Lezama Lima, el don de la ubicuidad

José Lezama Lima. Foto tomada de la cuenta en Twitter del Canal Habana.

Por: Abel Rosales Ginarte

Enigmas, claves y alegorías palpitan en la obra del poeta y ensayista habanero José Lezama Lima. Su muerte el noveno día de agosto de 1976 dibujó un signo de tristeza en el alma cubana. Lezama Lima se adentró en las virtudes y pasiones del misterio que nos acompaña a los que hemos nacido en esta Isla.

Inalcanzable a veces para ojos apurados, él, junto a Alejo Carpentier, estableció una línea poderosa que advierte el espíritu barroco que nos acompaña. Ambos mantienen el cetro de los más grandes novelistas y ensayistas del siglo XX antillano.

Las calles de La Habana le recuerdan con su andar lento, sus pasiones y sus miedos. Consagrado en cuerpo y alma a esta ciudad, aquí nació y murió. Su novela Paradiso, publicada en 1966, es un referente literario en lengua española. José Cemí, el protagonista, remite de inmediato al autor en su devenir externo e interno, camino de su conversión en poeta. Lo cubano desempeña un papel fundamental en la obra, como ocurre en su colección de ensayos La cantidad hechizada, de 1970.

En Revelaciones de mi fiel Habana, Lezama Lima confirma una pasión que sigue teniendo fuerza: "El béisbol es uno de los grandes amores de La Habana. Un dinámico fanatismo en el que la capital no concede alternativa a ninguna otra localidad cubana".

Todos los días el ingenio lezamiano nos sorprende, nos empuja con fuerza vital más allá de lo humano y lo divino. Recorrer su adorado prado y sentarse a recibir el aroma salobre que llega de la bahía habanera basta para escucharlo con su voz de tornado caribeño.

"Asoma ahora el ángel nuestro, el llamado para la invocación final ángel de la Jiribilla. Igual, por lo menos, al ángel de Bética; superior a la lucha entre el ángel y el duende, en que este riega con niebla y con espíritu de lo errante las alas intermedias", escribe Lezama Lima en su ensayo Lectura.

En esta hora final donde la Isla toda lo evoca en cuerpo y alma, ese ángel poderoso, rebelde, inmortal lo llama por su nombre: "Jiribilla que asusta a la muerte y la obliga a la arrecida de la hoja del barbero clásico. Que le hace un cuento a la muerte, que le saca los dientes de ajo para su secuestro en caballo ligero. Rapto de la muerte en caballo pequeño sobre un tambor que llora, que rota en sentido contrario al de las agujas de un reloj".

La Habana sin tiempo ni espacio sigue siendo un canto eterno en las imágenes poderosas y unificadas de José Lezama Lima, un hijo que como el ángel de la Jiribilla, diablillo de la ubicuidad, no se resigna al olvido.

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