Caster Semenya, doble campeona olímpica. Foto: BBC.
Por: Tony Díaz
Caster Semenya, Francine Niyonsaba y Margaret Wambui comparten más que medallas olímpicas. Las tres fueron excluidas de sus pruebas favoritas por las normas de World Athletics que regulan la participación de atletas con diferencias en el desarrollo sexual (DSD). La regla exige que quienes tienen niveles naturales de testosterona superiores a 5 nmol/L se sometan a tratamiento hormonal para competir entre los 400 y los 1600 metros.
Semenya, sudafricana y doble campeona olímpica, llevó su caso hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que en julio le dio una victoria parcial. Aunque el fallo no anuló las reglas, sí reconoció que no recibió un juicio justo. Su decisión de no continuar con el litigio marca el cierre de una batalla legal que duró más de cinco años.
Francine Niyonsaba, de Burundi, fue plata en Río 2016 en los 800 metros. Tras su exclusión, se reinventó como fondista: ganó la Liga de Diamante en 5000 m, rompió el récord mundial de 2000 m y fue quinta en los 10 000 m de Tokio 2020. “Intentaron detenerme, pero no dejé que me arrebataran mis sueños”, escribió tras una de sus victorias. Hoy, rechaza volver a los 800 m y se enfoca en distancias largas.
Margaret Wambui, bronce en Río, también fue apartada por no aceptar medicación. Desde Nairobi, impulsa un proyecto de ley que reconoce los derechos de personas intersexuales en el deporte. El texto propone que no se les obligue a modificar su biología para competir. “Esto no es solo un asunto keniano. El mundo debe aprender de nosotros”, declaró.
Las tres atletas fueron perfiladas en el documental Category: Woman, que denuncia las implicaciones éticas de estas regulaciones. Mientras World Athletics endurece sus protocolos, ellas siguen siendo símbolo de resistencia, identidad y dignidad en el deporte.
Semenya, sudafricana y doble campeona olímpica, llevó su caso hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que en julio le dio una victoria parcial. Aunque el fallo no anuló las reglas, sí reconoció que no recibió un juicio justo. Su decisión de no continuar con el litigio marca el cierre de una batalla legal que duró más de cinco años.
Francine Niyonsaba, de Burundi, fue plata en Río 2016 en los 800 metros. Tras su exclusión, se reinventó como fondista: ganó la Liga de Diamante en 5000 m, rompió el récord mundial de 2000 m y fue quinta en los 10 000 m de Tokio 2020. “Intentaron detenerme, pero no dejé que me arrebataran mis sueños”, escribió tras una de sus victorias. Hoy, rechaza volver a los 800 m y se enfoca en distancias largas.
Margaret Wambui, bronce en Río, también fue apartada por no aceptar medicación. Desde Nairobi, impulsa un proyecto de ley que reconoce los derechos de personas intersexuales en el deporte. El texto propone que no se les obligue a modificar su biología para competir. “Esto no es solo un asunto keniano. El mundo debe aprender de nosotros”, declaró.
Las tres atletas fueron perfiladas en el documental Category: Woman, que denuncia las implicaciones éticas de estas regulaciones. Mientras World Athletics endurece sus protocolos, ellas siguen siendo símbolo de resistencia, identidad y dignidad en el deporte.
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