Sin atarse a la magia de los 100 lisos

Martin Lauer, destacado velocista alemán. Foto: Archivo.

Por: Víctor Joaquín Ortega

Martin Lauer, campeón olímpico de Roma 1960 al integrar el conjunto de relevo corto de la República Federal de Alemania, señaló que la mayoría de los aficionados valoraba más a los velocistas que a los ases de las pruebas múltiples o las de fondo.

El recordista mundial del 4x100 en la pista italiana con 39.5:36 segundos, cuarto puesto de los 110 con vallas allí y en Melbourne 1956, añadía que esta subvaloración era muy motivada por la labor de la prensa. En cuanto leí las opiniones de Lauer me dije: voy a profundizarlas.

Veo en los ases de la prueba reina a los grandes poetas de las citas múltiples. Sigo reflexionando. No siempre son los más destacados del certamen. Hacia la piscina. ¿Qué hacemos con la campeona y el campeón de los cien libres? Descarto los 50 sin restar mérito a la especialidad. En la otra distancia se agrega resistencia mayor a la rapidez. Debemos tenerlos muy en cuenta.

¿Qué decir de los fondistas de la piscina? Pueden venir protestas de los practicantes y admiradores de las disciplinas restantes… Me remito entonces a quienes han sido escogidos por los especialistas, la prensa, los historiadores y la afición, como reyes o reinas de las magnas citas, sin olvidar que la selección está demasiado “trabajada” por los comunicadores.

No pocas selecciones permiten dudas: Thorpe, Nurmi, Weissmuller, Owens, Didrikson, Latinina, Blankers-Koen, Lewis, Spits, Bolt, Phelps… Algunas sí: el maratonista griego Spiridon Louis no la merece a pesar de su triunfo en Atenas 1896. Lo supera el alemán Carl Schumann, titular de la lucha, tres doradas en gimnasia, tercero en las pesas y sexto en salto largo.

Hacen falta para complementar las batallas de los poetas del atletismo, los novelistas o ensayistas del fondo y de la multiplicidad. Mucho menos podemos encadenarnos a la magia de los cien lisos, ni a la emoción causada por el lirismo de la velocidad, si deseamos ser justos en la proclamación del más refulgente en cada clásico. Y es indispensable considerar la técnica y el coraje demostrados, el nivel de los rivales, la continuidad de sus éxitos y la trascendencia universal de su logro fundamentalmente.

Probemos con los Juegos Olímpicos de París 2024. Sin despreciar a los velocistas triunfadores, ninguno como Usain Bolt. Justipreciando de verdad, coloco cuatro nombres con andar parejo hacia el trono del certamen: Simone Bailes, Mijaín López, Armand Duplantis y la heptatlonista Nafi Thiam, la menos conocida, aunque está entre los más brillantes deportistas de todos los tiempos. Mucha razón tiene Lauer. En próxima edición le dedicaré un texto a Nafi.

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