Historias olímpicas: de trampas y juego limpio bajo los cinco aros (Parte II)

Lutz Long y Jesse Owens, los atletas que, con su amistad, desafiaron al nazismo en la cita de Berlín 1936. Foto: https://www.rtve.es.
Por Víctor Joaquín Ortega 

Continúan las historias que muestran la pugna entre el juego limpio y las atrocidades cometidas en el entorno del olimpismo. Comenzemos esta segunda entrega por Estocolmo 1912, cita en la cual el racismo causó estragos.

El estadounidense Drew había clasificado para la final de la prueba reina. El entrenador, con otros cuatro de sus alumnos en la fase de la verdad, se siente seguro ganador, encierra al velocista en un cuarto y lo reporta enfermo.

Nunca escondió su repugnancia por la presencia de quien sería a la postre su víctima: “Hasta prefiero a un extranjero que a un negro como campeón”, decía. Su pensamiento es compartido por gran parte de la delegación. No hay castigo para el sinvergüenza y a los tres medallistas de Estados Unidos poco les importa lo sucedido.

Ahí no queda la acción inhumana yanqui. Uno de los deportistas más refulgentes de todos los tiempos conquista par de medallas de oro. Ninguno puede hacerle una ligera mella en pentatlón y decatlón. El rey Gustavo le dice: “Usted es el más maravillosa atleta que han visto los siglos".

Pero Jim Thorpe es un aborigen surgido de la Escuela de Carlisle, en Pensilvania, nacido en 1888 en la reserva de Shawnee, situada en Oklahoma. Miembro pues de una minoría racial -la originaria- clasificada de segunda línea en Estados Unidos. 

La Amateur Unión Athletic no puede soportar este pecado doble: derrotar a blancos de cunas bellas y estar casado con una mujer blanca. Busca y busca hasta encontrar un pretexto para destruirlo.

Seis meses después de la quinta magna sueca comunican al Comité Olímpico Internacional (COI) que el astro había jugado béisbol profesional entre 1909 y 1910, ¡por setenta dólares mensuales! con un equipo de Carolina del Norte.

Mentían, exageraban, según muchos, lo que recibió era esa cantidad una sola vez en calidad de viático. La mayoría de los integrantes del COI, fiel a su clase, apoyaron y felicitaron a los acusadores por la pureza desplegada.
Jim Thorpe, uno de los atletas más grandes de la historia, fue despojado injustamente de sus medallas ganadas en la cita de Estocolmo 1912. Foto: www.lasexta.com.
Thorpe tiene que devolver sus medallas. Lo castigaba un olimpismo azotado por el comercialismo, que premia con objetos materiales y no con preseas en varias oportunidades, amén de dejarse sobornar y permitir regalos a los vencedores bien lejos de lo espiritual, y esto no se relaciona únicamente con lo obtenido por Spiridon Louis: de la excarcelación de su hermano a la vestimenta y las comelatas gratuitas de por vida en restaurantes, y la buena vida en hoteles sin pagar, calificado por rigurosos investigadores como el primer profesional olímpico.

Sendero Luminoso (Wa Tho Huck), nombre tribal de Jim, después de la tragedia, actúa en la pelota y el fútbol profesional norteamericano; de reconocida labor en esa disciplina. Nunca deja de declarar su inocencia y de pedir el reintegro de sus galardones. Muere de cáncer el 28 de marzo de 1953.

El filme El gigante del estadio, protagonizada por Burt Lancaster, se inspiró en su existencia. Los Pieles Rojas levantaron un monumento en su honor. En la base se lee: "A James Thorpe, el atleta más extraordinario del mundo y al que más injustamente se le negaron las glorias de su triunfo. En 1982, 70 años más tarde, se reconsidera correctamente el asunto, y las medallas fueron entregadas a sus familiares.

Hay quienes no esperaron tanto. En 1912, en un gesto honorable y humano, sus más reñidos contrincantes en decatlón y pentatlón no admiten los galardones del triturado por la maldad. El sueco Hugo Wieslander comenta: “Aceptarlo es un crimen” y el noruego Ferdinand Bie aclara: “Son de Jim, es el mejor...”.

Berlín 1936. El maratonista japonés Kitei Son encabeza la prueba. La meta cerca. Se impone. El británico Ernie Harper entra ahora. Extenuado, pero llega tercero otro nipón: Shoryu Nam

¡Un momento...! En realidad estos medallistas son dos coreanos que representan al gobierno que ha ocupado su patria. Kitei se llama en realidad Sohn Kee-Chung y Shoryu es Nam Seung- Yong. De nuevo inquiero: señores medallistas ¿dónde dejaron la vergüenza?

Hay un error mayor relacionado con esta liza: había que decir no a la sede de la oncena magna cita donde confunden el saludo olímpico con el nazi. Los cinco anillos son puestos al servicio de la svástica. Goebels, maestro maldito de la publicidad, anda a sus anchas. La justa es arma para los fines hitlerianos.
Jesse Owens, el atleta que se burló del nazismo en la justa de Berlín. Foto: DW. 
Actitud distinta allí mismo en el saltador largo alemán Lutz Long. Al frente de la prueba. Y ya ustedes ven, se preocupa por las fallas de quien le sigue los pasos: el afronorteamericano Jesse Owens. Le indica cómo resolver las deficiencias.

El rival asimila las orientaciones y lo lanza hacia el segundo peldaño 8.06 por 7.87 metros. El estadounidense le arrebata los juegos al Führer. Conquista cuatro medallas de oro y eso que es de una "raza inferior", según el pensamiento más putrefacto de los teutones nazis.

La actitud de Long es castigada por los hitlerianos. Lo enrolan en el ejército. Lo envían a las aventuras bélicas. Cae en combate a inicios de la Segunda Guerra Mundial.

Continuará...

1 Comentarios

  1. Recordar hechos de esta envergadura es muy necesario para impedir que se repitan. Gracias profe Victor

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