Historias olímpicas: heroicas antes de llegar a María Caridad Colón (Parte II y Final)

María Caridad Colón (Cuba), primera campeona olímpica de Iberoamérica, y Noemí Simonetto (Argentina), primera medallista olímpica sudamericana. Foto: Radio COCO.

Por: Víctor Joaquín Ortega

Llegada la década del 40, tras retomarse los Juegos Olímpicos en 1948, aún debíamos esperar para el gran salto dorado, ese que tiene el nombre de Cuba en la historia con la jabalinista cubana María Caridad Colón, en Moscú 1980.

Pero antes, como abordamos en la primera parte de este texto, iban llegando alegrías. ¡Al fin el podio! La argentina Noemí Simonetto de Portela es la subcampeona en el salto largo de Londres 1948, solo superada por la húngara Olga Gyarmatti 5.69 por 5.60 metros. Tres jamaicanas aportan destellos de alegría cuando la saltadora de longitud Kathleen Russell es la sexta con 5.49, la saltadora de alto Beckett (1.57 metros) es cuarta y en los 100 lisos Cynthia Thompson termina sexta.

Una brasileña, Tavares, es también sexta en los 400 libres y forma parte del relevo ocupante del mismo peldaño. Las caribeñas tuvieron en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, nacidos en Ciudad de México 1926, impulso y fogueo, meta y ensueño. Sus aplaudibles desempeños, aunque no pudieron concretarlos en la gran cita, han sido semilla para los maravillosos logros internacionales de sus herederas en la pista.

No mencionar el rol de los Juegos Panamericanos, iniciados en Buenos Aires 1951, significaría un golpe antehistórico, pues robusteció el deporte, la Cultura Física de la región, de toda la América, aunque también fue usado para labores no santas por lo peor del Norte.

Junto a probar y fortalecer sus huestes, Estados Unidos añadió el objetivo de humillar a sus rivales y cantarle a su sistema, al modo de vida norteamericano, tratando de ocultar las garras que dañan el corazón de tanta gente. No solo los hitlerianos utilizaron el deporte en Berlín 1936 con vista a propagar su ideología.


En Melbourne 1956 sobresale la chilena Marlene Ahrens, jabalinista plateada con 50.38 metros y la argentina Isabel Avellán, sexta en disco. La mayor refulgencia antes de la hazaña de María Caridad la consiguieron sus compatriotas Marlene Elejalde, Fulgencia Romay, Violeta Quesada y Miguelina Cobián, plateadas en el relevo corto de México 1968, únicamente superadas por las cuatro de Estados Unidos 42.88 por 43.36 segundos.

No debe haber olvido para Silvia Chivás con su sitio de bronce en el hectómetro en Múnich 1972 (11.24 segundos), líder del cuarteto del mismo metal en el relevo con 43.36. Las restantes de la estafeta fueron Elejalde, Carmen Laura Valdés y Fulgencia.

Sería injusto soslayar el bronce de la jamaicana Merlene Otey, entre las mejores velocistas de todos los tiempos, en los 200 de Moscú 1980 por sus 22.20. Cuatro años después finalizó tercera en 100 y 200 en Los Ángeles 1984.

¡Y entonces llegó la cubana María Caridad Colón! Me ocuparé de unir en un texto emocional y analítico a dos glorias precursoras del deporte cubano y mundial: el habanero Ramon Fonst y la guantanamera especialista en lanzamiento cdl dardo.

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