Foto: Jit. |
Por: Miliurki Ortiz Rojas
En abril del pasado año el profesor de judo Eleudys González Fernández abrió un nuevo capítulo dentro de su historia laboral. La decisión de trasladarse al Centro Deportivo Comunitario 26 de Julio, conocido como el Campo de Tiro, trajo prematuramente sus sinsabores.
En la instalación, según cuenta, carecía de un área de entrenamiento. Poco a poco fueron apareciendo y descartándose las opciones de un local, hasta que en un rinconcito de la escuela Amigos Cuba-México logró consolidar la preparación de los niños en la categoría 11-12 años.
En septiembre de 2024 el inicio de un nuevo período escolar vino con condiciones similares para la instalación ubicada en Vedado habanero, municipio Plaza de la Revolución. Sin embargo, Eleudys no se amilanó y como en toda historia de amor entre un “profe” y su disciplina mantuvo las esperanzas. Finalmente montaron el colchón dentro del propio campo del centro, y allí pudo continuar las clases.
Aunque Cuba tiene una rica historia en el judo femenino, aún hay prejuicios que frenan la inclusión de más niñas en este deporte. Foto: Miliurki Ortiz Rojas. |
Con una matrícula inicial de 20 niños, el guantanamero residente en el municipio Arroyo Naranjo enrumbó otra vez la preparación. Aunque para su sorpresa, al poco tiempo la cifra en el caso de las niñas disminuyó. Y aquí encontró el mayor de los escollos, los prejuicios de los padres de la zona respecto con el judo femenino.
Sabe el “profe” que de todas las batallas en su andar por este centro, esta pudiera ser la más difícil de todas. Con orgullo habla de su pupila Paola Viera Valdés y esa medalla que esperan conquistar en la competencia provincial de la disciplina.
“La familia tiene que sensibilizarse, tanto el hombre cómo la mujer tienen igualdad plena en cuanto a la práctica del deporte “, enfatiza mientras enumera a grandes judocas cubanas como Estela Rodríguez, Driulis González, Legna Verdecia, Dayma Beltrán e Idalis Ortiz.
Desde sus inicios y durante mucho tiempo el judo fue considerado como un deporte de hombres. Pero poco a poco se lograron abrir las puertas cerradas por la discriminación. En 1959 Rena Kanokogi se disfrazó de hombre para participar en un torneo de judo, entrenó en el Kodokan con chicos y creó posteriormente el primer Campeonato Mundial de Judo Femenino. Los prejuicios de antaño fueron cediendo.
En la nación caribeña contar la historia del judo femenino es rememorar momentos trascendentales en los que la familia cubana gritó desde el tatami junto al estratega Ronaldo Veitía y vivió con orgullo los ippones en cada evento mundial. Por eso al escuchar “profe” Eleudys sólo pienso: ¿cerraremos nuevamente las puertas? Allí dónde el judo tiene su base, en el principio de ayuda mutua, el sexismo no puede tener espacio.