¡Caracol gigante en La Habana!

Autora: Caridad Labrada Curbelo

Desde que se conociera en Cuba sobre la llegada de un molusco terrestre que alcanza hasta los 30 centímetros de longitud, la población comenta y aún desea más información sobre esta curiosidad ecológica.

El hallazgo en La Habana, exactamente en el municipio Arroyo Naranjo y durante julio último, propició las primeras noticias acerca de un peligroso hospedero intermediario de enfermedades en los humanos y como especie que amenaza a otras autóctonas de la isla caribeña, según reportes del diario Juventud Rebelde.

A partir de ese momento, científicos del Instituto de Medicina Tropical (IPK) se dieron a la tarea de seguir las huellas del enigmático aparecido, cuyo origen se remonta al África tropical, pero actualmente está extendido por Centro y Sudamérica, islas del Pacífico y hasta en La Florida, Estados Unidos, entre otras localizaciones geográficas del mundo.

Sobre el particular, el Master en Entomología Médica y Control de Vectores, Antonio Alejandro Vázquez Perera, jefe del Laboratorio de Malacología del IPK,  insiste en que el Lissachatina fulica Bowdich, según denominación científica es analizado, mediante la observación de su actual distribución, ecología, parámetros demográficos y parasitología.

Lo anterior permitirá determinar su plan de manejo con relación a la Dirección Nacional de Vigilancia y Lucha Antivectorial, del Ministerio de Salud Pública, muy atento a su posible expansión, debido a que es una especie hermafrodita, con una tasa de reproducción muy elevada de casi 300 caracoles en seis puestas al año.

Información de Internet abunda sobre el caracol gigante africano (Achatina fulica), al precisar que es una especie vegetariana, pero capaz de adaptarse al medio y comer casi todo, incluidos excrementos, una de las tantas características que permiten clasificarla en la lista de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo, de acuerdo a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

Más datos notifican que esta especie tiene una concha que puede medir de 25 a 30 centímetros de longitud y ocho de alto; puede cobijar nematodos, es decir,  parásitos que se alojan en los tejidos fibromusculares, por lo que en algunos casos los perros domésticos que lo han consumido, luego han muerto.

Precisamente, las secreciones del animal causa diversas afecciones como la meningoencefalitis eosinofílica y angiostrongiliasis abdominal en humanos, transmitida por la Angiostrongylus cantonensis, lombriz que parasita los pulmones de las ratas.

También es vector de la bacteria granmenegativa, Aeromonas hydrophila, que causa diversos tipos de síntomas, principalmente en las personas con sistemas inmunológicos deprimidos.

Por lo anterior, se aconseja a la población colaborar con las autoridades sanitarias, de forma disciplinada y sin aterrarse, para actuar rápidamente y conforme al plan nacional diseñado para el control de vectores, mientras es indispensable extremar las medidas higiénico-sanitarias que reiteran la importancia de evitar cualquier contacto con los caracoles terrestres.

El consejo oportuno dado a los niños que juegan en los jardines y patios, además de lavar muy bien las frutas y verduras antes de comerlas, son aspectos que no deben descuidarse ante el conocimiento de una especie que llega a caminar unos mil 500 centímetros en una sola noche y  puede trasladarse hasta 125 metros en sólo un mes.

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