como el montuno, la guaracha, el changüí, al sucu-sucu y el son. Las Contradanzas evolucionan y da origen al Danzón y éste se enriquece al incorporársele el son, propiciando el surgimiento de nuevos ritmos: danzonete, mambo, chachachá y contemporáneamente se perciben ambos complejos en las fusiones, en las que prevalecen las células rítmicas y melódicas que enriquecen el espectro musical cubano).
La estrofa se cubaniza, gracias a los aportes del movimiento literario del siboneísmo y criollismo, por su redondez, singularidad y belleza, movimientos en los cuales Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, logra una profusa producción de alto quilate, contribuyendo a la formación del sentimiento a hacía los nacional con su libro Rumores del Hórmigo, primero en El Fanal, Camagüey, en 1845, y luego en la Imprenta El tiempo, La Habana, 1857. Aquí no solo le canta a la rica flora y fauna, sino que usa la estrofa como parábola política y, de hecho se convierte en uno de los padres forjadores de lo cubano, al estimular con su obra la pasión por la independencia de la colonia. Recuérdese entre estas obras que contribuyeron a la conformación de lo autóctono, su poema Hatuey y Guarina:
Tolera y sufre, bien mío,
De tu fortuna el azar,
Pues también sufro al dejar
Las riberas de tu río.
Siento dejar tu bohío,
Silvestre flor de Birama,
Y aunque mi pecho te ama,
Tengo que ser ¡oh dolor!
Sordo a la voz del amor,
Porque la patria me llama.
Nótese que durante las guerras por la emancipación, mambises y gente de pueblo repetían versos de El Cucalambé; en ellos está el clamor a la patria y a su independencia;
¡Oh mi hogar! Yo te saludo
Yo te ensalzo y te bendigo,
Porque en ti seguro abrigo
Hallar mi familia pudo.
Ojalá el destino crudo
Me niegue golpes impíos,
Y goce yo entre los míos
De vida apacible y larga,
Sin beber el «agua amarga
De los extranjeros ríos».
o sencillamente, componían los propios reafirmando la existencia de una estrofa nacional sustentada en diversos factores humanos y espirituales de la cubanidad.
Con la inmigración, fundamentalmente de canarios, que se establecen en distintas partes del país, desde los primeros años del siglo XX se produce una nueva inyección de elementos hispánicos, produciéndose un españolismo pintoresco, convencional, muy bien aprovechado por las clases dominantes, que lo convierten en un movimiento de guajirismo para «blanquear» la sociedad cubana y ocultar el bochorno de la pasada esclavitud negra.
Con el desarrollo de la industria discográfica y la introducción en Cuba de la radio, en 1922, la difusión del repentismo y su amplia diversidad de estilos devienen condimento fundamental en los productos que ambos medios expanden a toda Iberoamérica. En este proceso trascienden los más talentosos exponentes, entre ellos Jesús Orta Ruiz, El Indio Naborí, cuyo alcance va mucho más allá del cantor para convertirse, también desde lo teórico, en el refundidor de la estrofa como esencia de lo popular en la cultura cubana, e ingresarla con renovados vigores a las letras, para enseñorearse de lo nacional.
Cultivo de la música "guajira"
Este movimiento, inevitablemente, provocó un auge en el cultivo de la música «guajira» en sentido general, y en particular, la improvisación y el desarrollo de una gran variedad de tonadas al perfeccionarse el acompañamiento del punto con el laúd y sus posibilidades de ejecución, más las aportaciones rítmicas de lo africano, lo melódico de lo español y el vigor de lo cubano, ya en un formato grupal diferente conocido como conjunto. En cambio, el zapateo comienza a perder presencia, mientras se acentúan las diversas formas estilísticas de interpretación en distintas localidades, permitiendo el surgimiento de gran diversidad de tonadas, herencia que se atesora como la más rica tradición de los cantos campesinos.
En el Punto Cubano tal cual se conoce hoy confluyen, de forma indivisible, varias manifestaciones artísticas que conforman un todo en forma de mosaico o performance, donde el lenguaje corporal, la voz, dicción, afinación, tonalidad, ritmo, melodía, métrica, lógica e interpretación, le confieren al acto de improvisar una exclusividad de alto placer estético.
Es así como el repentismo, mediante complejas técnicas improvisadoras, se forjó su propia estética, dando lugar a una diversidad de formas y estilos comúnmente conocidos como controversias, disertaciones y diálogos poéticos, enriqueciendo la identidad cultural cubana contemporánea.