Un retorno diferente pero seguro este septiembre a las aulas

Foto: Granma. 
Por: Nuria Aguilera Zayas 

El reencuentro en las aulas, no obstante a los rigores que demanda asistir a la escuela en tiempos del nuevo coronavirus, fue sin dudas la noticia más seguida esta semana en Cuba. 

Y es que más que el lugar donde nuestros  niños, adolescente y jóvenes reciben el conocimiento para construir su propio futuro y el de la patria, es la escuela el lugar de los primeros amigos, donde aprendemos a socializar, en la que al gozo de crecer espiritualmente cada día, se añade el privilegio de pertenecer a una familia mayor sin barreras de clases sociales, de razas o religiones.

Sin embargo, amén de las miradas húmedas, las risas y las expresiones de júbilo contenidas por las multicolores mascarillas, el atípico regreso de este septiembre al recinto escolar presupone, en primer lugar, una decisión necesaria, bien pensada por especialistas y decisores del Gobierno y los sectores de Educación y Salud Pública en nuestro país, para el que se cuenta con el auspicio permanente de educadores, padres y representantes de las instituciones locales, vinculadas con el control diario de la Covid-19 en cada barrio y área de salud.

Como se ha venido informando durante las reiteradas comparecencias de la ministra de Educación, Ena Elsa Velázquez Cobiella, y otras autoridades del sector, estas primeras jornadas serán para reafirmar los saberes que con el apoyo de los padres y gracias a la oportuna entrega audiovisual de las teleclases permitieron salvar el vacío académico originado por la pandemia en la isla antillana y hoy el desafío está en salvar el curso escolar desde una perspectiva por la vida y por la calidad en el aprendizaje.

Una vez más, en el espacio sabatino de la Mesa Redonda, escuchábamos a Velázquez Cobiella enfatizar en la responsabilidad que tienen las autoridades locales para disponer cualquier medida transitoria de ajuste, incluida la suspensión temporal de las clases en aquellos sitios donde la situación epidemiológica así lo determine. 

Cuando la aparición de esta agresiva y contagiosa enfermedad no estaba en la agenda de los gobernantes, educadores y científicos, ya en nuestro país, como parte de un nuevo proceso de perfeccionamiento educacional, se dotaba a la escuela de la flexibilidad requerida para reajustar el proceso pedagógico de acuerdo con situaciones eventuales como las que hoy nos ocupan.

En mi opinión es una decisión sabia, pues estudiar en etapas del nuevo coronavirus, hasta tanto no aparezca la vacuna, presupone hacer las paradas necesarias cada vez que las circunstancias así lo determinen; preparar a nuestros hijos para socializar desde el distanciamiento físico y las medidas de protección individual, como el uso del nasobuco y el lavado de las manos. 

Además, en la casa y en las escuelas padres y maestros se preocupen y ocupen de cultivar normas de convivencias seguras con el aseguramiento de recursos como el agua, el jabón y el cloro para el lavado frecuente de las manos y la limpieza del calzado mediante la práctica del paso podálico al llegar del exterior.

Este nuevo reto por el saber y la vida demandará nuevos esfuerzos en el acompañamiento a nuestros hijos en las obligaciones escolares, tanto a los que en estos momentos disfrutan del ansiado privilegio de saludarse codo a codo, como a los que mientras se alivia la situación sanitaria continúan aprendiendo desde casa.

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