Por Víctor Joaquín Ortega El joven Erislandi Álvarez y el veterano con ímpetu juvenil Roniel Iglesias se anotaron recientes victorias antes de los ocho rounds programados en sus respectivos combates, y Lázaro Álvarez ganó el título ligero de la máxima organización profesional boxística centrocaribeña en este mes.
Así, los antillanos elevaron a 20 el número de éxitos en lides rentadas, llevados con pasos cuidadosos y tácticos.
Hablando de pugilismo, el 16 de marzo de 1969 nació Juan Hernández Sierra, campeón mundial de los 67 kilos en cuatro ocasiones: Sydney 1991, Tampere 1993, Berlín 1995 y Houston 1999.
Primer cetro internacional: en el torneo juvenil del orbe en La Habana 1987. As panamericano cuatro años después en la capital cubana y repite la dicha en Winnipeg 1999. Centrocaribes: oro en Ciudad de México 1990 y Ponce 1999. Subtitular olímpico en Barcelona 1992 y Atlanta 1996.
Hernandez Sierra fue seleccionado entre los 100 mejores deportistas de su país en el pasado siglo, según encuesta popular. Ahora ejerce como entrenador.
Vamos hacia los Centrocaribes realizados en San Salvador, en marzo de 1935: primer natural de la Mayor de Las Antillas que obtiene la dorada entre las cuerdas: el 81 kilos Manuel García. Lo imita Wilfredo Rodríguez entre los completos, un luchador en realidad. Al ver los pocos representantes en ese peso y la baja calidad, decidió probar suerte y se impuso. Son segundos sus coterráneos Carlos González (51), Ángel Calvo (57) y Armando Díaz (60).
Terceros finalizaron Carlos Herrera (54), Claudio Marticorena (67) y Gilberto Bello (75). Wilfredo agregó la corona de su especialidad.
No todo es alegría en el tercer mes del año para los boxeadores cubanos. El día 21 de 1919, José Marroquín, Joe Mac Kurdy como nombre de guerra, se convierte en la primera víctima mortal sobre un encerado del país al ser noqueado con un golpe a la mandíbula propinado por Alex Publes en la instalación El Recreo, de Belascoaín, en el segundo asalto de un pleito.
El 23 de 1925, el camagüeyano Ángel Barreras es el segundo; fallece debido al castigo recibido el día anterior en una pelea efectuada en su provincia. El 8 de 1953 pierde la existencia por parecido motivo el guantanamero Pedro Javier Hernández, alias Kid Dinamita.
El boxeo es un deporte duro, riesgoso, no es el único. Y José Martí nos enseña en el número inicial de La Edad de Oro: “Los hombres de todos los países, blancos y negros, japoneses o indios, necesitan hacer algo hermosos y atrevido, algo de peligro y movimiento, como esa danza del palo de los negros de Nueva Zelandia”.
Mas indica en textos anteriores y posteriores, que lo virtuoso se pierde si lo esencial está en los negocios. En un planeta en crisis no hay ámbito salvo, y en lo atlético, ni las torres olímpicas están incólumes. Hay que adaptarse a ellas y adaptarlas a nuestros valores, los pies en la tierra y las alas preparadas.
Nuestra marcha por lo profesional entre las cuerdas está siendo conducida con pasos inteligentes, cuidadosos, sin prisa ni lentitud extrema, sin comenzar por el escalón más alto. A propósito de estos conceptos, un texto del historiador Mario Torres de Diego publicado en su libro Efemérides Deportivas es muy conveniente: 9 de marzo de 1946. “Se realiza un cartel de boxeo en el Palacio de los Deportes capitalino ubicado en la esquina de Paseo y Mar. Se enfrentan el cubano Ricardo Delgado y el mexicano Manolito Kid en una pelea a ocho asaltos, pero al inicio del sexto, el local, que mana sangre del labio inferior, avanza hacia el centro del ring, le levanta la mano al azteca y abandona el cuadrilátero, del que se retira de manera definitiva”. Se dio cuenta: no era su vía, su carrera.
Teófilo Stevenson sí encontró su camino de gloria para su patria y para él en el deporte del jab y el upper. Y lo mantuvo limpio, sin vender su cubanía aunque le ofrecieran millones.
