Alejandrina Herrera enseñando a jóvenes atletas. Foto: Cubasí.
Por: Víctor Joaquín Ortega
Si hay dudas en este y cualquier caso, debemos despejarlas. Sin aquellas dignas iniciadoras, sin atarnos a las vencedoras, no seríamos lo que somos en las justas del músculo. Ahí están las raíces.
Fue una lanzadora la primera atleta de nuestro país que se convirtió en medallista en la lid individual: la jabalinita Florinda Viamonte, con un envío de 28.16 metros en los IV Centroamericanos y del Caribe de Ciudad de Panamá 1938, solo superada por Rebeca Colberg, de Puerto Rico, y Marina Soto, de México, con 30.25 y 29.30, respectivamente.
También cuatro muchachas de la Mayor de las Antillas se convirtieron en las iniciales galardonadas en las lides colectivas al lograr el subtítulo en el 4x100: Marta Velasco, Carmen Ortega, Zenaida Castro y Olga Agüero. Vencieron las istmeñas Natalia Talvez, Nora Thorne, Adela Montilla y Nilda Villaverde con 51.3 segundos. No se anotó el tiempo de las contendientes plateadas ni el de las ocupantes del escalón bronceado, las de Jamaica.
En anteriores lidias de este tipo, hubo medallistas y hasta titulares en las filas femeninas de la isla más grande del Caribe, pero en natación, baloncesto y tenis.
La primera campeona cubana en el deporte rey es la discóbola Alejandrina Herrera, que se impuso con 37.18 metros en Ciudad de México, teatro del séptimo certamen centrocaribeño, en 1954. Su éxito la condujo a ser considerada el mejor deportista del país ese año, tanto en el sector masculino como en el femenino, a pesar de los esfuerzos de muchos funcionarios del sector y de los clubes aristocráticos que la discriminaban por negra, mujer, pobre, ser de origen campesino y porque militaba en la Juventud Socialista. Eso determinó su no asistencia a los Primeros Juegos Panamericanos de Buenos Aires 1951, pese a sobrepasar la marca mínima establecida para obtener ese derecho.
Hablemos de los Juegos Panamericanos. Bertha Díaz es la primera cubana en conquistar una presea dorada y la primera galardonada en esa cita para la nación caribeña, cuando con 7.5 segundos dominó los 60 metros planos de la gran fiesta de 1955, acogida por la capital de México. Agregó plata en los 80 con vallas, únicamente por debajo de la chilena Eliana Gaete Lazo 11.7 por 11.8 segundos.
Bertha fue también la primera deportista cubana que compitió en los Juegos Olímpicos. En su debut en ese nivel, Melbourne 1956, llegó a semifinales y con 11.2 segundos quedó quinta. En Roma 1960 quedó excluida de la semifinal cuando en su serie eliminatoria solo llegó a 11.7. Fue la mejor deportista de su nación antes de 1959 y todavía brillaba a principios de los años 60. Desgraciadamente, me dolió y me duele, emigró hacia Estados Unidos donde descansan sus restos.
No debemos olvidar su calidad atlética ni ocultarla. Seríamos dogmáticos, antihistóricos y antihumanos. En su quehacer victorioso, como en el de todo creador, hay mucho de su tierra natal.
Nuestra inicial as olímpica, también la primera en conquistar ese honor para América Latina es muy conocida y respetada en el mundo: María Caridad Colón. Más allá de esa gloria, incrementada al ser escogida para las altas esferas del Comité Olímpico Internacional, están sus combates contra dogmas, incomprensiones, lesiones y su posición siempre de pueblo.
Fue una lanzadora la primera atleta de nuestro país que se convirtió en medallista en la lid individual: la jabalinita Florinda Viamonte, con un envío de 28.16 metros en los IV Centroamericanos y del Caribe de Ciudad de Panamá 1938, solo superada por Rebeca Colberg, de Puerto Rico, y Marina Soto, de México, con 30.25 y 29.30, respectivamente.
También cuatro muchachas de la Mayor de las Antillas se convirtieron en las iniciales galardonadas en las lides colectivas al lograr el subtítulo en el 4x100: Marta Velasco, Carmen Ortega, Zenaida Castro y Olga Agüero. Vencieron las istmeñas Natalia Talvez, Nora Thorne, Adela Montilla y Nilda Villaverde con 51.3 segundos. No se anotó el tiempo de las contendientes plateadas ni el de las ocupantes del escalón bronceado, las de Jamaica.
En anteriores lidias de este tipo, hubo medallistas y hasta titulares en las filas femeninas de la isla más grande del Caribe, pero en natación, baloncesto y tenis.
La primera campeona cubana en el deporte rey es la discóbola Alejandrina Herrera, que se impuso con 37.18 metros en Ciudad de México, teatro del séptimo certamen centrocaribeño, en 1954. Su éxito la condujo a ser considerada el mejor deportista del país ese año, tanto en el sector masculino como en el femenino, a pesar de los esfuerzos de muchos funcionarios del sector y de los clubes aristocráticos que la discriminaban por negra, mujer, pobre, ser de origen campesino y porque militaba en la Juventud Socialista. Eso determinó su no asistencia a los Primeros Juegos Panamericanos de Buenos Aires 1951, pese a sobrepasar la marca mínima establecida para obtener ese derecho.
Hablemos de los Juegos Panamericanos. Bertha Díaz es la primera cubana en conquistar una presea dorada y la primera galardonada en esa cita para la nación caribeña, cuando con 7.5 segundos dominó los 60 metros planos de la gran fiesta de 1955, acogida por la capital de México. Agregó plata en los 80 con vallas, únicamente por debajo de la chilena Eliana Gaete Lazo 11.7 por 11.8 segundos.
Bertha fue también la primera deportista cubana que compitió en los Juegos Olímpicos. En su debut en ese nivel, Melbourne 1956, llegó a semifinales y con 11.2 segundos quedó quinta. En Roma 1960 quedó excluida de la semifinal cuando en su serie eliminatoria solo llegó a 11.7. Fue la mejor deportista de su nación antes de 1959 y todavía brillaba a principios de los años 60. Desgraciadamente, me dolió y me duele, emigró hacia Estados Unidos donde descansan sus restos.
No debemos olvidar su calidad atlética ni ocultarla. Seríamos dogmáticos, antihistóricos y antihumanos. En su quehacer victorioso, como en el de todo creador, hay mucho de su tierra natal.
Nuestra inicial as olímpica, también la primera en conquistar ese honor para América Latina es muy conocida y respetada en el mundo: María Caridad Colón. Más allá de esa gloria, incrementada al ser escogida para las altas esferas del Comité Olímpico Internacional, están sus combates contra dogmas, incomprensiones, lesiones y su posición siempre de pueblo.
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