Montaje: Radio COCO |
Autora: Mildred O´Bourke Rodríguez
Cuando el joven Eduardo García Delgado supo que moría, atravesado por la metralla de un B-26 enemigo que bombardeaba el aeropuerto militar de Ciudad Libertad, escribió con su sangre la palabra FIDEL en un último gesto que expresaba sentimiento patrio, ideales, fidelidad al líder y a la Revolución.
Con esa divisa en sus corazones, hombres, muchos de ellos jóvenes casi niños, y mujeres derrocharon coraje y escribieron más tarde las páginas inolvidables de la Batalla de Playa Girón.
Girón es nuestra historia y forma parte de las epopeyas de América Latina; es el sitio donde se produjo la primera derrota al imperialismo yanqui en nuestras tierras y una contienda que se inscribe en la heroicidad de siglos del pueblo cubano.
Fue y es epopeya, valor sin límites, ideales, identidad, ofrenda de quienes con poco armamento y escaso entrenamiento militar no vacilaron en enfrentar a una poderosa fuerza mercenaria bien pertrechada y aupada por el dinero, barcos y aviones del gobierno de turno en los Estados Unidos.
Muchas veces podremos preguntarnos cuáles fueron los elementos que inspiraron a los revolucionarios en los tres duros días de combate; a las bravas mujeres que en la retaguardia decidieron también contribuir mientras las balas y bombas caían muy cerca; a todo un pueblo que se levantó cuando Fidel Castro le informó que se estaba produciendo un desembarco y que las tropas cubanas combatían valerosamente.
Y en las respuestas no caben más razonamientos que hablar de ideales, de la Revolución, de la estrella que ilumina y mata, como escribiera nuestro Apóstol, del amor por la tierra en que se nació y de Fidel, siempre Fidel, en peligro todo el tiempo, con el pecho abierto en la mirilla de un apátrida que no se atrevió, porque es un hombre a quien los “sin valor” nunca pudieron matar. Ni podrán.
Inmenso Caguairán; Fidel, inmenso en su claridad política y estrategia militar; inspirador y guía de muchas contiendas.
No hay dudas de que la frontera entre la epopeya y la cobardía se delimitó desde los primeros disparos, cuando un grupo de milicianos mal armados no escatimaron sus vidas y fueron la avanzada de la victoria con aquel grito de: “¡Patria o Muerte!” que es consigna y memoria.
Sí; porque tenemos memoria es que podemos afirmar que la cobardía fue alevosa y se mostró en el propio desembarco traicionero, en los bombardeos a La Habana y Santiago de Cuba, en la triste historia de Nemesia, niña de la Ciénaga de Zapata, flor carbonera, quien en su morral llevaba los zapaticos blancos, los únicos que había tenido y que solo fueron posibles con el triunfo de la Revolución. Trece años tenía y nunca antes había calzado zapatos; no hasta que llegó Fidel Castro y le dio voz y trabajo a los cenagueros*.
Nemesia, quien en la cama de un camión, saludó al avión que un instante después vomitó metralla sobre ella y su familia y no solo perdió a seres queridos y sus zapaticos, sino que igualmente le arrebataron la niñez, los sueños y la alegría. Todavía llora esta niña inmortalizada en un poema de El Indio Naborí: “Nemesia vio caer muerta a su madre. Vio sangrando a sus hermanitos. Vio un huracán de disparos agujereando los lirios de sus zapaticos blancos…”. Son heridas que nunca cierran.
Otras personas testimoniaron de crímenes terribles y actos execrables cometidos por malos cubanos que decían venir en nombre de la libertad y pisotearon su tierra natal y mataron sin piedad con el único ideal de restaurar el capitalismo, el robo, el analfabetismo, los asesinatos y la pobreza extrema. Canjeados por compotas y maquinaria, volvieron allí donde se les había amamantado en el triste papel de los traidores.
Foto: Internet |
Hay que recordar y traer al presente tales verdades y estas y otras cientos de historias que sucedieron en Playa Girón, aquel abril de 1961: la del Batallón de la Escuela de Responsables de Milicias, la de los bisoños de las cuatro bocas derribando aviones, la del chico del Batallón 116, con sus apenas 15 años ofrendados a la patria. Y hay que contar las heroicidades de los aviadores revolucionarios, la de los tanquistas, la de los médicos, enfermeras, voluntarios, gente que no escatimó, que hizo lo suyo, que salvó vidas, que dio alivio a los heridos. Así fue.
La victoria se concretó a las 17:30 (hora de Cuba) del 19 de abril, en las arenas de Playa Girón, tras un impetuoso avance de las tropas revolucionarias con Fidel al frente. En ese momento fue detenida la acción vandálica de los mercenarios, quienes trataban de huir frenéticamente, dejando en su siniestra aventura cerca de 100 de sus hombres muertos, muchísimos heridos y más de dos mil prisioneros. Nunca más se atreverían conocedores de que en Cuba la cuestión era de morir o vencer.
Por esas tantas vidas que perdimos, por las gestas contadas y por contar, por la proeza, por lo que significó para nuestra nación, decimos que Girón es epopeya y coraje. Y es por ello que podemos explicarnos cuál fue la fuerza telúrica que animó a un moribundo, el joven Eduardo García Delgado a escribir con su sangre el nombre del líder que lo inspiraba y continúa siendo inspiración del pueblo cubano: ¡Fidel!
*Cenagueros: Se le denomina así a los pobladores de la Ciénaga de Zapata. (Nota del Editor)
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