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La bondad es una inversión que nunca falla |
De todas las expresiones que en público emitieron sus amigos, familiares y compañeros de labor, hubo una que logró superponerse a las demás. Al menos esa fue mi percepción cuando hablaron de aquel “trabajador incansable, que está en todas las tareas, que no tiene horario cuando de cumplir se trata, eficiente, buen profesional y crítico ante lo mal hecho”.
Tampoco faltaron quienes pidieron la palabra para resaltar su condición de padre amoroso, hijo dedicado, amigo confiable. Sin embargo, fue casi en el cierre de una relación de tantos y ciertos atributos, cuando con agrado escuché lo que, a mi modo de ver, coronó al hombre: “Luis es todo eso, pero ante todo es una buena persona”, sentenció un colega durante la jornada de despedida profesional a un ser humano ejemplar.
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Una buena persona. Quien posee este valor de altos quilates —que se alimenta con acciones diarias y una actitud asertiva ante los demás—, es dueño de un valioso atributo que expresa, ante sus congéneres, la capacidad de ser sensible.
Aplicarse en el trabajo, ser profesionales, dedicar horas sin miramiento a determinadas tareas y otras entregas, puede que aseguren una positiva opinión de nuestros jefes y compañeros. Pero de poco vale si no reconocemos al otro como nuestro par, cultivando las relaciones sanas, basadas en el respeto y disposición de ayudar.
No pocos autores recomiendan asumir hábitos basados en un continuo ejercicio de autosuperación, ser amables y agradecidos y funcionar con la visión de fomentar la gratitud y el altruismo, así como practicar relaciones sanas y positivas con empatía, por aquello de no hacerle a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti; igual ser optimistas, dar menos importancia a los problemas materiales, cuidar a nuestros amigos y hacer lo que realmente amamos.
Se dice, incluso, que hay ciertas reglas a seguir: Actuar con integridad, no ceder ante la presión de lo fácil o lo ventajoso si contradice nuestros principios. Tratar a todos con equidad, evitando favoritismos o discriminación.
La bondad entraña, además, ser honestos, pero no en el estricto consejo de decir la verdad, sino también de actuar con transparencia y sin engaños, aún en los pequeños detalles.
Una vida ética y moralmente orientada no exige perfección, sino constancia. Quien cultiva estos principios dejará una huella en su entorno inmediato y promoverá un legado a la humanidad.
Ser buena persona es un valor intangible que inspira respeto genuino, pues encierra un universo de virtudes éticas, morales y humanas que muchas veces quedan sepultadas bajo la vorágine de quién solo se ocupa de defender un lugar en la productividad o el ámbito laboral.
Seamos bondadosos por que la bondad aporta calidad de vida a las relaciones y es una inversión que nunca falla. Cuando así nos mostramos estamos garantizando que siempre vuelva a nosotros en forma de paz.