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Imagen: Clip de presentación del programa Glorias Deportivas. |
Por: Víctor Joaquín Ortega
Mucha falta nos hace que alguien nos sacuda con un decir sabroso como lo consiguió recién Aida Lominchar, integrante del aquel primer equipo de las fabulosas Morenas del Caribe, en el magnífico programa del periodista Carlos Alberto Hernández Luján sobre las Glorias Deportivas, acogido por el canal Tele Rebelde.Valioso no solo por lo que dijo, sino por la manera en que lo dijo: sin teque, la emoción sobre la grupa del análisis, creíble ese testimonio vivido por quien lo expresa y profundiza.
Muy bien llevado por el entrevistador dicho canto sin desafino, que nos hace recordar lo planteado por la poeta y ensayista Nancy Morejón: “Pienso que nadie puede expresarse ni ser honesto consigo mismo si no mira hacia atrás, si no sabe quién es, de donde viene”.
Aida es honesta, conoce de donde surge, el por qué de su desarrollo y de sus compañeras del equipo nacional de voleibol, donde llegaron muchachas que antes tenían vedada su entrada al deporte de la malla alta, a la inmensa mayoría de las disciplinas en el alto rendimiento y a las instalaciones de los clubes exclusivistas, discriminadas por la debilidad del bolsillo de su hogar, el color de su piel y la lejanía de la capital cubana, estas dos razones sin humana razón.
Ah, luego llegó el Comandante y mandó a parar. la Cultura Física no resultó excepción de los cambios radicales. Aida no olvida y sabe amar: el nombre de Fidel Castro aparece en varias ocasiones en sus planteamientos: habla por la mayoría.
La Lominchar no era la mejor, pero estaba entre quienes más se esforzaban, entre quienes más se daban en el entrenamiento y los combates. Aquel combinado conquistó el título en los Centrocaribes de San Juan 1966, heroica al formar parte de la Delegación de la Dignidad, triunfadora sobre la maldad gringa que intentó no dejarnos participar por miedo al ejemplo portado.
Doble brillo de la medalla de oro a la que Fidel calificó de olímpica. Aquellas primeras jóvenes voleibolistas negras, blancas y a la mitad despejaron y sembraron el terreno. Sin ellas no hubiéramos llegado a poseer el mejor seleccionado de la especialidad de todos los tiempos y de todos los deportes colectivos en Cuba.
Sus herederas son también los mejores del siglo XX en el mundo, sin embargo. un colectivo internacional de prestigio le otorgó injustamente dicha distinción a las “Niñas Magas” de Japón cuando la magia estremecedora pertenecía a las nuestras, más que selección una escuela del voleibol para mujeres.
Vencieron y crearon, debido al gran mago: Eugenio George, con virtudes humanas a altura de su calidad de escultor de sus pupilas, no siempre tratado por algunos al nivel merecido, y escogido como el más destacado entrenador del mundo en el sector femenino durante el pasado siglo, quien forjó una generación estelar encabezada por Regla Torres y Mireya Luis, la primera reconocida como la mejor voleibolista del planeta en aquellos 100 años.
Regreso a la citada entrevista. Propongo exhibirla en todas las escuelas deportivas del país, la universidad no puede faltar, y a partir del video ahondar sobre lo que en él se expresa y el tiempo del que se habla.
Voy más allá: no debemos excluir a los otros centros estudiantiles. La conversación sostenida por Aida Lominchar y Carlos Alberto Hernández Luján y lo derivado de ella es un excelente canto.
Muy bien llevado por el entrevistador dicho canto sin desafino, que nos hace recordar lo planteado por la poeta y ensayista Nancy Morejón: “Pienso que nadie puede expresarse ni ser honesto consigo mismo si no mira hacia atrás, si no sabe quién es, de donde viene”.
Aida es honesta, conoce de donde surge, el por qué de su desarrollo y de sus compañeras del equipo nacional de voleibol, donde llegaron muchachas que antes tenían vedada su entrada al deporte de la malla alta, a la inmensa mayoría de las disciplinas en el alto rendimiento y a las instalaciones de los clubes exclusivistas, discriminadas por la debilidad del bolsillo de su hogar, el color de su piel y la lejanía de la capital cubana, estas dos razones sin humana razón.
Ah, luego llegó el Comandante y mandó a parar. la Cultura Física no resultó excepción de los cambios radicales. Aida no olvida y sabe amar: el nombre de Fidel Castro aparece en varias ocasiones en sus planteamientos: habla por la mayoría.
La Lominchar no era la mejor, pero estaba entre quienes más se esforzaban, entre quienes más se daban en el entrenamiento y los combates. Aquel combinado conquistó el título en los Centrocaribes de San Juan 1966, heroica al formar parte de la Delegación de la Dignidad, triunfadora sobre la maldad gringa que intentó no dejarnos participar por miedo al ejemplo portado.
Doble brillo de la medalla de oro a la que Fidel calificó de olímpica. Aquellas primeras jóvenes voleibolistas negras, blancas y a la mitad despejaron y sembraron el terreno. Sin ellas no hubiéramos llegado a poseer el mejor seleccionado de la especialidad de todos los tiempos y de todos los deportes colectivos en Cuba.
Sus herederas son también los mejores del siglo XX en el mundo, sin embargo. un colectivo internacional de prestigio le otorgó injustamente dicha distinción a las “Niñas Magas” de Japón cuando la magia estremecedora pertenecía a las nuestras, más que selección una escuela del voleibol para mujeres.
Vencieron y crearon, debido al gran mago: Eugenio George, con virtudes humanas a altura de su calidad de escultor de sus pupilas, no siempre tratado por algunos al nivel merecido, y escogido como el más destacado entrenador del mundo en el sector femenino durante el pasado siglo, quien forjó una generación estelar encabezada por Regla Torres y Mireya Luis, la primera reconocida como la mejor voleibolista del planeta en aquellos 100 años.
Regreso a la citada entrevista. Propongo exhibirla en todas las escuelas deportivas del país, la universidad no puede faltar, y a partir del video ahondar sobre lo que en él se expresa y el tiempo del que se habla.
Voy más allá: no debemos excluir a los otros centros estudiantiles. La conversación sostenida por Aida Lominchar y Carlos Alberto Hernández Luján y lo derivado de ella es un excelente canto.
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