África en el corazón de Cuba



Presencia de las raíces africanas en Cuba. Foto: Internet
Autora: María Victoria Capote

Más de un millón de africanos fueron traídos a estas tierras como mano de obra esclava. Ellos, en condiciones infrahumanas, levantaron la economía en  las haciendas de sus amos, mientras lloraban su destino y  sin saberlo, nos legaron su mística, patrimonio y costumbres.



Es una deuda que nuestra región tiene con aquellos hombres y mujeres que fueran condenados por el simple color de su piel y en nombre de la avaricia de los imperios y que, junto a otras nacionalidades, conforman la nación cubana.

Primero fueron los cimarrones y su inmenso espíritu libertario. Después la llamada Guerra Chiquita, que se inició el 10 de octubre de 1868, bajo el liderazgo del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, promulgó la liberación de los esclavos, quienes se batieron con fiereza reconocida en los campos de batalla.

En el decursar de la historia de Cuba, negros y mestizos de ambos sexos, se sumaron a las luchas independentistas y ya en el siglo XX también al Ejército Rebelde, liderado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. En cada etapa, muchos de ellos alcanzaron altos grados militares: los hermanos Maceo, con Antonio y José como los más representativos de ese patriótico clan y cuya alma fue la madre Mariana Grajales, negra igualmente.

Otros cubanos de ancestros africanos, nutrieron las filas mambisas y tuvieron una rica historia militar: el coronel Victoriano Garzón, a quien el Apóstol de Cuba, José Martí, llamó “cubano negro de fino corazón y bravura inspiradora” y además “el caballero negro”.

Es una lista larga, enriquecida por proezas todavía por conocer y ampliar. No faltaron las mujeres: María Cabrales, esposa del lugarteniente general Antonio Maceo; Dominga Moncada, madre del general Guillermón Moncada, y la capitana Rosa Castellanos Castellanos (Rosa La Bayamesa), nacida esclava en Camagüey; todas un referente en la pléyade de féminas patriotas.

Y aunque Cuba es una mezcla de muchas influencias, se dice que de África hemos heredado la oralidad, entre otros atributos. Por ejemplo, en su obra Glosario de afronegrismos, el sabio cubano Fernando Ortíz identificó mil 200 términos de origen africano en el habla cubana.

Savia africana mora hay, de igual forma, en la obra del Poeta Nacional Nicolás Guillén; del pintor Wifredo Lam, del novelista Alejo Carpentier, de los padres del sinfonismo cubano Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla.

Del mismo modo, elementos de la religiosidad, comidas, costumbres, danzas, música, el propio lenguaje y nuestra manera de gesticular, componentes religiosos de arraigo popular, están en el legado que llega hoy a las nuevas generaciones procedentes de remotas regiones del Continente Negro, no bien conocidas por las nuevas generaciones de cubanos, necesitados de profundizar en sus raíces, como un asunto esencial a su formación personal y vocación patriótica.

Todos estos elementos han sido el acicate para que una vez que se diera el triunfo de la Revolución y casi desde sus inicios, el Comandante en Jefe Fidel Castro diera prioridad en su agenda a apoyar al continente, a denunciar el despojo y la pobreza en que las potencias lo tenían sumido y a colaborar en todos los campos por la independencia de los pueblos africanos: en lo militar, en la salud, en la educación...

Cuba abrió sus puertas a África con un absoluto sentido solidario y de reconocimiento a su trascendencia en nuestras vidas.

Por eso sangre de cubanos se vertió en tierras africanas, siguiendo la huella de los ancestros y cumpliendo una deuda, como dijera el propio Fidel y es conocido que la mayor de las Antillas dio un importante espaldarazo al fin del Apartheid y al nacimiento de una Sudáfrica inclusiva.

En ese mismo espíritu, miles de jóvenes de esas naciones, algunos en los primeros tiempos rescatados de masacres o que han llegado a estudiar a la Isla, en diferentes épocas, consideran a nuestro país como su segunda patria.

Lo que le hemos dado ha sido en forma desinteresada y hay que reconocer que la mayor parte de las naciones africanas han estado con Cuba por más de 50 años, en los complejos escenarios mundiales, incluyendo las votaciones contra el bloqueo del gobierno de los Estados Unidos hacia la nación caribeña.

La historia del personal de salud que fue a combatir el Ébola, es un ejemplo elocuente de esa verdad y se inscribe como otra gesta en la épica de la solidaridad cubana con África.

Y es lo menos que podemos hacer en nombre de aquellos que nos legaron su sapiencia y cultura, hoy parte indisoluble de esa mezla que somos los cubanos.


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