Museo Napoleónico en La Habana. Foto: Internet |
La Habana es una ciudad de muchos museos, no son tan conocidos como el del Prado, Madrid, el Louvre de París o el Smithsonian en Washington; pero no podemos minimizar la importancia de los que existen en la ciudad y en Cuba, que son rutas del conocimiento, máquinas del tiempo, libros para vivir páginas enteras y tocar muy de cerca sus propuestas.
Pasamos muy a menudo junto a ellos sin animarnos a esa incursión que enriquece el espíritu, que nos muestra el sentido de lo bello, el afán de personas en su búsqueda por el rescate del patrimonio; que recogen la historia, la obra, las maravillas de la naturaleza.
Siempre digo que nuestros museos tienen que salir de sus paredes y convertirse en un producto atractivo, en primer lugar, para los niños y jóvenes, asimismo para la familia y para quienes nos visitan. Ello será posible con un poco de voluntad e imaginación y con el apoyo de los medios de comunicación y las escuelas. Y apúntese: la entrada a nuestros museos es quizás una, sino, la más barata en el mundo.
Y es lograble, lo demuestra la misma acción de la Oficina del Historiador de la Ciudad con sus aulas museos y ese afán de crear más y más sitios cercanos en sus funciones a éstos, en los cuales se interactúa constantemente con la comunidad y se visualiza ese espíritu de ofrecer cultura desde la perspectiva de la participación, con una oferta asequible y valiosa.
No he podido encontrar un dato que concrete cuántos museos hay en La Habana en la actualidad: pero no ignoro que son muchos y propicios para escoger por su variedad; para deleitarse por los elementos que exhiben, para extasiarse e incluso, para el asombro.
Se pueden mencionar algunos: el de Bellas Artes; Artes Decorativas; el de la Revolución; Arte Colonial o Casa de los Condes de Bayona; el Castillo de la Real Fuerza; el del Aire; el de la Ciudad, la Casa Museo Ernest Hemingway en Finca Vigía y el de Historia Natural.
También el de la Farmacia, el del Tabaco, de la Música, el Numismático, el depósito del Automóvil, el Postal de Cuba y el de la Cerámica Contemporánea Cubana. Agradables de por sí, el del Chocolate, el del Ron y el de Naipes.
He dejado para un aparte esa otra joya que es el Museo Napoleónico, una exposición permanente de variadas colecciones de obras de arte, armas, muebles, textiles y otros objetos del período napoleónico, a los que se suman objetos personales del Emperador y que se cree posee una de las más, sino la colección más completa del mundo en este tema; y por supuesto, no puede faltar la Casa Natal de José Martí, nuestro Apóstol y Héroe Nacional, sencilla en su grandeza y que debiera ser sitio de visita obligada de todos los cubanos.
Cuando el próximo 18 de mayo, se celebre en la ciudad el Día Internacional de los Museos, habrá que reflexionar en torno a cuánto más queda por hacer en la promoción de los mismos, para darle un valor agregado a la formación en general de nuestro pueblo en su tradición, cultura, historia, épica e identidad. No basta con tenerlos, hay que trabajar para que la gente cruce la línea y los visiten más.
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