El polaco Janusz Kusocinsky ganó los 10 mil metros en la cita olímpica de Los Ángeles 1932 pese a correr parte de la prueba con un fuerte dolor y los pies ensangrentados. Foto: Olympics.
Por: Víctor Joaquín Ortega
Bien lo sabía Pierre de Coubertin, quien hizo renacer las justas bajo los cinco aros, quien ya en 1894 criticaba: “…el espíritu mercantilista que amenaza con invadir los círculos deportivos al haberse desarrollado los deportes en el seno de una sociedad que amenaza con pudrirse hasta la médula a causa de la pasión por el dinero”.
El saltador de altura francés Georges André usa un pantalón para actuar: “Es una prensa hermosa y me da suerte. A su último salto: 1.90 metros, incluso superior al récord del clásico. El galo ocupa la segunda plaza empatado con su coterráneo Lealty y el húngaro Somody con 1.88, Vuela, pero no lo consigue. Los bajos de su pieza preferida tumban la varilla. Después, en su última oportunidad, el estadounidense Harry Porter, con la magia de su técnica, supera el 1.90.
Alguien comenta: “¡Qué mala suerte! André era el mejor y debió compartir el subtítulo con otros dos competidores”. Ni hablar: el azar no lo venció. ¿Por qué confundió la lid con una muestra de modas?
Robos en el olimpismo. Hay bastantes, sobre todo de músculos. En esta ocasión trataré de uno especial. Barcelona 1992. Lo cuenta el historiador cubano José Elías Bermúdez Brito en su libro Por los caminos del olimpismo: “La primera antorcha fue robada al primer corredor Sauvas Sartzogleu…Al pasar el fuego al siguiente relevo, se le interpuso una persona que vestía camiseta con los símbolos del Comité Helénico. Por suerte, había una de repuesto”.
Lo habían previsto y más cuando la bandera de los cinco artos había sido birlada en su estreno (Amberes 1920), hubo que hacer lo mismo, y la original solo fue devuelta por el ladrón, el clavadista de bronce norteamericano Harry Prieste, 80 años después, en Sydney 2000.
Por cierto, ¿en cuánto vendería la antorcha el robador? Ahora, hacia lo trágico. En la XXI Olimpiada de Invierno Vancouver 2010 falleció el georgiano Nodar Kumaritlashvilli. En una práctica precompetencia, horas antes de la apertura de la justa, salió disparado de su trineo, chocó con una pared fuera de la pista y perdió la vida.
Voluntad, valentía, amor. Arriba primero a la meta de los 10 mil metros planos de Los Ángeles 1932 el polaco Janusz Kusocinsky. Tiempo: 30.11.4 minutos. Eso es menos importante. Mire, rompió la marca de los Juegos, me dicen. Respondo: observe al vencedor sentado en el suelo. Descalza su pie derecho. ¡Ensangrentado! La lesión desde la vuelta 17. Crecía, crecía, crecía… No pudo más que él. Hacia el hospital con doble medalla dorada: la de la distancia y la del coraje.
El saltador de altura francés Georges André usa un pantalón para actuar: “Es una prensa hermosa y me da suerte. A su último salto: 1.90 metros, incluso superior al récord del clásico. El galo ocupa la segunda plaza empatado con su coterráneo Lealty y el húngaro Somody con 1.88, Vuela, pero no lo consigue. Los bajos de su pieza preferida tumban la varilla. Después, en su última oportunidad, el estadounidense Harry Porter, con la magia de su técnica, supera el 1.90.
Alguien comenta: “¡Qué mala suerte! André era el mejor y debió compartir el subtítulo con otros dos competidores”. Ni hablar: el azar no lo venció. ¿Por qué confundió la lid con una muestra de modas?
Robos en el olimpismo. Hay bastantes, sobre todo de músculos. En esta ocasión trataré de uno especial. Barcelona 1992. Lo cuenta el historiador cubano José Elías Bermúdez Brito en su libro Por los caminos del olimpismo: “La primera antorcha fue robada al primer corredor Sauvas Sartzogleu…Al pasar el fuego al siguiente relevo, se le interpuso una persona que vestía camiseta con los símbolos del Comité Helénico. Por suerte, había una de repuesto”.
Lo habían previsto y más cuando la bandera de los cinco artos había sido birlada en su estreno (Amberes 1920), hubo que hacer lo mismo, y la original solo fue devuelta por el ladrón, el clavadista de bronce norteamericano Harry Prieste, 80 años después, en Sydney 2000.
Por cierto, ¿en cuánto vendería la antorcha el robador? Ahora, hacia lo trágico. En la XXI Olimpiada de Invierno Vancouver 2010 falleció el georgiano Nodar Kumaritlashvilli. En una práctica precompetencia, horas antes de la apertura de la justa, salió disparado de su trineo, chocó con una pared fuera de la pista y perdió la vida.
Voluntad, valentía, amor. Arriba primero a la meta de los 10 mil metros planos de Los Ángeles 1932 el polaco Janusz Kusocinsky. Tiempo: 30.11.4 minutos. Eso es menos importante. Mire, rompió la marca de los Juegos, me dicen. Respondo: observe al vencedor sentado en el suelo. Descalza su pie derecho. ¡Ensangrentado! La lesión desde la vuelta 17. Crecía, crecía, crecía… No pudo más que él. Hacia el hospital con doble medalla dorada: la de la distancia y la del coraje.
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