Prohibido rendirse, Soberana nos espera

La situación sanitaria actual de La Habana demanda de mucha responsabilidad de los ciudadanos. Foto: Nuria Aguilera Zayas. 

Por: Nuria Aguilera Zayas 

En conformidad con el protocolo cubano del enfrentamiento a la Covid-19, donde la vida humana es el presupuesto principal, La Habana entró este mes a la reapertura gradual de la vida pública.

La sensible reducción en los últimos días del número de focos, eventos y personas contagiadas, junto a la disminución de los pacientes que transitan por los estados crítico y de gravedad, así como de víctimas fatales de la dolencia, avalan el levantamiento de varias restricciones que frenaban el normal desarrollo económico-social de la urbe. 

Entre estas se pueden mencionar las vinculadas al transporte público y la circulación vial, la estadía en espacios públicos en horario vespertino y las prestaciones en las diferentes entidades de servicio, incluidos personales y de la salud.

En estas nuevas condiciones de estabilidad sanitaria, cuando se reanudan diferentes esferas de la vida en sociedad como el curso escolar y la producción de bienes y servicios indispensables para la población, el mayor reto sigue siendo el de producir sin descuidar la protección personal ni colectiva, en un contexto epidemiológico aún muy peligroso donde la mejor terapia es todavía la prevención.

Como se ha venido reiterando por parte de directivos del Partido Comunista de Cuba, el Gobierno y el sector de la Salud Pública en la capital cubana, el peligro estará acechando hasta tanto se pueda acceder a la aplicación masiva de nuestro candidato vacunal Soberana-01, en exitosa fase de experimentación en diferentes grupos humanos.

La fecha prevista para la administración segura a la población es para el primer semestre del venidero año, de modo que no hay otra alternativa que mantener las medidas de protección individual y colectiva aprendidas en estos cerca de siete largos meses de confinamiento.

La etapa de aprendizaje ya pasó. Ahora toca poner en práctica lo aprendido en relación con el uso del nasobuco, el distanciamiento físico y las normas de higienización establecidas para la protección familiar y colectiva, cuando las infracciones que ponen en juego la salud de todos suelen costar tan caras que podrían afectar severamente no solo los bolsillos, sino también la propia vida.

Librémonos entonces de inmadureces y otras malas actitudes que nos asedian y continuemos corriendo con paso seguro hasta la meta, pues no se trata de una carrera de velocidad y si de resistencia hasta alcanzar nuestra vacuna de la vida contra esa peligrosa enfermedad que cada día arrebata una milenaria cifra de personas en el mundo.

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