Idolatría por Fidel Castro

Fidel Castro. Foto: Cubahora. 

Por: Ania González Rodríguez

La primera vez que tuve cierta conciencia de quién era Fidel Castro estaba en tercer grado y como me gustaba mucho recitar, semana antes del primero de enero de 1960 me entregaron la poesía de Jesús Orta Ruiz, El Indio Naborí, "Marcha triunfal del Ejército Rebelde", y debía aprenderme las tres últimas estrofas, pues la presentaríamos en un coro de cinco niños en el parque de Manzanillo.

Cuando le dije a mi padre de mi tarea, se puso muy contento, pues era un combatiente y fervoroso revolucionario, de él, creo, heredé el gusto por la poesía, pero también mi idolatría por el Comandante en Jefe.

Sin embargo, esa vez me dijo: "Pero te debes repasar la poesía completa y saber lo que significa, lo que vas a recitar y así me explicó palabra por palabra, verso por verso, la composición del Indio Naborí y el significado de lo que decían las estrofas dedicadas a él, para mí la más dulce clase recibida de la historia de la Revolución.

Nunca he olvidado aquellos versos: "Fidel fidelísimo, retoño martiano,
asombro de América, titán de la hazaña
que desde las cumbres quemó las espinas del llano y ahora riega orquídeas, ¡flores de montaña!

Y esto que las hieles se volvieran miel,
se llama… ¡Fidel!
Y esta que la ortiga se hiciera clavel,
se llama…¡Fidel!
Y esto que la patria no sea un cuartel,
se llama…¡Fidel!

Y esto que la bestia fuera derrotada por el bien del hombre,
esto que la sombra se volviera luz,
esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre:
FIDEL CASTRO RUZ".

Así Fidel se volvió protagonista y presencia constante en mi familia, que era solo un pedacito de este pueblo inmenso y fiel que con él realizó y sigue realizando increíbles proezas.

Y volvió mi padre a confirmar mi idolatría por el Comandante en Jefe, fue un momento triste, estaba mi progenitor en su lecho de muerte y Fidel había sufrido un accidente en un acto en Santa Clara.

Allí en aquella sala del hospital debía yo darle el parte sobre la salud del Comandante, y así fue hasta su último día de conciencia; ese fue su último ejemplo de amor al líder en el que tanto confió. Después los he recordado a ambos, con la alegría de haberlos tenido como los bastiones de mi vida.

Cierto que la Patria vive hoy momentos muy dífíciles y el pensamiento de Fidel Castro es como un escudo, en tiempos como estos es cuando más tenemos que seguirlo, porque es la manera de recargar la energía del compromiso, la entrega, la dignidad, la entereza y la decisión de no dejarnos arrebatar jamás la esperanza. 

En el siguiente audio puede escuchar el testimonio:

YER

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