Foto: AP. |
Por Víctor Joaquín OrtegaPrimer acto: el rostro del púgil estadounidense del peso máximo Duane Bobick ha sido iluminado por la alegría. Sonrisas, carcajadas, aplausos, la dicha, saberse campeón panamericano de Cali 1971. Felicitaciones de sus entrenadores, la carrera entre los puñetazos pagados asegurada y el futuro manager diciéndole: “Si te guías por mí, el mundo será tuyo, ya verás…”.
Sube a lo más alto del estrado de premiación y le entregan la medalla de oro. Es el apogeo de su felicidad. Espera más, mucho más. Entre sus víctimas, por decisión, el cubano Teófilo Stevenson, enviado hacia el peldaño de bronce del torneo. Obsérvalo bien, Bobick. Lo conocerás mejor, especialmente a sus puños.
Los negociantes saben cómo esculpir a sus mercancías, las musculosas en este caso. No lo apuran, ni tardan demasiado para iniciar el proceso del cambio hacia la búsqueda de bastantes dólares. Los mercaderes del templo atlético no son excepción. Habrá que usarlo más allá del ring, el estadio, el tabloncillo… La infección está bastante más arriba.
El muchacho trae una historia triunfadora donde reina su punch noqueador, el alcance admirable, su buena técnica desde sus 1.90 metros de estatura. Asciende en el gusto de los entendidos y aficionados. La prensa hace lo suyo. Sin abandonar todavía el cuadrilátero amateur, este joven nacido en Little Falss, Minnesota, el 21 de agosto de 1950, es nombrado, propagado y cantado como “La Esperanza Blanca”.
Ah, ese racismo persistente aún y no solo en la patria de Lincoln, aunque allí hiere con fuerza gigante. La ansiada presa de los comerciantes es probada en los Juegos Olímpicos de Munich 1972.
Mientras, en Cuba está madurando la Escuela Nacional de Boxeo creada por Alcides Sagarra, con el apoyo de otro magnífico profesor: Sarvelio Fuentes. Se basa en el dar y que no te den de Kid Chocolate, sin rehuir a batirse cuando hay que hacerlo, transformada dialécticamente a que no te den y dar. Se ha recibido el apoyo del campo socialista.
Al principio del alemán democrático Kurt Rosentrick y después del soviético Andrei Chervonenko. Su misión hizo ascender dicha escuela y hasta eliminó errores. En una entrevista declara: “Vi a Stevenson por casualidad durante un viaje por el país. Recuerdo que me dejaron estupefacto sus condiciones físicas, su manera cauta de pelear y su técnica, pésima.
“Propuse incluirlo en el acto en la selección. Algunos se opusieron: es demasiado tímido, no creo que dé, opinaban. Tuve necesidad de explicarles que la precaución no tiene nada que ver con la cobardía”.
Chervonenko ganó la discusión. Recuerda que “Stevenson entrenaba con mucho ardor: hacíamos hincapié para dotarle de buen punch con directos de izquierda y derecha. Le mejorábamos la defensa”.
Avanzaba el cubano, triunfo tras triunfo. La promesa va cristalizando. Algo parecido ocurrió con Orlando Martínez, lacerado por los escépticos, por poco no se convierte en el primer medallista de oro del magno certamen después de 1959.
Continuará…
Los negociantes saben cómo esculpir a sus mercancías, las musculosas en este caso. No lo apuran, ni tardan demasiado para iniciar el proceso del cambio hacia la búsqueda de bastantes dólares. Los mercaderes del templo atlético no son excepción. Habrá que usarlo más allá del ring, el estadio, el tabloncillo… La infección está bastante más arriba.
El muchacho trae una historia triunfadora donde reina su punch noqueador, el alcance admirable, su buena técnica desde sus 1.90 metros de estatura. Asciende en el gusto de los entendidos y aficionados. La prensa hace lo suyo. Sin abandonar todavía el cuadrilátero amateur, este joven nacido en Little Falss, Minnesota, el 21 de agosto de 1950, es nombrado, propagado y cantado como “La Esperanza Blanca”.
Ah, ese racismo persistente aún y no solo en la patria de Lincoln, aunque allí hiere con fuerza gigante. La ansiada presa de los comerciantes es probada en los Juegos Olímpicos de Munich 1972.
Mientras, en Cuba está madurando la Escuela Nacional de Boxeo creada por Alcides Sagarra, con el apoyo de otro magnífico profesor: Sarvelio Fuentes. Se basa en el dar y que no te den de Kid Chocolate, sin rehuir a batirse cuando hay que hacerlo, transformada dialécticamente a que no te den y dar. Se ha recibido el apoyo del campo socialista.
Al principio del alemán democrático Kurt Rosentrick y después del soviético Andrei Chervonenko. Su misión hizo ascender dicha escuela y hasta eliminó errores. En una entrevista declara: “Vi a Stevenson por casualidad durante un viaje por el país. Recuerdo que me dejaron estupefacto sus condiciones físicas, su manera cauta de pelear y su técnica, pésima.
“Propuse incluirlo en el acto en la selección. Algunos se opusieron: es demasiado tímido, no creo que dé, opinaban. Tuve necesidad de explicarles que la precaución no tiene nada que ver con la cobardía”.
Chervonenko ganó la discusión. Recuerda que “Stevenson entrenaba con mucho ardor: hacíamos hincapié para dotarle de buen punch con directos de izquierda y derecha. Le mejorábamos la defensa”.
Avanzaba el cubano, triunfo tras triunfo. La promesa va cristalizando. Algo parecido ocurrió con Orlando Martínez, lacerado por los escépticos, por poco no se convierte en el primer medallista de oro del magno certamen después de 1959.
Continuará…
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