Natilla Jiménez le hacía honor a su apodo

El béisbol cubano le debe mucho a "Natilla" Jiménez (a la derecha en la foto). Foto: Cubahora. 

Por: Víctor Joaquín Ortega

Sobre el box, Pedro "Natilla" Jiménez frente a los peloteros nicaragüenses en los Juegos Centroamericanos de Panamá 1938. Si bien el lanzador y uno de los atletas más refulgentes del  cuarto certamen de este tipo ha sido su coterráneo Agapito Mayor -cuatro victorias y ninguna carrera limpia- escuche al del dulce nombre: "Tengo que ganar este quinto juego". Lo dijo, lo hizo y los pintó de blanco aquel 5 de febrero.

Cuba ascendía por tercera ocasión a lo más alto del podio beisbolero en el clásico: lo logró en México 1926, pero en La Habana 1930 sufrió un resbalón de plata y en San Salvador 1935 regresó al mejor escaño.

Después, el vencedor en el citado encuentro actuaría con el seleccionado de su patria que brilló en los Campeonatos Mundiales Amateur de 1939, 1940 y 1943. Con posterioridad se batió desde la lomita en la liga profesional.

El periodista, en el que no ha muerto su amor por los Rojos del Habana, disfrutó bastante con la conversación tenida con él sobre aquella victoria sobre el eterno rival, los azules del Almendares, tres por cero, el 21 de enero de 1946: "Tuve que ponerle a la bola; ese equipo era duro de verdad".  

Este periodista lo conoció a principios del triunfo de la Revolución, cuando Natilla se dio por entero al apoyo del desarrollo de nuestra pelota, con gran peso en los torneos nacionales y en la forja de varios graduados en las aulas que no poseían la cultura del terreno.

Él se mantenía en la segunda línea, tras bambalinas, lejos del bullicio, y en realidad estaba en la primera como ser humano y como técnico.

Sin él estos dirigentes noveles no hubieran avanzado. Varios lo consiguieron aunque no pocos de ellos no poseen la misma altura como personas, ahogados en un charco de tequila y wiski. Aquí no loaban el papel de su mentor con el merecimiento debido, y mostraron ciertas molestias cuando lo entrevistaban.

Pedro Jiménez era un hombre sencillo, tan dulce como su apodo. El Natilla le venía de su abuelo y de su padre, capaces de cambiar la otra parte del menú por un postre de esta clase.

En medio de estos recuerdos, al periodista le viene a la mente una broma que le hicieron a Pedro durante un reportaje al equipo nacional. La encabezó Gilberto Torres y le dio calor Eddy Martin.

En un momento de reposo, lo comenzaron a molestar al hablar con soltura y y sabrosura de algo que le desagradaba. De contra, el cronista agregó leña al fuego al decir y revelar el origen del soneto "34 y medio" de Rubén Martínez Villena. Al final, el profesor tuvo que reírse y comentó: "Gilberto, Eddy, ustedes son tremendos (...)".

El 8 de marzo de 1979 falleció en su Habana Pedro Andrés "Natilla" Jiménez Acosta, según publica Mario Torres de Diego en su libro "Efemérides Deportivas". 

Había muerto un hombre digno, que entregó lo mejor de sí al adelanto del béisbol en su patria cuando el deporte era un derecho del pueblo. Había dicho adiós a la existencia un ser humano bueno que había cumplido muy bien su labor en la vida.

YER

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