Usain Bolt, el mejor velocista en la historia del atletismo. Foto: Estadio Deportivo.
Por: Víctor Joaquín Ortega
Al engolosinarse con su festejo no terminó a todo tren. El poseía la marca anterior hacía unos meses, y mejoró la del recorrido de la mutad del óvalo del destacadísimo corredor estadounidense Michael Jonhson. Esencial en el relevo corto ganador con nueva primacía mundial de 37.10 segundos.
Nacido en 21 de agosto de 1986, en cuanto brilló lo invitaron a residir en Estados Unidos, a entrenar allá donde tendría más condiciones. Se negó. “Me siento muy bien en mi patria”, respondió siempre a esas frases seductoras. En Londres repetirá la felicidad: as en 100 (9.58) y 200 (19.19) y su decisivo apoyo a los 37.04 en el relevo. Otras tres en Río de Janeiro. Un golpazo le arrebató esta última joya en la lid del cambio de batón debido a que Carter, uno de los integrantes del colectivo, estaba dopado. Sus marcas mundiales: 9.58 en 100, 19.19 en 200 y 37.4 en el relevo.
Obtuvo múltiples reconocimientos nacionales e internacionales durante su carrera, aunque el fundamental es haber sido el deportista más carismático, más querido universalmente en todas las épocas. En eso nadie lo ha igualado. Sus millones de admiradores sufrieron cuando en diversos torneos posteriores su ídolo no pudo imponerse.
Nunca debió asistir a esas citas. Ya no era el mismo: de estar en sus mejores momentos sus oponentes no le hubieran bastado para empezar.
Hay que saberse retirar a tiempo. Igual les ocurrió al triplesaltista brasileño Adhemar Ferreira da Silva, al púgil cubano Emilio Correa, al jonronero Babe Ruth… Lo peor: en la mayoría de las ocasiones queda en la mente las heridas del último capítulo de su bregar, capaces de nublar la irradiación anterior.
En el caso de Usain, los Dioses de Olimpo deben cuidarse de no caer frente a los meros mortales. Ah, las masas lo quieren tanto que no perdió el hermoso afecto que le profesan: solo sintieron el sufrimiento de no ver cristalizar el ensueño de otras victorias del demiurgo de la velocidad. Todavía lo imaginan corriendo, venciendo, haciéndoles vencer.
Nacido en 21 de agosto de 1986, en cuanto brilló lo invitaron a residir en Estados Unidos, a entrenar allá donde tendría más condiciones. Se negó. “Me siento muy bien en mi patria”, respondió siempre a esas frases seductoras. En Londres repetirá la felicidad: as en 100 (9.58) y 200 (19.19) y su decisivo apoyo a los 37.04 en el relevo. Otras tres en Río de Janeiro. Un golpazo le arrebató esta última joya en la lid del cambio de batón debido a que Carter, uno de los integrantes del colectivo, estaba dopado. Sus marcas mundiales: 9.58 en 100, 19.19 en 200 y 37.4 en el relevo.
Obtuvo múltiples reconocimientos nacionales e internacionales durante su carrera, aunque el fundamental es haber sido el deportista más carismático, más querido universalmente en todas las épocas. En eso nadie lo ha igualado. Sus millones de admiradores sufrieron cuando en diversos torneos posteriores su ídolo no pudo imponerse.
Nunca debió asistir a esas citas. Ya no era el mismo: de estar en sus mejores momentos sus oponentes no le hubieran bastado para empezar.
Hay que saberse retirar a tiempo. Igual les ocurrió al triplesaltista brasileño Adhemar Ferreira da Silva, al púgil cubano Emilio Correa, al jonronero Babe Ruth… Lo peor: en la mayoría de las ocasiones queda en la mente las heridas del último capítulo de su bregar, capaces de nublar la irradiación anterior.
En el caso de Usain, los Dioses de Olimpo deben cuidarse de no caer frente a los meros mortales. Ah, las masas lo quieren tanto que no perdió el hermoso afecto que le profesan: solo sintieron el sufrimiento de no ver cristalizar el ensueño de otras victorias del demiurgo de la velocidad. Todavía lo imaginan corriendo, venciendo, haciéndoles vencer.
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