Historias olímpicas: de trampas y juego limpio bajo los cinco aros (Parte III)

En San Luis 1904 se instaló la controvertida feria antropológica con los deportistas extranjeros. Foto: infobae.com

Por: Víctor Joaquín Ortega

No hay por qué asombrarse con lo que les ocurrió a los atletas estadounidenses Drew y Thorpe en los Juegos Olímpicos de Estocolmo 1912. Las garras del racismo estaban preparadas mucho antes. En San Luis 1904, desgarrarían.

Cruzan la meta los corredores. Ha ganado un negro, un sirio le sigue los pasos. Por allá saltan. Hay comentarios terribles. “A pesar de arrastrar la pierna, ese hindú brinca bien. ¡Cómo me reído con esa lucha entre pigmeos en el lodo!”.

Así describen las llamadas Jornadas Antropológicas, días dedicados a las contiendas entre la gente considerada inferior, según lo más reaccionario de los yanquis: negros, indios, árabes turcos, judíos, nacidos o naturalizados en Estados Unidos, no pocos de ellos con deficiencias físicas.

Los ubicaban en “su lugar” y no en los destinados a los norteamericanos verdaderos. Burla, desprecio, relajo ligados. Las carcajadas, bofetadas al amor por los demás, al humanismo y, por tanto, al olimpismo.

Textos de publicaciones sin matices izquierdistas censuran este y muchos más excesos. “El sensacionalismo y el afán de hacer las cosas en grande fue perjudicial para los Juegos... La Tercera Olimpiada ha sido una auténtica juerga...”.

En Por los caminos del olimpismo se expresa sobre la mencionada desfachatez: “... tuvo una dura repulsa de Pierre de Coubertin, que no asistió a los juegos y se hizo representar por el húngaro Ferenc Kemeny y el alemán Wilhelm Gebhardt.

En ningún país del mundo, excepto en los Estados Unidos, se hubieran atrevido a incluir tales cosas en el programa de los Juegos, cuestión que vejó la Carta Olímpica y llenó a la organización de vergüenza e indignación” (José Elías Bermúdez).

Paavo Nurmi, dos oros en 55 minutos en París 1924. Foto: elcorreo.com

En la llamada Olimpiada de la Paz, la de Amberes 1920 debuta uno de los deportistas más maravillosos de todos los tiempos: el finés Paavo Nurmi. Tiene 27 años. Su debut: en los cinco mil metros.

El francés Joseph Guillemot muestra su autosuficiencia hasta con la sonrisa antes de iniciar la lucha definitoria. Viene dispuesto a conquistar tres máximos honores. Y lo divulga. Condiciones posee y las ha enseñado en diversos espacios.

¡Arrancan...! Desde el principio el galo muestra su altísima calidad. Recta final. Acelera el favorito. El novato también. Dejan rezagados a los demás. La meta ahí mismo. Con todo lo que tiene entra primero Guillemot. “El atrevido”, según algunos, debe conformarse con el escalón plateado.

Carrera de los 10 mil. Mitad de la carrera. Guillemot y el británico Willson al frente. A 25 metros se encuentra Nurmi. Continúa la batalla. Faltan cuatro vueltas. Nurmi y el italiano Macario se juntan a los fugitivos. Vuelta decisiva. El finés y el galo se separan del cuarteto. Nurmi vuela... Envía al segundo puesto al encarnizado contrario. Es su revancha.

Al desempate: 10 mil metros a campo traviesa. Parten y ambos respiran mejor el aire de victoria. El favorito se rezaga, trata de... ¡Ay, este tocón maldito...! Joseph se lanza al suelo, entre sus manos el tobillo. En su mirada, la tristeza. Tienen que ayudarlo a salir del área programada. Cojea, descansa varias veces. La disputa a favor de la figura menos conocida que ha comenzado a familiarizarse con los laureles. Le queda espacio para la felicidad mayor en la prueba colectiva a través del campo.

Médicos, entrenadores y varios contrincantes sospechan sobre la realidad de la contusión sufrida por Guillemot. Llovieron comentarios. “Se tiró, inventó el golpe. Sabía que no podía ganar...”. Otros afirman “...ya no tenía fuerzas para alcanzar al muchacho y decidió fingir el accidente para no sentirse humillado”.

Mientras, lo feo se cuela también en el reino de los goles: los futbolistas checos se retiran del partido semifinal frente a los belgas al considerar que los árbitros actuaban con parcialidad. No obstante, los de la sede despejan dudas cuando logran la corona con triunfo de 3x1 en la finalísima ante el seleccionado español formado por sobresalientes jugadores: Zamora, Vallana, Ansola, Arrate, Samitier, Ugaza, Arabolaza, Moreno, Acedo, Sesumaga, Saguezábal.

John B. Kelly fue uno de los remeros estadounidenses más exitosos en la historia de ese deporte. Foto: wikipedia.org

Vamos hacia Amberes 1920 donde se desquitará el remero John B. Kelly, de origen irlandés e integrante de la delegación estadounidense. Obrero de la construcción en su juventud, a pesar de escaseces, se las arreglaba para practicar el deporte de su predilección. Tanto en lo social como lo atlético había ascendido y, sin dejar de lado los negocios de las edificaciones, boga en la mar con ganas.

Recién vencedor en una regata holandesa, se dirigió a Inglaterra para participar en las Regatas Reales de Henley de 1912, en las que se inscribió por correo.

Del asombro pasó al disgusto al no haber visto su nombre en la lista de los competidores y conocer que no existía equivocación. No lo permitían batirse en aquellas aguas porque los reglamentos impedían que un obrero, un artesano o un jornalero o quien lo haya sido, compitiera con los gentlemen. Ensueño hecho trizas. “Ya me desquitaré", se dijo.

En los séptimos Juegos Olímpicos, de 1920. Observen a Kelly en la línea de salida del skiff (sencillo). En la cabeza, la gorra de su etapa de albañil. Uno de sus oponentes es el as británico Jack Beresford. Los expertos y la prensa dan al lord como triunfante. ¡Partieron...! Delante el favorito. ¡Ahí viene el de Estados Unidos! Y lo derrota con tiempo de siete minutos y 35 segundos por siete minutos y 36 segundos del mediallista de plata.

No se conforma John. Él y Paul Costello son la pareja de oro en doble scull. Su tiempo de 7.09 minutos envía a los caballeros de Italia (7.19) y Francia (7.21) a los restante puestos del podio, en ese orden. El doble titular envía su gorra al rey Jorge V.

En París 1924, Beresford conquista la cima en el skiff. Mas el citado gentleman, un destacado remero, no pudo jamás sacarse la espina proporcionada por Kelly cuatro años antes.

Continuará...













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