Galina Zybina, monarca olímpica en Helsinki 1952. Foto: Olympic.org. |
Galina Zybina vence el mareo que le provoca la falta de alimentos, levanta todas sus fuerzas para llevar el balde con agua a su abuela que la espera dentro del deteriorado hogar. Ambas sufren el cerco nazi a Leningrado.
La niña ayuda en los quehaceres de la casa y también debe cuidarse del ataque, de la metralla. Varios familiares han muerto. La pequeña ha perdido más de 10 kilogramos de peso.
Años después, en julio de 1952, Galina Zybina, enfundada en un sencillo uniforme deportivo, se dispone a competir en el lanzamiento de la bala y de la jabalina en los Juegos Olímpicos albergados por Helsinki, donde debuta la delegación soviética. Pero hagamos un retroceso en el tiempo.
Cuando la victoria arriba y su pueblo comenzó la reconstrucción de la vida soñada y frenada hasta la destrucción por la bestia fascista, el deporte no fue postergado. Es la parte competitiva de la cultura física.
Entienden allí que el deporte moldea mucho más allá de los cuerpos hermosos. El alma no debe quedar fuera de este esculpir. Y la sobreviviente de aquella infamia, junto a la batalla por el saber en aulas y libros, crecía todas las tardes en el gimnasio. Y encontró la paisón en el atletismo.
Después de los ejercicios y las carreras, para divertirse, la muchacha agarra una pelota y con una sola mano la envía hacia la pared de la instalación y provoca un ruido ensordecedor. El rebote por poco golpea duro a un instructor, quien se acerca a quien ha lanzado.
No hay huellas de disgusto en él. “¿Dónde aprendiste a tirar así?", le dice. Ella, ya sin temor, sonríe antes de confesarle. “Siempre me ha gustado tirar piedras, palos, lo que sea...Y, oiga, ninguna en el pueblo me gana, a muchos varones los he derrotado...”.
Desde entonces, a practicar y mejorar lo que fue tiradera. Con instrumentos muy rústicos primero. En lugar de una bala usó granadas desactivadas. En una ocasión, aquella arma, convertida en implemento deportivo, salió por una ventana después de romperle los cristales.
Asimismo, con palos enormes era jabalinista. Fuerza, resistencia unidas al aprendizaje de la técnica, sin olvidar el amor por el nuevo camino. Claro avance. Y en el certamen con sede en Finlandia actuará en el lanzamiento del peso y el dardo.
La contienda es dura para ella. Como el programa establecido ha colocado ambas pruebas a la misma hora del mismo día, del balazo al jabalinazo. Su coterránea Klaudia Tochenova encabeza la primera disciplina con 14.50 metros. El turno para la alemana Marianne Werner. La bala en su mano. El impulso. Ahí va... Deja atrás a la de la Unión Soviética con 14.57.
Última oportunidad para la Zybina. A volar la pesada redonda. ¡15 metros y 28 centímetros, quebrado el récord mundial y el olímpico!
Nonagenaria, expresa en un documental reciente: “Una Olimpiada es una Olimpiada y uno la lleva muy adentro para siempre. No puedo olvidar esos momentos. Les advierto, si no tengo que competir en ambas pruebas a la vez, hubiera alcanzado una medalla al menos con la jabalina. Y cuidado. Me sentía muy bien pero terminé agotada”.
En dicha especialidad venció la checoslovaca Dana Zatopkova (esposa del gran Emil Zatopeck): 50.47 metros que constituyeron cota olímpica.Dos soviéticas se ubicaron a continuación: Aleksandra Chudina (50.01) y Elena Gorchakova (49.76). Sybina, al borde del podio con 48.35.
Señala: “¡Cuánta potencia me dio comprender que representaba a mi patria!”. También le dio fuerzas -asegura- la indignación ante la burla, el desprecio, la condena de los medios y hasta de algunos rivales, cuando fue su nación la que más luchó, la que más vidas perdió al enfrentar a los hitlerianos.
“Ese dolor, esa injusticia, y claro, la resistencia que obtuve en el cerco a mi región, resultaron determinantes en mi victoria sin negar el apoyo de mi país y de mis entrenadores”, dijo.
En Melbourne 1956, Galina solo contendió con la bala (16.53) y finalizó únicamente por debajo de su compatriota Tamara Tishkevich con 16.59, nuevo récord olímpico. La germana Werner ocupó el peldaño de bronce con 15.61.
Inese Yaunseme, coterránea de las ascendidas al uno y dos del podio en la bala, triunfó con jabalinazo de 53.86, igualmente mejor marca para las citas bajo los cinco aros, seguida de la chilena Marlene Ahrens y la también soviética Nadezhda Koniaieva con 50.38 y 50.28, respectivamente.
Tokio 1964. Los escépticos desaprueban la presencia de la veterana Galina Zybina. Su compatriota, la magnífica discóbola y balista Tamara Press, repite la victoria de Roma 1960 con 18.14 metros.
La teutona Renata Garisch es la subtitular con 17.81. y la cuestionada noquea a quienes dudaron con bronce por su envío de 17 metros y 45 centímetros.
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