Historias olímpicas: serían campeones, pero...

Final de los 800 metros planos en la cita olímpica de Ámsterdam 1928, donde las ganadoras de oro y playa casi terminan desmayadas. Foto: Olympic.org.
Por Víctor Joaquín Ortega

No son pocas las historias como estas, de atletas que pudieron ser campeones olímpicos, pero se descuidaron y... ¡a sufrir!

Aquí está Jules Ladoumegue. La prensa ha expresado sobre él: “Recordman del mundo, alma de poeta, inteligencia que vuela alto, para los franceses la encarnación del corredor”. Ya se ve con el puesto cimero de los mil 500 metros en la justa bajo los cinco aros de Ámsterdam 1928. Se siente tan seguro que por algún resquicio de la autosuficiencia puede deslizarse la inseguridad enlazada a la sorpresa.

Encabezaba el combate. En la recta final el finlandés Harri Larva está muy cerca. Trae un paso endemoniando, lo sobrepasa. Para el monarca un tiempo de 3:53.2 minutos y el ocupante del segundo escaño llega con 3:53.8.

El público desde las tribunas convierte en abucheo los aplausos que él sentía suyos. En la propia delegación encuentra indiferencia. La cabeza se le quiere reventar. La vida se le quiere reventar... Sobre esta derrota escribirá: “El campeón feliz se convirtió en campeón torturado”. 

En 1930, Jules Ladoumegue será de nuevo poseedor de la marca del planeta con 3:49.2; obtendrás varias victorias. Mas en los novenos juegos es un atleta hecho dolor. 

No es el único triste en la lid albergada por Bélgica. El balista estadounidense Herman Brix está seguro de la corona con sus 15.75 metros. La mayoría andan rezagados. No tiene que excederse en los envíos.

Última oportunidad para su coterráneo John Kuck. El impulso. El peso por el aire. Aterriza: adiós al récord del orbe: ¡15.87! El lanzador superado no olvidará aquel resbalón plateado ni cuando con el nombre de Bruce Bennet es un actor de cine. Esta tarde al no poder ascender al escalón más apetecido ha llorado más que las estrellas de los filmes. Lo peor son las lágrimas del alma.

No se queje Brix, pues al sudafricano Weightman Smith le pasa algo peor. Enganchado con la dicha de romper la plusmarca del orbe en los 110 metros con vallas en semifinales: 14.6 segundos, en la carrera decisiva el nerviosismo lo atrapa, arranca tarde y...quinto puesto al no bajar siquiera de 15 segundos.

De su propio país fue el vencedor: Sid Atkinson con 14.8. Smith se va con las manos vacías luego de mostrar condiciones: amén de quebrar el tope, en una eliminatoria hizo 14.8. Sigamos en el atletismo de Amberes.
 John Kuck, de Estados Unidos, sorpresivo ganador de la impulsión de la bala. Foto: Olympic.org.
Debutan las mujeres en el deporte rey. Los 800 lisos. La japonesa Kinue Hitomi a la vanguardia de la prueba desde la salida. Se ha dado entera en cada zancada. ¡Cuidado, ahí viene la alemana Linda Radke! La germana, la nipona... Ambas se derrumban al pasar la meta. Gana la europea 2:16.8 minutos por 2:17.6.

El susto es tal que los extremistas excluyen la distancia del programa femenino. Regresará en Roma 1960 para no irse jamás. Sid y la Hitomi no administraron correctamente sus fuerzas. Ellas dos, Brix y el sudafricano nunca ascendieron a lo más alto del estrado olímpico de premiación.

Entre las cuerdas. El mosca mexicano Alfredo Gaona lleva dos triunfos consecutivos. Tuvo que volver a su división original corriendo mucho, con una dieta rígida días antes de su actuación. En el viaje por barco desde México comió demasiado -traía "hambre vieja" por la escualidez de sus bolsillos-, y subió a la categoría pluma.

Su tercera pelea. Pega y esquiva bien en los dos primeros rounds. En el capítulo decisivo lo invade el cansancio,-¡esos cambios de peso...!- y permite algunas libertades al oponente. El público protesta, lo ha visto vencer, pero el bajón del episodio final le costó caro. 

Por las estrecheces del hogar, el mexicano nunca volverá al ring aficionado, pasará al profesionalismo, será titular nacional de los medios y le vendrán nuevas laceraciones económicas y espirituales propias de aquel sendero tan infestado. Pero hoy es un día de 1928, y Gaonita llora por el combate robado, la presea no obtenida y la pequeña historia a trompadas que quería escribir.

Refresquémonos en la piscina. El australiano Andrew Charlton y el sueco Arne Borg son los favoritos en los 400 metros estilo libre. Se temen, se vigilan. De pronto, el argentino Alberto Zorrilla se les cuela y los envía a los sitios segundo y tercero. No se cuidaron del gaucho: ahí tienen el resultado. Al menos, el sueco resulta el primero en los 400 de esa modalidad, seguido del representante de la Isla Continente. Y Charlton había saboreado la miel en los mil 500 cuatro años antes.

No se vayan de la alberca o se perderán un magnífico panorama. La teutona Hildegard Schrader es la mejor de los 200 metros de pecho. Va hacia el triunfo en la última piscina. Peligra el récord mundial.. ¡Se le ha zafado uno de los tirantes de su trusa: al aire buena parte de sus senos! Sigue en la pelea. Vence. Entonces, sumergida, arregla la tira. A la prensa le expresa su insatisfacción por no haber despedido la marca, al no fijarse de la debilidad de aquel tirante

No nos quedemos en la novena edición. En la décima, en Los Ángeles 1932, uno de la sede, Percy Beard, mejoró en su serie la plusmarca del clásico en los 110 con vallas(14.5 segundos), y el inglés Don Finlay en semifinales quebró la del mundo con 14.4.

Se entregaron tanto que perdieron potencia y, en la finalísima, el estadounidense George Saling, con 14.6, los ubicó en plata (14.7) y bronce (14.8), respectivamente.

El descuido, bajar la guardia, trae malos resultados en cualquier ámbito. Las lides del músculos no escapan. Hay muchos ejemplos.

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