Fondo y montaje: Gilberto González GarcÃa |
La visita a Cuba del presidente de Estados Unidos, Barack
Obama, está llenando innumerables páginas noticiosas, desatando variados
sentimientos, tanto a favor como en contra y sembrando el futuro de
interrogantes.
No es para menos, pues se trata de un acontecimiento
trascendental. Es la segunda vez, en la historia de la nación antillana que un
mandatario estadounidense pone los pies sobre el lomo de este “lagarto verde
con ojos de piedra y agua”, como la llamara el poeta nacional, Nicolás
Guillén.
La visita anterior data de enero de 1928, cuando Calvin
Coolidge viajara a La Habana
para participar en la Conferencia Panamericana, celebrada bajo el
auspicio del tristemente célebre presidente Gerardo Machado a quien, por sus
desmanes, el poeta revolucionario Rubén MartÃnez Villena apodara asno con
garras.
Los antecedentes de la próxima visita de Obama hay que
buscarlos en las declaraciones que hicieran, el 17 de diciembre de 2014, casi
simultáneamente, este jefe de gobierno y el de Cuba, Raúl Castro, para anunciar
el inicio del relajamiento de las tensiones polÃticas entre sus respectivas
naciones.
Sin embargo, en esas propias declaraciones, Barack Obama ya
deja ver claramente las intenciones de Estados Unidos de persistir en su
propósito de provocar el derrocamiento del socialismo en Cuba, aunque usando
nuevas tácticas que, desde el punto de vista ideológico, resultan más
peligrosas que las anteriores, pues tratan de lograr que el pueblo cubano baje
la guardia y se desmovilice y optan por el apoyo de las más jóvenes
generaciones, con pensamientos renovadores y que no poseen la experiencia de
haber vivido los momentos más crudos de la lucha contra el imperio del norte.
Con la rebeldÃa propia de esa juventud, ávida también de
mejores condiciones de vida, cuentan para engrosar corrientes
desestabilizadoras que coadyuven a desmoronar el sistema social construido por
el pueblo cubano durante más de medio siglo con sus desaciertos pero
muchos más aciertos.
El abandono de algunas de las arcaicas leyes y medidas,
utilizadas en contra de Cuba por el imperialismo, no es consecuencia de una
toma de conciencia del presidente de los Estados Unidos hacia la realidad
cubana o que haya reconocido el derecho de quienes habitamos la isla para vivir
en paz de acuerdo con nuestras propias convicciones, aunque sà reconoció públicamente
el fracaso de la polÃtica imperial con respecto a la isla antillana.
Es el resultado de la resistencia espartana del pueblo ante
los ataques económicos, mediáticos, ideológicos y polÃticos; ante los sabotajes
y atentados; la guerra biológica; las agresiones armadas y el robo de recursos
humanos que el imperio ha utilizado por más de medio siglo con el propósito de
socavar los cimientos de la Revolución
Cubana.
También es el resultado de la solidaridad internacional y el
prestigio que Cuba se ha ganado por su postura ética, su generosidad y su
transparente polÃtica internacional en la que no tienen cabida la mentira y los
medios raseros.
Desde que se anunció el proceso de normalización de las
relaciones entre los Cuba y los Estados Unidos, el Gobierno de este último ha
tomado decisiones y medidas de flexibilización que, no obstante ser
beneficiosas para el pueblo cubano, no han dejado de estar encaminadas a
fomentar la separación entre la ciudadanÃa y el Estado asà como el desarrollo
de lo que, según los parámetros estadounidenses, debe ser la sociedad civil.
Sin embargo, algunas medidas cruciales para un buen
entendimiento y una convivencia civilizada no están entre los planes del señor
Obama. Entre estas resaltan: la necesidad de derogar total e incondicionalmente
el bloqueo económico, financiero y comercial; la devolución del territorio
ilegalmente ocupado por la base naval de Caimanera; el final del bombardeo
mediático contra Cuba que se realiza a través de la radio y la televisión MartÃ
e Internet y el cese del apoyo financiero y logÃstico a la disidencia interna.
El anuncio de la visita del mandatario estadounidense ha
levantado variadas expectativas y múltiples comentarios entre determinados
sectores de la población que parecen no estar al tanto de la realidad. Los más
desinformados piensan, incluso, que con la tournée habanera del señor Obama se
resolverán de inmediato, y como por arte de birlibirloque, todos los problemas
de Cuba.
Los disidentes, por su parte, no están nada felices con la
normalización de relaciones entre la nación caribeña y la norteamericana porque
piensan que eso acabarÃa con su fácil y jugosa fuente de ingresos y hasta están
urdiendo planes para sabotear la visita de Obama a la capital cubana. Ya se
hizo público que Berta Soler, lÃder de las Damas de Blanco, viajó a Miami para
entrevistarse con jefes de organizaciones terroristas con ese fin.
No obstante, más allá de posibles y justificados
resentimientos que algunos cubanos pudieran guardar por los daños personales sufridos
durante la guerra irregular de Estados Unidos contra Cuba; más allá de los
pataleos de los contrarrevolucionarios y más allá de los posibles planes para hacer
quedar mal al Estado y pueblo cubanos ante el mandatario, el señor Barack Obama
será recibido con los honores y la cortesÃa que su rango amerita.
Él también merece el respeto de los cubanos dignos por su
innegable valentÃa al atreverse a quitar la herrumbre a los goznes de la puerta
que guarda la polÃtica –también oxidada– que Estados Unidos a mantenido hacia
Cuba desde el triunfo de la insurrección armada liderada por Fidel Castro, el
primero de enero de 1959.
Por otra parte, esta será una excepcional oportunidad para que
el inquilino de la Casa Blanca
pueda conocer de primera mano a un pueblo laborioso e inteligente que ama la
paz y goza de la libertad y que resalta entre los de otros paÃses por su
abnegación, generosidad y vocación humanista y pueda también constatar los
avances logrados por nuestro sistema social, aun en formación y perfeccionamiento.
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