Historias olímpicas: golazos de Uruguay y el caso de los colores

Foto: Mundiario.

Por Víctor Joaquín Ortega

París 1924, 9 de junio. Final de la justa de fútbol en el estadio de Colombes: Uruguay frente a Suiza. El balón en los pies del sudamericano Pedro Petrone, dispara a puerta, vence al portero y ¡golazo…!

La alegría de ese equipo se repite con tantos de Ángel Romero y Pedro Cea. Los europeos se van con la cabeza baja: se creían los mejores y han caído 3x0. No sabían que el “angelito” era un diablo sobre el verde terreno que mayores emociones despierta. Junto a los anotadores alinearon atletas de la talla de Héctor Scarone, José Nanassi y José Andrade.

El segundo “Pepe” es, para el destacado historiador cubano José Bermúdez Brito, el primer titular olímpico negro. Señala que en lo individual le corresponde serlo al saltador largo dorado William de Hart, invencible en la prueba con 7.44 metros en esa cita.

Hay un tercero en disputa señalado por el propio estudioso porque, según el historiador Wolf Lybert, Albert Henríquez, de acuerdo a la inscripción, aunque nombrado Constantín Henrique de Zubina, integró el conjunto galo victorioso en rugby, superior al de Alemania 25-17 en París, y en una foto se ve que es de piel oscura.

Otras investigaciones lo dan de origen argelino. Lybert opina que, al menos, es el primer mestizo enlazador de un cetro en la lidia rescatada por Pierre de Coubertin. Bermúdez aporta que el primer medallista negro del olimpismo es el corredor estadounidense George Poage por sus terceros puestos en 200 y 400 con vallas en San Luis 1904.

Eso del color no tiene la menor importancia, ni si un competidor es de Córdoba o de Tokio. Lo trascendente: son tres ases olímpicos y un medallista en un contexto antihumano, de discriminación, obstaculizador de la participación de los de abajo, de los cimientos a la altura, renglón aquel muy ocupado por africanos, asiáticos y los hijos de la América más sufrida y batalladora, la de Simón Bolívar y José Martí, del Bravo a la Patagonia. Los propios charrúas y el balompié lo muestran.

Respecto con las naciones asiáticas, Japón mostraba el interés de superar su papel en lo agonal, al ritmo y cual reflejo de su ambición —la misma de Alemania— de luchar por un nuevo reparto del mundo entre las potencias, de acuerdo a su desarrollo, para extraer más suculentas tajadas de la explotación de los pueblos, costara lo que costara y ya había costado la primera guerra mundial.

En cuanto a la parte competitiva de la Cultura Física, el quinto puesto de Takaishi en los mil 500 estilo libre, el cuarto en el relevo 4x200 y el subtítulo del tenista Kumagae, de cuatro años atrás en Amberes, crecerían.

Vuelvo al reino de los goles. Los favoritos en la citada octava edición eran los suizos. Expertos y aficionados seguían amarrados a una rima de versos negadores: dejaban fuera a los latinoamericanos. Ya sorprendía su papel finalista en una disciplina dominada por los europeos principalmente.

Laurel supremo otra vez para los charrúas: triunfaron en la Primera Copa del Mundo de Fútbol, nacida en 1930, organizada por la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA).

Veamos la ubicación actual de por vida de Uruguay en los Juegos Olímpicos: país 74 y no ha podido pasar en premios máximos de los conquistados por sus futbolistas.

En próximas ediciones veremos quiénes han sido y cuándo los primeros campeones de la gran fiesta coubertiana y los medallistas de Nuestra América. Ahondaremos también en sus vidas, sin negar dificultades y tristezas a pesar de los logros.

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