Por Víctor
JoaquínBetty Cuthbert fue la reina de la velocidad en los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956. Foto: https://www.timetoast.com.
La joven australiana Betty Cuthbert es una de las finalistas de los 100 metros planos en Melbourne 1956. Mucho ha admirado a sus compatriotas Marjorie Jackson y Shirley Strickland, quienes cuatro años antes maravillaron en Helsinki: la primera reinó en el hectómetro (11.5 segundos, con marca mundial incluida) y Shirley obtuvo bronce con 11.9.
Ambas abrieron el camino para Betty. “No les voy a fallar a mi país ni a ellas”. Rivales: la alemana Stubnick, la australiana Mathews, la estadounidense Daniels, la italiana Leone y la inglesa Armitage. ¿Quién puede con esta muchacha que de gran promesa pasa a velocista de oro?
Con 11.5 segundos se impuso, y en su serie venció el mejor tiempo del clásico en la especialidad al conseguir 11.4. Plata la germana y tercera la coterránea, ambas con 11.7.
En 200, Betty fue un relámpago con 23.4 segundos, adiós al registro máximo de la distancia entre las mujeres. Fue escoltada por las mismas rivales y en el mismo orden con tiempos de 23.7 y 23.8, respectivamente.
El relevo. De Strickland a Norma Croker, de esta a Fleur Mellor y batón en mano Betty entra como una tromba en la gloria. La dicha se completa al quebrar la marca universal y enviar a las teutonas al segundo peldaño 44.5 por 44.7 segundos. Tres coronas para la monarca del deporte rey en los decimosextos juegos.
veterana Shirley Strickland, con el añadido de De la Hunty en su apellido desde 1952, repitió en las vallas cortas con 10.7, logro para despedir el récord del clásico. Acumuló tres premios máximos, dos de bronce y uno de plata en tres certámenes de este tipo, pues en Londres 1948 había sido tercera como vallista y subtítulo en el relevo. Otra estrella.
Aunque la heredera de tanta gloria no estuvo en Roma 1960, no se marchen. Ella esperó a Tokio 1964, donde por primera vez se programan los 400 lisos para las mujeres. Había perdido, como es lógico, velocidad en sus piernas y rapidez de reflejos; había ganado fortaleza y resistencia mayores. Serán testigos de la lucha decisiva.
Oponentes más difíciles Judith Amoore, también australiana, y la británica Ann Parker. Algunos entendidos, sin descontar en sus propia filas, estaban más por la novata que por la experimentada.
Esa
manía de menospreciar a los más experimentados sin analizar, sin profundizar.
La luz propia de la británica Parker iluminaba y la hacía favorita. Y los
escépticos, cuando menos con sus comentarios entre comedidos y lejos de lo victorioso:
“No le va a ser fácil...”, “le falta fogueo...”, “los años son los años...”.Betty Cuthbert fue una de las mujeres que llevó la antorcha en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000. Foto: https://www.illawarramercury.com.au
¡Corren! Ciclones sobre la pista. Amoore está siendo superada por la de Inglaterra. Solo quedan dos mujeres batidas por el cetro: la otra representante de Australia y Ann Parker. Llegan. Primera la del país de los canguros, gracias a sus 52 segundos triunfa Betty; Parker no pudo con el estupendo final de su contraria y es la subtitular (52.2). Debe alegrarse a plenitud en los 800: victoria con 2:01.1, que mejora el récord mundial.
Desde Melbourne 1956 las australianas no conquistaban el oro en el atletismo olímpico. En Roma 1960 solo subió a lo más alto del estrado de los galardonados un miembro de esa representación: Herb Eliot con récord mundial en los mil 500 al cronometrársele 3:35.6.
Betty Cuthbert no solo alcanzó una nueva corona para su país. Se convirtió también en el único contendiente dorado, mujer u hombre, de esa nación en el campo y pista de los de Tokio 1964.