El desquite de Enrique Figuerola en San Juan 1966

Más allá de los lauros conquistados, Figuerola es uno de los deportistas cubanos más brillantes de todos los tiempos. Foto: Granma.cu.
Por: Víctor Joaquín Ortega

Con la aureola del cuarto puesto en los 100 metros planos de los Juegos Olímpicos de Roma 1960 llegó el cubano Enrique Figuerola como favorito a los IX Juegos Centroamericanos y del Caribe de Kingston, Jamaica, en 1962.

El santiaguero no se sentía en plena forma. Lo había enlazado cierta fatiga. Varios descreídos lo criticaron sin profundizar. Hubo quien se atrevió a mencionar la palabra decadencia, otros mostraron las espaldas y hasta hablaron del adiós a las pistas.

El golpe provenía de un equivocado entrenamiento, copia de métodos estadounidenses separados de las condiciones físicas del corredor cubano: aquella doble sesión, a partir de teorías, sin tener en cuenta la individualidad, lo sobrecargó y lo dejó fuera del podio.

Así lo analizó el exvallista y destacado entrenador Lázaro Betancourt, vicepresidente del área deportiva en la Unión de Historiadores de Cuba en La Habana.

Sin embargo, ni el revés ni las posiciones adversas pudieron amedrentar a Figuerola. Adiestrado correctamente con posterioridad, mantuvo su acostumbrada disposición y disciplina. En otras justas “noquearía” a los descreídos.

Luego fue campeón panamericano (10.3 segundos) en Sao Paulo 1963. As de la tercera Universiada de Sofía 1961 con 10.38, título que Porto Alegre 1963 (10.34). Y una gran revancha llegó en los Juegos Olímpicos de Tokio, en 1964.

En la lid nipona fue segundo con 10.2, solo superado por el espectacular estadounidense Bob Hayes, quien estampó 10 segundos exactos.

Con ese resultado, Figuerola se convertió en el primer medallista olímpico después del triunfo de la Revolución Cubana. Sin embargo, la espina clavada en aquel centrocaribe estaba presente.

Entonces, en San Juan 1966 se abrió ante él la posibilidad de la redención. Derrotados los yanquis en su intento de no dejar asistir a Cuba, el buque Cerro Pelado arribó sorpresivamente a aguas cercanas a la sede boricua.

El adiestramiento en la cubierta del barco en medio de los vaivenes de las aguas del Caribe, los males estomacales, los aviones yanquis sobrevolando la nave, las amenazas, el salto peligroso a las lanchitas, el arribo, nada de eso impidió que Figuerola buscara la gloria.

En la prueba reina de la velocidad, el “Fígaro”, como le llaman cariñosamente, corrió los 100 metros en 10.2 para ascender a lo más alto del podio. En busca de más galardones para su colectivo se lanzó en los 200 metros y alcanzó bronce con 21.4.

El 17 de julio de 1967 igualó el récord mundial (10 segundos) en carrera realizada en Budapest, Hungría. Luego fue el finalista del relevo corto en la cita olímpica albergada por México, en 1968, donde la posta integrada también por Hermes Ramírez, Juan Morales y Pablo Montes conquistó plata con 38.40 segundos, solo superados por Estados Unidos con 38.24, entonces récord del mundo.

Figuerola fue elegido como el deportista más destacado en la primera década (1961-1971) de creado el Instituto Naciona de Deportes, Educación Física y Recreación y luego lo exaltaron al Salón de la Fama del Atletismo Latinoamericano.

Más allá del tiempo y los lauros conquistados en el atletismo, Figuerola es uno de los deportistas cubanos más brillantes de todos los tiempos.

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