Atenas 1896, por fin oro para un atleta heleno

Juegos Olímpicos de Atenas 1896. Foto: TeleSur. 
Por: Víctor Joaquín Ortega
Los griegos se sienten tristes, hasta humillados en los primeros Juegos Olímpicos de la etapa moderna, forjados por Pierre de Coubertin. Y su capital -Atenas- es el escenario. 

Ni una sola medalla dorada han conquistado en el campo y la pista, pruebas esenciales de los combates en Olimpia. Y les aseguro que esta disciplina lo seguirá siendo en el rescatado certamen, no por gusto es el deporte rey.
Reciben la última trompada: se sentían seguros vencedores en el disco. Sus lanzadores, Panagliotis Paraskevopoulos, Sotirios Versis o Giorgios Papasideris son los favoritos. Un atrevido del equipo estadounidense, Bob Garret, intenta ganarles. Y lo que ha ganado son carcajadas por su estilo y sus resultados pobres.
Es la última oportunidad del citado oponente. En las gradas se preparan para las risotadas y el alegrón por la victoria. En las manos, el implemento; el agarre y el movimiento de las piernas, de los hombros, rarísimos. Tira y… ah la vida: ¡sobrepasa a todos con 29 metros y 15 centímetros! 
Los rivales intentan y fracasan. Paraskevopoulos y Versis terminan en plata y bronce con 28.95 y 28.78; Papasideris, ocupante del quinto puesto, toma algún desquite, tercer peldaño en la bala (10.36), con su coterráneo Milcíades Gouskos de segundo (11.20). Y de nuevo Garret vence con envío de 11.22. Quien ríe último, ríe mejor. 
A la sede le queda una sola oportunidad en el atletismo, la especialidad de maratón, la más griega de todas, aunque incluida en el programa por una propuesta del lingüista francés Michel Bréal, aprobada para homenajear a la gesta de Filípides durante aquella batalla.
Son 25 corredores, pese a haberse inscrito muchos más, los ubicados en la arrancada con el objetivo de recorrer 40 kilómetros. La prueba tendrá los 42 kilómetros y 195 metros, la distancia histórica, en Londres 1908 y será establecida desde París 1924. 
Potentes contrarios extranjeros tendrá Spiridon Louis, un cartero de profesión, esperanza grande de los helenos. ¡Arrancan! Kilómetros tras kilómetros. Fatiga. Dolores. Calor crecido. Atormentados. El norteamericano Blake abandona en el kilómetro 25. Explota el galo Lermusiak en el 32. No puede más el australiano Flack en el 37. 
¡Ahí viene Spiridon! Se transforma en medalla de oro, felicidad, entrevistas. Expresa: “No podía fallar: mi patria tenía que ganar este primer maratón. Cuando a mitad de la carrera paré y me tomé un vaso de vino en un bar, lo dije, Filípides no ha sido olvidado por nosotros, mi victoria será un gran homenaje de los griegos a aquella hazaña”. 
Se impuso con dos horas, 58 minutos y 50 segundos; los expertos aseguran que es la mejor marca de todas. Los más difíciles  rivales: su coterráneo Kharilaos Vassilakos (3:06.03) y el húngaro Gyula Kellner (3:09.35). 
“Pero hubo un tal Velokas, griego también que llegó tercero según algunos textos; así, sin el  nombre, solo dan el apellido ¿Dónde se metió?”, inquiere un alumno. “Eso es otra historia  otra historia..., le digo al son del viejo personificado por Luis Silva en el programa televisivo Vivir del cuento. Complaceré al estudiante; a ustedes no los dejaré afuera del relato. Podrán leerlo en una próxima edición.

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