Una trabajadora de salud descansa en su puesto de trabajo. Foto: Roberto Morejón |
En Cuba existen 11 mil 432 consultorios del Médico y Enfermera de la Familia, tan solo en el radio de un kilómetro alrededor de la barriada donde resido, en el municipio Plaza de la Revolución, se pueden contar cuatro de ellos.
Aunque esta cifra varía, en dependencia de cada territorio o provincia, una de las fortalezas de la atención primaria de salud es su accesibilidad.
Hasta hace poco más dos años las dinámicas del consultorio médico que me corresponde y de su personal me eran casi indiferentes. Sin embargo, la necesidad de un seguimiento prolongado transformó esa realidad.
La primera visita antes que iniciara el maratón, que aún no concluye, fue en el mundo de ayer. No usábamos mascarillas, ni cloro, nos rosábamos sin miedo y hablábamos unos encima de los otros.
Más de 500 días después no recuerdo bien las manos de la doctora, ahora casi siempre cubiertas con guantes. A veces olvido la tonalidad de su pelo, oculto bajo un gorro, y me resulta difícil definir el color de sus ojos. Pero si sé que es madre de una adolescente a la que adora, y que una vez lloró mientras le daba el pésame a un paciente por el fallecimiento de su esposa. Un instante que quiso controlar y no pudo.
La capitalina Genoveba Glaria Fernández y su esposo sintieron en experiencia propia la calidez y la entrega de los médicos cubanos. Foto: Cortesía de la entrevistada. |
En el consultorio la sustituyó una madre de tres, de ellos, uno de diez años.
Entre consulta y consulta las escucho: la migraña; las alergias; los baños y el lavado de manos casi obsesivo; la colega que se contagió; el paciente en estado crítico. No son lamentos; son los matices de su nueva normalidad.
Casi todos los médicos que conozco han pasado por la “zona roja”, por los centros de aislamiento o por donde hagan falta. Pocas cosas en sus vidas son lo que un día fueron. Semanas alejadas de sus viviendas, mudanzas temporales para evitar el contagio de los más vulnerables. Pasar de intentar curar a intentar ser curados. De trabajar con recursos limitados a hacerlo con menos de lo imprescindible. Ver a profesores morir, a colegas conectados a los respiradores.
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¿Cómo le digo que no tengo nada para calmarle el dolor?
¿Cómo le pido que lo entienda?
¿Cómo le hago ver que yo también estoy aquí?
¿Cómo disimulo el sueño, el cansancio, la impotencia?
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El Cuadro Básico de Medicamentos del país está conformado por 619 productos: 351 para hospitales y 268 para farmacias. De ellos, el 42 por ciento son importados y el 58 por ciento son de producción nacional.
De acuerdo con el Ministro de Salud, José Ángel Portal, -en declaraciones ofrecidas a mediados de pasado año en el programa televisivo Mesa Redonda- “desde los primeros meses de 2020 se ha incrementado el número de faltas y las bajas coberturas de medicamentos, deteriorándose la estabilidad alcanzada”.
La atención primaria de salud juega un papel fundamental en la contención del nuevo coronavirus. Foto: Tribuna de La Habana. |
Los números que exhibe el Sistema de Salud Pública y que lo convierten en referente en la región son más que conocidos. Solo por citar un ejemplo, “Cuba se ubica junto con Costa Rica y Chile entre los países con mejores niveles de salud infantil de América Latina (…) y también sobresale en la región por sus niveles de maternidad sin riesgo”.
En lo referido a la Pandemia, la nación logró controlar los contagios durante poco más de un año. No obstante, la llegada al país de la variante Delta, la imposibilidad económica de sostener otra cuarentena, las limitaciones de insumos básicos para el trabajo en la salud, son algunos de los factores que han provocado escenas críticas en varias instalaciones sanitarias de diferentes provincias del país.
Y en medio de todo, los profesionales de la salud.
En una publicación en la red social Facebook, el Ministro de Salud, en un llamado de atención ante la cifra de contagios en edades pediátricas, expresaba: “A diecisiete meses de que la COVID-19 irrumpiera en nuestras vidas, la llamada fatiga pandémica es una realidad que enfrentamos todos” (…)
Las guardias de los profesionales de la salud son tensas, sobre todo en los hospitales. |
A todo esto, se adicionan las condiciones específicas de la nación, donde es muy difícil acceder a los insumos básicos. Porque, resulta obvio, pero se olvida fácil, fuera del hospital la vida continua; y ya, sin la bata blanca o los trajes verdes, los héroes no se distinguen del resto de nosotros, los mortales.
Caridad es residente de cirugía pediátrica en el hospital capitalino William Soler. Ha sido dos veces paciente de COVID, una de ellas se contagió en el trabajo, otra, a través de un familiar. En ningún caso ha descansado lo suficiente. En cuanto negativiza, en cuanto los peores síntomas se esconden regresa al hospital. Ella sabe lo que representa una ausencia, sabe la falta que hace. Dice que se siente bien: “cansada, como todos. Después de una guardia no soy persona”. Pero, ¿qué representa hoy para los doctores estar cansado?
Durante el primer año de pandemia fueron virales en Internet los videos de médicos y enfermeras de todas partes del mundo que solicitaban a las personas que se quedaran en casa. En muchos de ellos se les veía llorar, con el rostro lleno de marcas de tantas horas con las mascarillas. En cada lugar se prepararon iniciativas para apoyarlos y agradecerles.
En Cuba durante algunos meses se aplaudió a las nueve de la noche en honor a los galenos. Hoy, cuando la situación para ellos es más compleja, ya no aplaudimos.
En policlínicos comunitarios se refuerza hace más de 17 meses el control y cumplimientos de las medidas epidemiológicas. |
En 2019, Cuba contaba con más de 100 mil médicos activos, con lo cual alcanzó la cifra más alta de la historia y con ello un indicador de los primeros en el mundo, con la proporción de 9,0 médicos por mil habitantes. De los más de 485 mil trabajadores del Sistema Nacional de Salud, alrededor de 234 mil son profesionales de las diferentes ramas de las ciencias médicas que laboran en más de 13 mil instituciones sanitarias del país.
Cualquiera de ellos tiene hoy más de una historia desgarradora que contar. Cualquiera ha tenido, o tendrá, un punto de quiebre: un grito, una lágrima, una maldición.
No son héroes, son gente como uno, con la responsabilidad de miles de vida a cuestas. Se escribe fácil y se dice más fácil aún, pero ¿cuánto pesa ese encargo en estas horas?