Alejandro Crespo. Fotos: Internet |
Autor: Víctor Joaquín Ortega
Retorno a esta casa de Lawton sita en la calle E, entre 10 y 11, para recordar a quien la habitó con toda la calidad de su señorío, ese gran pelotero, después metalúrgico, todo un caballero: Alejandro Crespo Quiñones.
Vamos con él más allá de batazos o fildeos, sin obviar cifras y actuaciones hermosas: si uno se queda en el pórtico de la vida de los seres humanos, ha nadado en aguas muy cercanas a la orilla y zambulle en ellas a quien le comunica esta especie de cárcel de palabras e imágenes. Prefiero la profundidad.
Nació en Güira de Melena el 26 de febrero de 1915, le celebraron en La Habana el centenario de su arribo al planeta de manera sencilla. Murió en la capital cubana el 6 de noviembre de 1980. Volvemos a un acto de barrio, con el amor y el respeto muy en alto, en el aniversario 35 de su fallecimiento.
Micrófonos y plataforma frente a la entrada de su hogar, que muestra la placa colocada en la pared durante aquel festejo; desde allí lanzan sus sentimientos dos de sus 10 nietos: Alca, entrenadora de patinaje, y Nelson Alejandro, licenciado en Computación; un guardabosque central de las filas infantiles, un funcionario deportivo del municipio de 10 de Octubre y Nelson, uno de sus seis hijos, baluarte en la lucha por evitar que el padre se nos vaya de brazos del olvido. Entonces, reflexiono…
Antes que los números hablen
En la sangre del agasajado, mucho de África, el continente que tanto pesa en la nación caribeña, desde la música hasta las cargas al machete, no exenta del dolor que comenzó a elevarse hacia la dicha con el triunfo de aquel enero, que ha permitido el avance triunfal del color cubano.
Por esas venas también palpitaba Matanzas: su progenitor nació allá, donde la pelota mucho debe a Dihigo, Miñoso, Amorós, Silvio García, los Sánchez, Junco, los Curro Pérez… y a ese templo beisbolero que es el Palmar de Junco.
Alejandro tuvo cuatro hermanos, mujer uno de ellos; todos golpeados por la tiranía de la pobreza, propia de la época que desgarraba más a negros y mestizos, esclavizados entonces por el capital.
La
familia va hacia La Habana a ver si escapaba de la miseria. No era fácil
tampoco acá: la muchacha, en la Casa de Beneficencia más conocida; quedaba
donde hoy está ubicado el hospital Hermanos Ameijeiras. Los restantes, en la
Beneficencia de Lawton, situada donde ahora se alza un instituto preuniversitario.
Alejandro,
Bibi y Segundo abrazaron el pasatiempo nacional. Ni pensar en la Liga Amateur,
tan racista que, hasta con las puertas abiertas por Jackie Robinson en Estados
Unidos, ¡cuántas humillaciones!, todavía marginaba a quien no fuera o, al
menos, pareciera blanco. Los dos primeros, con el Cienfuegos de 1943 y en la
Liga Mexicana.
Solo Alejandro se mantuvo, y brillando, en los estadios. Después de fulgurar en torneos semipro, debut dorado en la Liga Profesional en 1939: subtitular de bateo, superado por Tony Castaño 340 por 339. Silvio García y él iluminaron los ojos de varios en las Mayores. Pero esa piel…
Con Silvio hablaron primero; como no tenía nada del Tío Tom de la novela reaccionaria estadounidense; dejó claro que a improperios, golpes y escupidas sabría responder a puñetazos. Crespo pensaba igual. Los negociantes se mudaron para Jackie que aceptó…
Alejandro mostró sus condiciones frente a equipos de Grandes Ligas en justas extraoficiales. En 1940 conectó jonrón con las bases llenas, decisivo para los campeones del Cincinatti. Dos años después, fildeó un batazo por la pradera central que amenazaba caer detrás de la cerca para arrebatar el triunfo a lo antillanos.
Los periodistas Eladio Secades y Fausto Miranda contaron la hazaña salvadora frente a los ases de Brooklyn con sabor de novelistas. Secades: “Este será el fildeo del siglo, el béisbol no había visto ni aquí, ni en ninguna parte jugada tan inverosímil, tan irreal, tan fantástica, ni jamás se verá en el futuro”. Miranda diría años más tarde: “…el mejor jardinero cubano de todos los tiempos.
“Crespo
lo tenía todo. Un derecho con velocidad, agilidad y un tremendo brazo, que lo
mismo conectaba extrabases que lograba buenos promedios y además podía jugar la
posición de receptor”.
Al retirarse,
Alejandro promediaba más de 320 en las Ligas Negras norteamericanas, y en la
tierra azteca; 279 en la cubana. Polifacético y corajudo, se ponía los arreos
si era necesario y no lo hacía mal. Éxitos con Habana, Cienfuegos y Marianao;
en Nicaragua, Venezuela, México, Colombia y la República Dominicana también.
Vengan las estadísticas
Debido a la cortesía de Nelson Crespo, que los rectificó, puedo ofrecer estos números.
En la Liga Profesional de su país: campeón de bateo dos veces: 1942-1943 (337) y 1948-1949 (326); tres en hits conectados: 42-43 (63), 44-45 (59) y 45-46 (72); tres en dobles: 41-42 (12), 42-43 (12) y 43-44 (11) ,y dos veces señor de las impulsadas: 44-45 (29) y 45-46 (35) y máximo jonronero 40-41(3) Jugador más valioso: 45-.46. Siete veces en el conjunto todos estrellas.
De por vida en el citado certamen: primero en tubeyes (130), empatado con Héctor Rodríguez; segundo en empujadas (415); cuarto en oportunidades oficiales al bate (dos mil 886) e incogibles (794); sexto en anotadas (369) y triples (39), en estos batazos, abrazado con Cristóbal Torriente.
Adiós al deporte activo: fundador del centro Ceballo-Brito; actualmente, Instituto de Desarrollo Aeromotor, de Boyeros; allí, trabajador de vanguardia. Entre sus grandes remembranzas, haber sido incluido junto a Ramón Fonst, Kid Chocolate, Miguel Ángel González, Conrado Marrero y otras luminarias en un homenaje que les brindó Fidel Castro en el Estadio del Cerro, hoy Latinoamericano.
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