El héroe del sombrero alón vive en el corazón de Cuba

Foto: Archivo Tribuna de La Habana 

Por: Lien Martí Rodríguez 

La noticia de la pérdida física del Comandante Camilo Cienfuegos, aunque ocurrida hace décadas, sigue resonando con fuerza en el alma de nuestra nación. Hoy recordamos al joven de sonrisa amplia y sombrero alón, cuya figura se convirtió en símbolo de valentía, humildad y compromiso revolucionario.

Camilo no fue solo un combatiente excepcional; fue un hombre del pueblo, cercano, espontáneo, querido por todos. Su carisma natural y su entrega sin límites lo hicieron destacar entre los barbudos de la Sierra Maestra, y su impronta quedó marcada en cada rincón por donde pasó. Su desaparición física, aquel 28 de octubre de 1959, dejó un vacío profundo, pero también sembró una semilla de inspiración que ha germinado en generaciones enteras.

Hoy, los jóvenes lo miran como un referente. No por imposición, sino por convicción. Porque en Camilo ven al cubano auténtico, al revolucionario alegre, al líder que no necesitaba discursos grandilocuentes para movilizar corazones. Su legado no se mide en monumentos, sino en la memoria viva de quienes lo conocieron y de quienes, sin haberlo visto, lo sienten parte de su identidad.

Cada flor lanzada al mar en su honor es más que un gesto: es una promesa de continuar su camino, de defender los valores que él encarnó, de mantener viva la llama de la justicia y la dignidad. Camilo Cienfuegos no ha muerto. Vive en cada joven que sueña, en cada cubano que lucha, en cada sombrero alón que ondea al viento como símbolo de esperanza.

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