Doctor Eusebio Leal Spengler. Foto: Nuria Aguilera Zayas/Radio COCO. |
Por: Nuria Aguilera Zayas
Amado y respetado por sus contemporáneos, Eusebio Leal atesoraba un abanico de virtudes que rara vez coinciden en la misma persona y es que a su laboriosidad, constancia e ingenio natural, se sumaba su modestia, honradez y perseverancia y aquella capacidad de soñar la obra bella escondida en los escombros.
Y es que según trasciende de los testimonios y anécdotas contados por amigos, colaboradores cercanos o simplemente admiradores de su trabajo de restauración en la ciudad, se trata de un hombre de inteligencia superior, con un carisma poco común, capaz de enrumbar el quehacer colectivo.
Tales dones, unidos a la pasión con que asumÃa sus propios retos y a la entrega personal a cada faena, les permitieron ganar los corazones y los brazos de los vecinos para derribar fortalezas y levantar desde las ruinas la cinco veces centenaria urbe.
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"Ese hombre de la carretilla va a llegar lejos", fue el acertado presagio de otro gran cubano, enamorado como él de las columnas y de la diversidad de estilos de la arquitectura habanera, el escritor Alejo Carpentier.
Asà resurgió de las ruinas el Palacio de los Capitanes Generales, la Plaza de Armas, la de la Catedral y la Plaza Vieja. También el Palacio del Segundo Cabo, el Parque Central y el Capitolio, entre un numeroso grupo de edificaciones y espacios públicos emblemáticos para los que amamos la capital cubana.
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Cuentan los testigos de la historia que según el ánimo de restauración se iba prendiendo en los corazones de los lugareños y representantes de los diferentes sectores poblaciones, estos se sumaban a la epopeya de rehabilitación de la Habana Vieja, el tejido urbano iba cobrando vida y las aulas museos fueron habilitadas por la alegrÃa de los escolares.
También se repararon viales y redes técnicas soterradas y en la medida en que fue cambiando el patrimonio arquitectónico urbano se mejoraron los servicios básicos y nuevas viviendas, parques, fuentes y puestos de trabajo iluminaron el rostro de la cada vez más cosmopolita ciudad.
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Al compás del plan maestro para la restauración de la Habana Vieja nació la Empresa Constructora Puerto Carena y se abrieron cursos de habilitación en diferentes oficios, demandados por el arroyador proceso de renovación, el cual según el deseo expresado de Leal, su objetivo esencial no era crear una ciudad- museo, sino una vecindad para ser vivida por su gente.
Y las plazas se llenaron de palomas y las mascotas encontraron hogar seguro en el seno de la comunidad y a la luz del respaldo jurÃdico florecieron los proyectos culturales y la ciudad portuaria se abrió al mundo y sus calles se llenaron de música, zanqueros y estatuas vivientes, entre otras manifestaciones de las artes.
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De su mano, la parte más antigua de la urbe y sus entornos regresaron a la vida después de varias décadas de olvido y desidia.
Como él mismo afirmara, aún "queda mucho por hacer" y los cubanos quedamos ávidos de sus historias, sus anécdotas y enseñanzas, pero si algo puede restaurar las heridas de la ausencia fueron los logros vividos de su mano, incluida la denominación del centro histórico habanero como Patrimonio de la Humanidad, de su proyecto de restauración como un modelo de referencia internacional del desarrollo urbano sustentable y de la urbe como una de las ciudades maravillas.
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Gracias a él La Habana es el destino turÃstico más atractivo del paÃs y uno de los más visitados en el área.
Gracias por todo Leal.