Dijo Leal que «La Habana es un estado de ánimo». Y el ánimo -podria pensarse- se “construye” desde adentro, pero también desde afuera. Y La Habana, como cualquier ciudad, tiene sombras que destruyen el ánimo y luces que devuelven la utopías.
En el Centro Histórico de la ciudas hay muchas de esas luces: las marcas de ayer, restauradas por la Oficina del Hiatoriador son brisa fresca para el ánimo.
Hay en el pasado un atractivo casi místico, y en las maravillas arquitectónicas de la urbe, los reflejos de un esplendor que hasta hace sucumbir una ráfaga de nostalgia por las “glorias pasadas”.
De todo cuanto hay para disfrutar en ese espacio que a veces parece otra Cuba, pocas edificaciones llaman tanto la atención como el hoy Centro para la interpretación de las relaciones culturales Cuba – Europa. Ayer, Palacio del Segundo Cabo. Entre el pasado y el presente, siglos de transformaciones a las que sobrevivió una de las edificaciones más imponentes de la la urbe capitalina.
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Erigido en las últimas décadas del siglo XVIII, entre 1770 y 1791, como parte del proyecto de mejoramiento urbano del entorno de la Plaza de Armas, es una obra del ingeniero cubano Antonio Fernández de Trevejos y Zaldívar y, se dice, uno de los primeros edificios que sustituyó la madera por el hierro.
El inmueble albergó la Intendencia, Contaduría, Secretaría, Archivo y Tesorería General del Ejército y las oficinas y residencia del Subinspector General Segundo Cabo, lo cual le otorgó el nombre con que se le reconoce.
Una vez culminada la dominación colonial española pasó a ser la sede del Senado de la República, por lo que en 1910 el arquitecto Eugenio Rayneri realizó obras de remodelación que alteraron las dos crujías del frente en la planta alta. Al trasladarse en 1929 el Senado hacia el recién construido Capitolio Nacional, se instala en el Palacio el Tribunal Supremo de Justicia.
Durante la década del sesenta fue sede de las Academias de Historia, de la Lengua, de Artes y Letras, el Consejo Nacional de Cultura y, finalmente, el Instituto Cubano del Libro.
“En 2010, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana comienza a acometer labores de restauración y conservación en el edificio (…) Fueron respetados todos los elementos originales (…) vinculándolos con las nuevas funciones e introduciendo otros más contemporáneos (…) para el buen funcionamiento del mismo, una vez concluido”, destaca la arquitecta Vivian Álvarez Isidrón.
En la actualidad es el Centro para la interpretación de las relaciones culturales Cuba – Europa.
“Desde la apertura de sus salas permanentes el 9 de mayo de 2017 se ha convertido en un sitio de referencia en la práctica museológica contemporánea en Cuba. La clave de su éxito se debe a la implementación de las nuevas tecnologías en función de mejorar la comunicación con sus públicos, a fin de explicar las relaciones de Cuba y Europa durante cinco siglos; lo que nos acerca, nos diferencia, lo que la Isla ha aportado al mundo.No se parece a ninguna otra institución museal, pues en su momento de concepción y materialización no existía un referente nacional que sirviera de modelo”, reseña el sitio web del Palacio.El historiador Joaquín Weiss en su libro Arquitectura colonial cubana describe al Palacio del Segundo Cabo con las palabras siguientes:
“El edificio es de un barroco muy mesurado –como prevaleció en España durante la primera mitad del siglo XVIII–, preludio del neoclasicismo. El soportal es una hermosa arcada romana de clásica pureza; el piso alto agrupa las tres ventanas centrales y las dos de cada lado por medio de cuatro pilastras, que alternan con salientes en la cornisa apoyados en placas recortadas, elemento de origen mudéjar que reestilizara el gran pintor, escultor y arquitecto granadino Alonso Cano. Las ventanas tienen estrechas guarniciones con discretas escotaduras barrocas, y sus proporciones achaparradas están de acuerdo con las normas del barroco civil gaditano; pero si por este motivo lucen algo bajas en relación con los vanos del soportal, las proporciones generales de la fachada quedan restablecidas por los acentos de los altos pilares que se intercalan en el pretil”.
El Palacio es sello indiscutible de la Plaza de Armas. Es una vista “obligatoria” y una visita casi siempre escogida. Es el ánimo de conservar para creer en el futuro.