Fidel a nuestro lado

Diseño: Alejandro Castro Acosta/Radio COCO.

Por: Reynier Rodríguez Pérez

A propósito del aniversario 70 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, Fidel a nuestro lado rememora discursos históricos del líder revolucionario durante las celebraciones de la Rebeldía Nacional.

Hoy sugerimos repasar fragmentos de la intervención del 26 de julio de 1983, en Santiago de Cuba. Esta comienza compartiendo la alegría del Comandante en Jefe por haber podido cumplir su promesa de hacer una Revolución.

Santiagueros;
Compatriotas de todo el país:

Quise escribir estas palabras para impedir que la emoción de la fecha, el calor de la tarde, la dimensión del acto y el esfuerzo de la improvisación, restasen precisión a los conceptos y equilibrio a los pronunciamientos. Con cariño, entusiasmo, júbilo y fervor, esperó nuestro pueblo este aniversario. Constituye para mí y para todos los compañeros sobrevivientes una singular experiencia, después de 30 años, reunirnos aquí con el pueblo de Santiago de Cuba, para conmemorar aquella fecha con la que nuestra generación inició el camino de la liberación definitiva de la patria. Ninguno de nuestros antecesores en la larga lucha de nuestro pueblo por la independencia, la libertad y la justicia, tuvo semejante privilegio. Justo es que nos inclinemos, respetuosos, ante los que nos señalaron el camino, los que desde 1868 hasta hoy enseñaron a nuestro pueblo los senderos de la Revolución y con sus vidas, sus sacrificios y su heroísmo la hicieron posible, muchas veces sin conocer más que la amargura de los reveses y la distancia aparentemente insalvable e infinita entre el esfuerzo y la meta.

Fidel hace, en aquel acto, un recorrido por la historia nacional. Quiere acotar que en Cuba ha habido, desde Yara, una sola Revolución.

Incuestionablemente, los que estamos ante ustedes hoy no somos los mismos de entonces; necesitábamos vivir estos 30 años de rica e inimaginable experiencia para adquirir los conocimientos y la madurez que solo la escuela de la propia Revolución es capaz de enseñar. Todo era entonces como un sueño. Con aquel caudal de sueños iniciamos nuestra lucha. Soñadores nos llamaron incluso muchos de nuestros contemporáneos, no convencidos en absoluto de que el destino de nuestra nación podía cambiar, y debía inexorablemente cambiar.

Ya Martí había expresado mucho antes: "El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber"; y ese es el único hombre práctico, cuyo sueño de hoy será la ley de mañana, porque el que haya puesto los ojos en las entrañas universales, y visto hervir los pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una sola excepción, está del lado del deber.

En el discurso de Fidel, saludando los 30 años de la histórica epopeya, están las claves de su personalidad.

En una sola cosa somos iguales al 26 de julio de 1953: la misma fe en los destinos de la patria, la misma confianza en las virtudes de nuestro pueblo, la misma seguridad en la victoria, la misma capacidad de soñar con todo aquello que serán realidades de mañana por encima de los sueños ya realizados de ayer.

En aquel entonces, aun nosotros mismos no éramos capaces de contemplar, en toda su magnitud y meridiana claridad, la etapa histórica que se iniciaba en ese preciso instante. Los combatientes revolucionarios acostumbran a cumplir el deber sencilla y naturalmente. No suelen pensar en la historia ni en la gloria. Visto ahora en perspectiva y a la luz de los acontecimientos de las últimas tres décadas, la lucha iniciada en Santiago de Cuba aquella mañana, culminaría victoriosamente un proceso que había durado casi un siglo.

El discurso del 26 de julio de 1983 hace gran énfasis en la continuidad histórica. Un aporte de Fidel a la conceptualización de nuestras guerras por la independencia.

La revolución independentista de Yara, iniciada en octubre de 1868, concluyó en la Paz del Zanjón, después de años de lucha desigual y extraordinariamente heroica.

La revolución de Baire, surgida en febrero de 1895, se vio trágicamente interrumpida con la intervención militar de Estados Unidos y el establecimiento del bochornoso status de dominio neocolonial yanki, legalizado por la odiosa Enmienda Platt. El derecho a intervenir en nuestro país, quedó humillantemente inscrito en la propia Constitución de la República. En estas guerras independentistas, cuando el país contaba apenas con un millón y medio de habitantes, nuestro pueblo combatió durante largos años contra más de 300 mil soldados españoles, lo que da una idea de la magnitud y el heroísmo de su esfuerzo.

Las luchas en la llamada etapa republicana y la Revolución de 1933, concluyeron una vez más en la frustración de las más caras aspiraciones del pueblo cubano, y en el afianzamiento del dominio imperialista sobre nuestra patria. Ochenta y cinco años después de Yara, se reanudaría nuestra lucha en el Moncada hasta alcanzar al fin, el primero de enero de 1959, la definitiva liberación del país. No cayó la fortaleza en el primer asalto, pero caería cinco años y medio después, y con ella todo el aparato militar de la odiosa tiranía, sobre la que se sustentaba el régimen de explotación y dominio imperialista en Cuba.

Versiones Taquigráficas del Consejo de Estado

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