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| Diseño: Gilberto González García. |
Cuando los cubanos no soportaban más la cadena que oprimía el corazón de la patria y el peso del grillete se hizo insostenible, Fidel Castro decidió atacar el cuartel Moncada.
Para entonces el grupo de jóvenes opositores al régimen, que se denominó Generación del Centenario, estaban convencidos de que el camino de las armas era el único posible para sacudirse el yugo.
Entre ellos estaba Raúl Gómez García, quien con solo 25 años se sumó a la gesta.
Nació en Güines el 14 de diciembre de 1928, provincia de La Habana y en su honor, en esa fecha, se celebra el Día del Trabajador de la Cultura en Cuba.
Hijo amoroso, admirador del deporte, apasionado a la poesía, la filosofía y la historia, Raúl trajo consigo al nacer una vocación de comunicador, que los estudios y la práctica temprana, ayudaron a perfeccionar.
En su cercana adolescencia abrazó la causa revolucionaria y empleó la palabra como medio de denuncia ante la corrupción y las injusticias cometidas por los sucesivos gobiernos de la mal llamada República.
Con solo 14 años, desde las páginas de una publicación estudiantil en el Instituto de Segunda Enseñanza, denunció al entonces director de ese plantel, por su actitud inmoral
Sus ideales lo llevaron a ingresar en el Partido Ortodoxo, donde militó en el ala más radical de la Juventud de esa organización política.
Al perpetrarse el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, el joven Raúl escribió un manifiesto titulado Revolución sin juventud, pero no consiguió que algún periódico lo publicara, pues llamaba al combate frontal contra Fulgencio Batista y sus secuaces, lo imprimió el mismo y lo puso en circulación bajo el título Son los mismos.
Raúl Gómez García fue un joven invaluable, escritor, maestro, periodista, fue el poeta protagonista de las acciones del 26 de julio de 1953.
Escribir el Manifiesto del Moncada era una tarea peliaguda. Fidel le había encargado y explicado a Gómez García las ideas esenciales.
El joven, en su condición de periodista y de intelectual de profundas raíces martianas y revolucionarias, sería una vez más capaz de poner en blanco y negro sus convicciones, por las que -por primera vez- iban a la pelea con las armas en las manos.
De su pluma firme y certera, como el fusil que empuñó en la heroica gesta, nació el manifiesto, su célebre poema Ya estamos en Combate, escrito cual himno inspirador para la lucha armada.
Por nuestro honor de hombres ya estamos en combate
Pongamos en ridículo la actitud egoísta del tirano
Luchemos hoy o nunca por una Cuba sin esclavos
Sintamos en lo hondo la sed enfurecida de la Patria
Pongamos en la cima del Turquino la Estrella Solitaria.
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