Kid Chocolate siempre regresa: de las cuerdas al teatro

Jorge Enrique Caballero en la interpretación de Kid Chocolate. Foto: Granma.
Por Víctor Joaquín Ortega

Los inmortales son inmortales si asimilamos su quehacer positivo, lo vemos con el prisma y el contexto de sus tiempos.

A Kid Chocolate se le ha valorado bien en Cuba y el extranjero: en general no se le agregaron virtudes inexistentes ni se le permitió al extremismo obrar en su contra, aunque hubo sus dogmáticos obstaculizando libros, comentarios y filmes que reflejaran la obra de este gran atleta.

Hace varios años, el Kid retornó a la pelea lleno de fortaleza sobre un ring especial: el del teatro. Caiga la “maravillosa culpa” sobre el actor y escritor Jorge Enrique Caballero, a quien vemos brillar los domingos en la lograda serie sobre la lucha contra bandidos contrarrevolucionarios.

El encarnó al deportista en el unipersonal Kid Chocolate, texto de su autoría. Fui testigo del éxito de Caballero en la sala Adolfo Llauradó, del Teatro Buendía.

Creaciones como esta de Jorge Enrique salvan, rescatan, vigorizan.Foto: Internet.
Antes, la pieza lo hizo disfrutar en 2012 del Programa de Residencias Artísticas para Jóvenes de Hispanoamérica y Haití en México, donde la presentó por vez primera.

Lo trascendental: la feliz acogida del público aquí y allá. Eso está por encima de cualquier galardón.

No le fue fácil atrapar al astro, reflejado e interpretado en crónicas, artículos y comentarios, y de creaciones como el testimonio El boxeo soy yo, varios poemas, dos documentales y la obra de teatro premiada Chocolate campeón, de Jesús Gregorio.
Foto: Juventud Rebelde.
Jorge Enrique bebió en estos ríos y en diversas publicaciones para construir su monólogo, distinto a los textos mencionados; sin embargo, están ahí entre palabras, danza, música, expresión corporal, que nos dan al individuo como lo siente el artista.

El autor-actor confiesa sus intenciones: “…Presentar al hombre y reflejar una época, sus circunstancias y su ambiente... Cada pasaje que aquí se narra está lleno de dolor y decepciones que son solamente superadas por la fuerza, la perseverancia, la alegría, el deseo de vivir, el amor por los suyos, algo que caracterizó a este auténtico cubano”. Lo conquista: las manos, la belleza y la profundidad lejos del pesimismo.

Su Kid Chocolate es tan creíble como el de verdad. Intercambia golpes durante 12 rounds para salvar su alma y ganar el paraíso. De lograrlo —¿por qué no?— este púgil tan enamorado y atrayente hará temblar allí.
Foto: Cubaescena.

El as, sin esgrimir justificaciones, muestra el tiempo en que le tocó existir. Juzgue a mi etapa también parece expresar mientras se arrepiente, sin arrepentirse a plenitud. Eludir y criticar el goce no es vivir, que no significa aplaudir los excesos.

En otros personajes se desdobla el actor con gran tino: Pincho Gutiérrez, Encarnación Montalvo, Black Bill, Carlos Gardel...Dios no aparece: uno lo imagina sonriente y moviendo la cabeza ante las salidas del atleta.

Jorge Enrique Caballero ha actuado con éxito en teatro (varios premios conquistados incluso), televisión y cine, en Cuba y tierras foráneas; egresado del Instituto Superior de Arte, desde el 2010 es profesor en dicho centro.

Ona Gutiérrez, desde Austin, Texas, opina acerca de la obra: “Pienso que hay seres destinados a pulular eternamente en los extremos. A saborear el chocolate, con tristeza. Marcados por la gloria, pero también marcados por un fatum terrible, tal vez el fatum de vivir como realmente quisieron. Pienso en Chano Pozo, Celeste Mendoza, Arsenio Rodríguez, La Lupe, Freddy, Benny Moré, y pienso también en Eligio Sardiñas, pienso en nosotros, pienso en Cuba...”.

Para los de acá no hay tristeza al ingerir el chocolate: sin negar errores y dificultades anteriores y presentes, jamás el amargor nos vence. Preferimos esta existencia en combate para que la sociedad y sus constructores sean mejores.

Los jabs y los hooks de "Yiyi" nos apoyan. Creaciones como esta de Jorge Enrique salvan, rescatan, vigorizan.

Espero que cuando venzamos la pandemia, la disfrutemos otra vez en las tablas, la pequeña pantalla y el cine, que tanto canto debe al deporte cubano.

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