Foto: Tribuna de La Habana. |
Por: Reynier Rodríguez Pérez
El estudio y divulgación de la vida y labor humanista, revolucionaria y patriótica de Mariana Grajales Cuello, a la que los cubanos hoy consideramos como Madre de la Patria, se ha venido incentivando con el tiempo: desde las instituciones educativas, científicas, de la cultura y otras áreas del saber afines.
En el Día de las Madres, recordar a la cubana que un buen día arrodilló a todos sus hijos y al marido delante de un crucifijo, y les hizo jurar a todos “delante de Cristo, que fue el primer hombre liberal que vino al mundo”, dijo, “libertar la patria o morir por ella”, es un deber ineludible con la Historia.
Se conoce que el sagrado juramento fue un motivo de orgullo e identidad en la estirpe fundada por ella, al punto que, antes de morir el esposo, Marcos Evangelista Maceo, conociendo lo inminente de su muerte, dijo a quienes lo rodeaban en sus últimos momentos: “he cumplido con Mariana”.
Los cubanos de este tiempo no imaginan que la madre de los Maceo Grajales ayudaba a muchos niños y familias, en campamentos mambises. Rosa Rizo Maceo -la hija menor de María Baldomera Maceo Grajales-, afirmó en algún momento de su vida: “[…] Yo conocí a Miguel La Paz, hijo de un esclavo que mi abuela crió. Mi abuela criaba a los hijos de los esclavos que se alzaban en la Guerra del 68.
“[…] Ella tenía un hijo que se llamaba Rafael y otro de crianza, con el mismo nombre, hijo de otro esclavo. Eso yo lo sé porque me lo contaba mi tía Dominga Maceo, que andaba con mi mamá y los demás muchachos junto con mi abuela en la manigua”.
Fue la madre de los hombres y mujeres de la guerra, y hasta hoy deviene símbolo de la mujer cubana. En La Habana, se le recuerda de manera permanente en el monumento erigido a su memoria en el Vedado, develado en el año 1928, obra del escultor Teodoro Ramos Blanco. Hasta allí, el amor de muchos lleva, en días como hoy, a colocar flores que saben del amor de los cubanos.
*Con información de los textos: Papeles de Maceo (Academia de Historia, 1998, t. 2); Hombradía de Antonio Maceo (Raúl Aparicio, 2001) y “Rosa, nieta de Mariana y sobrina del Titán” (Nereyda Barceló, en: Sierra Maestra, 1976)
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