Nacido el 29 de marzo de 1952 en Las Tunas, el boxeador más grande del mundo en el sector amateur y el olimpismo sano murió en La Habana al fallarle el corazón el 11 de junio de 2012. Merece un escrito especial. Se le dedicará.
Hablando de pugilismo, el 16 de marzo de 1969 nació Juan Hernández Sierra, campeón mundial de los 67 kilos en cuatro ocasiones: Sydney 1991, Tampere 1993, Berlín 1995 y Houston 1999.
Primer cetro internacional: en el torneo juvenil del orbe en La Habana 1987. As panamericano cuatro años después en la capital cubana y repite la dicha en Winnipeg 1999. Centrocaribes: oro en Ciudad de México 1990 y Ponce 1999. Subtitular olímpico en Barcelona 1992 y Atlanta 1996.
Hernandez Sierra fue seleccionado entre los 100 mejores deportistas de su país en el pasado siglo, según encuesta popular. Ahora ejerce como entrenador.
Vamos hacia los Centrocaribes realizados en San Salvador, en marzo de 1935: primer natural de la Mayor de Las Antillas que obtiene la dorada entre las cuerdas: el 81 kilos Manuel García. Lo imita Wilfredo Rodríguez entre los completos, un luchador en realidad. Al ver los pocos representantes en ese peso y la baja calidad, decidió probar suerte y se impuso. Son segundos sus coterráneos Carlos González (51), Ángel Calvo (57) y Armando Díaz (60).
Terceros finalizaron Carlos Herrera (54), Claudio Marticorena (67) y Gilberto Bello (75). Wilfredo agregó la corona de su especialidad.
No todo es alegría en el tercer mes del año para los boxeadores cubanos. El día 21 de 1919, José Marroquín, Joe Mac Kurdy como nombre de guerra, se convierte en la primera víctima mortal sobre un encerado del país al ser noqueado con un golpe a la mandíbula propinado por Alex Publes en la instalación El Recreo, de Belascoaín, en el segundo asalto de un pleito.
El 23 de 1925, el camagüeyano Ángel Barreras es el segundo; fallece debido al castigo recibido el día anterior en una pelea efectuada en su provincia. El 8 de 1953 pierde la existencia por parecido motivo el guantanamero Pedro Javier Hernández, alias Kid Dinamita.
El boxeo es un deporte duro, riesgoso, no es el único. Y José Martí nos enseña en el número inicial de La Edad de Oro: “Los hombres de todos los países, blancos y negros, japoneses o indios, necesitan hacer algo hermosos y atrevido, algo de peligro y movimiento, como esa danza del palo de los negros de Nueva Zelandia”.
Mas indica en textos anteriores y posteriores, que lo virtuoso se pierde si lo esencial está en los negocios. En un planeta en crisis no hay ámbito salvo, y en lo atlético, ni las torres olímpicas están incólumes. Hay que adaptarse a ellas y adaptarlas a nuestros valores, los pies en la tierra y las alas preparadas.
Nuestra marcha por lo profesional entre las cuerdas está siendo conducida con pasos inteligentes, cuidadosos, sin prisa ni lentitud extrema, sin comenzar por el escalón más alto. A propósito de estos conceptos, un texto del historiador Mario Torres de Diego publicado en su libro Efemérides Deportivas es muy conveniente: 9 de marzo de 1946. “Se realiza un cartel de boxeo en el Palacio de los Deportes capitalino ubicado en la esquina de Paseo y Mar. Se enfrentan el cubano Ricardo Delgado y el mexicano Manolito Kid en una pelea a ocho asaltos, pero al inicio del sexto, el local, que mana sangre del labio inferior, avanza hacia el centro del ring, le levanta la mano al azteca y abandona el cuadrilátero, del que se retira de manera definitiva”. Se dio cuenta: no era su vía, su carrera.
Teófilo Stevenson sí encontró su camino de gloria para su patria y para él en el deporte del jab y el upper. Y lo mantuvo limpio, sin vender su cubanía aunque le ofrecieran millones.
Nacido el 29 de marzo de 1952 en Las Tunas, el boxeador más grande del mundo en el sector amateur y el olimpismo sano murió en La Habana al fallarle el corazón el 11 de junio de 2012. Merece un escrito especial. Se le dedicará.
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