 |
| Una multitud inspirada evocó la caída de cuatro jóvenes revolucionarios. Foto de la autora |
Por: Ania González Rodríguez
Con el protagonismo de niños y jóvenes, el pueblo de Regla rindió, este jueves, un sentido homenaje a mártires del 12 de septiembre de 1958, ante el monumento que perpetúa su memoria en el emboque del ultramarino territorio.
Una multitud inspirada, compuesta por varias generaciones de reglanos, evocó la caída de cuatro jóvenes revolucionarios, brutalmente torturados y luego acribillados por la soldadesca de la tiranía.
“Cayeron luchando por su pueblo y no pasaban de 23 años”, comentó un joven. En ese momento, un abuelo relató: “Sus asesinos se ensañaron con ellos en el escenario del crimen, a sabiendas de que no tenían escapatoria, y aunque heroicos y valientes, nuestros jóvenes apenas pudieron defenderse”. Y agregó el anciano: “La herida no ha sanado aún, a pesar del tiempo”.
Alberto Álvarez Díaz, Reynaldo Cruz Romero, Leonardo Valdés Suárez y Onelio Dampiel Rodríguez viven en la historia de su terruño rebelde, y una vez más hoy su pueblo juró fidelidad a los sueños por los que entregaron sus vidas.
La conmovedora peregrinación, desde el monumento frente al mar hasta la altura del cementerio de Regla, donde descansan los restos de los combatientes, encontró a su paso el amor y el tributo de los escolares, quienes han ido aprendiendo cómo y por qué se hace el homenaje a los caídos por la patria.
Esta vez, los jóvenes tomaron la palabra en el tradicional tributo. Luis Ángel Hernández Almaguer, miembro del buró integral de la UJC en el municipio de Regla, tuvo a su cargo las palabras centrales de la actividad y expresó sobre los mártires:
Dicho tributo cerró con un conversatorio entre dirigentes, familiares de los mártires y combatientes, quienes narraron anécdotas sobre la personalidad de los mártires del 12 de septiembre, el ambiente de rebelión popular de la juventud reglana frente a la tiranía y la necesidad de recoger minuciosamente cada uno de los detalles históricos de aquella gesta en la Sierra Chiquita, atesorada aún por varios de quienes la vivieron y están entre nosotros.
AMC