En Tokio 2020, Roniel Iglesias derrotó a los incrédulos (+Fotos)

Iglesias suma dos coronas y un bronce en citas olímpicas. Foto: Reuters.

Por: Víctor Joaquín Ortega

Corresponde celebrar la segunda corona olímpica del boxeador cubano Roniel Iglesias, quien subió a lo más alto del podio en los 69 kilogramos para derrotar, más que a rivales sobre el ring, a muchos incrédulos.

Ahora resuenan los aplausos, pero Iglesias por poco no compite en Tokio 2020, donde conquistó su tercera presea en citas bajo los cinco aros: campeón en Londres 2012 y bronce en Beijing 2008.

El pinareño, a pesar de poseer el título y el bronce en el certamen rescatado por Pierre de Coubertin y los acostumbrados logros en otras fiestas, no convencía a todos. No es el mismo. No podía serlo, pero mantenía la potencia y los deseos suficientes para triunfar en la lid acogida por Japón.

Los escépticos decían: “han llegado figuras prometedoras”, “él está bien, pero el desgaste existe y más en este deporte tan duro”, “otros pueden ocupar su puesto y hasta lo harán mejor”, “hay que abrir el camino a los más nuevos”, fueron algunas de las frases escuchadas.

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Quien pensó así se equivocaba. La sustitución, el cambio, es necesario. Hay que “dar agua al dominó”, sin sacrificar la calidad. Si el veterano o más bien el más experimentado está bien arriba, ¿por qué excluirlo para situar a alguien a destiempo?

En lo atlético, debe ir al torneo quien esté mejor en esos momentos, tenga la edad que tenga. Además, con 32 años no puede condenarse a ningún deportista al adiós.

Al que le pusieron un signo de interrogación sobre sus hombros se burló de eso con entrega, sacrificio, disciplina, batalla mayor en los entrenamientos y en los combates.

Varias veces su brazo no fue levantado por el árbitro para decretar victoria. Tampoco el gran Teófilo Stevenson escapó de algunos reveses, incluso de nocauts. Esas derrotas, fueron dos frente a Igor Visotski, pero no empañan su carrera.

Ante cierto descenso, Alcides Sagarra mantuvo al púgil amateur más destacado de todos los tiempos en el lugar merecido. A ciertas censuras en torno a Stenveson, respondía: al campeón hay que respetarlo, que aún tiene condiciones. Lo presentó cuando para no pocos parecía en decadencia, y retornó con el título del orbe otra vez.

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Al pinareño Iglesias lo golpeó el descreimiento de algunos. Los técnicos sí confiaron en él. No fallaron.

A Idalys Ortiz le pasó parecido, pero en el tatami nipón, cuando agregó un segundo puesto a su cosecha de una presea dorada, otra de plata y un peldaño de bronce, se convirtió en la judoca antillana de más altos resultados en la magna justa.

La artemiseña continúa como la primera de su peso en el país y está entre las más sobresalientes del planeta en el arte marcial creado por Jigoro Kano.

En cuanto al púgil Igleisas, fue el más destacado de los 69 kilos en el cuadrilátero de Tokio. Supo ir hacia delante después de un encuentro inicial muy reñido. De ahí en adelante, se encontró a sí mismo en el mejor Roniel.

El cubano fue una muralla frente a las aspiraciones y la calidad contraria. Ninguno de sus rivales en Cuba hubiera podido realizar algo parecido. Él, ahora puede expresar que “hay Roniel Iglesias para rato”. Lo demostró en la magna cita, donde no se quedó en las palabras.

Con su triunfo, Iglesias no solo superó a los contrarios, sino también a quienes no tuvieron fe en su talento, experiencia y determinación, cualidades propias de un monarca.

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