Fotos: TeleSur |
Autora: Mildred O´Bourke RodrÃguez
Muchos apuntan que Ernesto Guevara de la Serna, el Che, el Guerrillero Heroico, es un Ãcono. No lo niego, sin embargo, prefiero definirlo de una manera más cercana al ser humano y la obra de quien sentimos tan nuestro y presente, al igual que lo perciben millones de personas en el mundo.
Me parece que es más un sÃmbolo universal, por lo que expresó, soñó, hizo y por esa vida inmensa que nos legó.
Quienes tratan de echar lodo sobre la historia del Guerrillero Heroico en su desesperada furia por desmontar sus ideales revolucionarios y humanistas, dicen que gracias a la foto de Korda logró esa inmortalidad. Fabulosa foto, sin dudas. Y se lleva en banderas, pulóveres y pancartas.
Otros que su hermosura -ciertamente lo era-, su pelo largo, el uso de boina, el fumar en pipa o su supuesto espÃritu aventurero fueron razones para que los jóvenes del planeta lo hayan hecho suyo, tal y como acostumbran a hacer con una estrella del cine o de la música.
Hay que observar la felonÃa con que se escriben estas cosas. Tratan con ello de desmoralizar no solo a un hombre inmenso en su verbo y acción; sino además el poder de discernimiento de la juventud y la inconformidad que muestran con el entorno en que viven.
Se equivocan. Alguien como el Che que quiso un mundo diferente tiene, sin dudas, que ser parte de la existencia de millones de olvidados, pobres y desesperanzados; vÃctimas de un capitalismo feroz y desigual para con sus ciudadanos. Ni una foto a la cual no le restó importancia, ni una imagen, pueden ser sÃmbolo de multitudes. Se necesita más.
El Che ¿Un ser extraordinario o común?
La foto de Korda de Ernesto Che Guevara. |
Fue un hombre común y extraordinario. Cada
cosa en su lugar y momento y es como necesitamos mostrarlo cada dÃa:
como ese joven que se enamoró, hizo poesÃas, tuvo hijos, se carteó con
escritores, leÃa incansablemente, supo superar sus deficiencias, hacÃa
bromas, se molestaba y disciplinaba cuando habÃa que hacerlo.
También como el combatiente valeroso y generoso que cuidaba a sus hombres, amaba al prójimo, asà como se estremecÃa ante la pobreza y se molestaba con las injusticias.
Era, asimismo, alguien que no temÃa llamar a
las cosas por su nombre y que supo siempre, que su destino una vez
cumplido con Cuba, serÃa una de esas “otras tierras” que reclamaban de
sus esfuerzos.
Su propia vida lo han acercado, generación tras generación, a millones de esos niños y jóvenes que han logrado traducir e interpretar esa grandeza desde su impronta, culturas, dolores y esperanzas.
¿Quién podrÃa explicar sino el hecho de que los propios indÃgenas bolivianos lo hayan asumido como Santo en el sitio en que fuera alevosamente asesinado? Allà acuden con sus ofrendas y le piden milagros y deseos.
Él trasciende al tiempo.
Cuenta la doctora Aleida Guevara March, una de sus hijas, que cuando trabajaba en Moa, sintió de qué manera amaban sus habitantes a su padre, quien siendo ministro de Industrias impulsó el desarrollo de una de las zonas mineras más ricas de Cuba, hasta el triunfo de la Revolución entregadas a compañÃas estadounidenses que jamás se ocuparon de sus trabajadores y menos de los habitantes del lugar.
Y narra que yendo a una escuela, una multitud de niños se le vino encima a reclamarle un beso. Casi me asfixian, dijo… He ahà el sÃmbolo.
Esos niños representativos de tres o cuatro generaciones de cubanos, no solo aprendieron a saludar en sus centros docentes con su lema de “¡Pioneros por el Comunismo, seremos como el Che!”, sino que sabÃan de su padre, el Guerrillero Heroico y lo habÃan hecho suyo.
Hay miles de anécdotas, hechos, vivencias alrededor del comandante Ernesto Guevara y estamos urgidos de rescatarlas, desempolvarlas y decirlas de manera atractiva, pero ideológicamente válidas.
Pocos saben que el último alimento que tomó el Che en vida fue una sopa de manà y que se la hizo una maestra llamada Julia. Hay que hablar de estas cosas igualmente.
Por mucho tiempo los cubanos y cubanas lo recordamos a través de vivencias o relatos escuchados en el hogar y muy a menudo hemos comentado: ¡Si el Che fuera ministro de tal y más cual, eso no pasarÃa!
El pueblo sabÃa que jamás permitirÃa, por ejemplo, que un funcionario señalado por sus indolencias diera una explicación resbalosa, confusa o mentirosa.
En el siglo XX y en este XXI, él sigue siendo un hombre de ideales, común y corriente como ser humano, pero muy cercano a Fidel Castro -también sÃmbolo universal y su gran amigo y compañero-, en su inteligencia preclara; calidad como estratega; afán de aprender y entender; de otorgar a la humanidad; de sacrificar lo propio por lo que creyeron en sus intensas vidas: “Que un mundo mejor era posible, pero habÃa que conquistarlo”.
Ese es nuestro Che. Respeto y honor a su memoria.
Grafitis sobre la figura del Che. |