Martin Lauer, destacado velocista alemán. Foto: Archivo.
Por: Víctor Joaquín Ortega
El recordista mundial del 4x100 en la pista italiana con 39.5:36 segundos, cuarto puesto de los 110 con vallas allí y en Melbourne 1956, añadía que esta subvaloración era muy motivada por la labor de la prensa. En cuanto leí las opiniones de Lauer me dije: voy a profundizarlas.
Veo en los ases de la prueba reina a los grandes poetas de las citas múltiples. Sigo reflexionando. No siempre son los más destacados del certamen. Hacia la piscina. ¿Qué hacemos con la campeona y el campeón de los cien libres? Descarto los 50 sin restar mérito a la especialidad. En la otra distancia se agrega resistencia mayor a la rapidez. Debemos tenerlos muy en cuenta.
¿Qué decir de los fondistas de la piscina? Pueden venir protestas de los practicantes y admiradores de las disciplinas restantes… Me remito entonces a quienes han sido escogidos por los especialistas, la prensa, los historiadores y la afición, como reyes o reinas de las magnas citas, sin olvidar que la selección está demasiado “trabajada” por los comunicadores.
No pocas selecciones permiten dudas: Thorpe, Nurmi, Weissmuller, Owens, Didrikson, Latinina, Blankers-Koen, Lewis, Spits, Bolt, Phelps… Algunas sí: el maratonista griego Spiridon Louis no la merece a pesar de su triunfo en Atenas 1896. Lo supera el alemán Carl Schumann, titular de la lucha, tres doradas en gimnasia, tercero en las pesas y sexto en salto largo.
Hacen falta para complementar las batallas de los poetas del atletismo, los novelistas o ensayistas del fondo y de la multiplicidad. Mucho menos podemos encadenarnos a la magia de los cien lisos, ni a la emoción causada por el lirismo de la velocidad, si deseamos ser justos en la proclamación del más refulgente en cada clásico. Y es indispensable considerar la técnica y el coraje demostrados, el nivel de los rivales, la continuidad de sus éxitos y la trascendencia universal de su logro fundamentalmente.
Probemos con los Juegos Olímpicos de París 2024. Sin despreciar a los velocistas triunfadores, ninguno como Usain Bolt. Justipreciando de verdad, coloco cuatro nombres con andar parejo hacia el trono del certamen: Simone Bailes, Mijaín López, Armand Duplantis y la heptatlonista Nafi Thiam, la menos conocida, aunque está entre los más brillantes deportistas de todos los tiempos. Mucha razón tiene Lauer. En próxima edición le dedicaré un texto a Nafi.
Veo en los ases de la prueba reina a los grandes poetas de las citas múltiples. Sigo reflexionando. No siempre son los más destacados del certamen. Hacia la piscina. ¿Qué hacemos con la campeona y el campeón de los cien libres? Descarto los 50 sin restar mérito a la especialidad. En la otra distancia se agrega resistencia mayor a la rapidez. Debemos tenerlos muy en cuenta.
¿Qué decir de los fondistas de la piscina? Pueden venir protestas de los practicantes y admiradores de las disciplinas restantes… Me remito entonces a quienes han sido escogidos por los especialistas, la prensa, los historiadores y la afición, como reyes o reinas de las magnas citas, sin olvidar que la selección está demasiado “trabajada” por los comunicadores.
No pocas selecciones permiten dudas: Thorpe, Nurmi, Weissmuller, Owens, Didrikson, Latinina, Blankers-Koen, Lewis, Spits, Bolt, Phelps… Algunas sí: el maratonista griego Spiridon Louis no la merece a pesar de su triunfo en Atenas 1896. Lo supera el alemán Carl Schumann, titular de la lucha, tres doradas en gimnasia, tercero en las pesas y sexto en salto largo.
Hacen falta para complementar las batallas de los poetas del atletismo, los novelistas o ensayistas del fondo y de la multiplicidad. Mucho menos podemos encadenarnos a la magia de los cien lisos, ni a la emoción causada por el lirismo de la velocidad, si deseamos ser justos en la proclamación del más refulgente en cada clásico. Y es indispensable considerar la técnica y el coraje demostrados, el nivel de los rivales, la continuidad de sus éxitos y la trascendencia universal de su logro fundamentalmente.
Probemos con los Juegos Olímpicos de París 2024. Sin despreciar a los velocistas triunfadores, ninguno como Usain Bolt. Justipreciando de verdad, coloco cuatro nombres con andar parejo hacia el trono del certamen: Simone Bailes, Mijaín López, Armand Duplantis y la heptatlonista Nafi Thiam, la menos conocida, aunque está entre los más brillantes deportistas de todos los tiempos. Mucha razón tiene Lauer. En próxima edición le dedicaré un texto a Nafi.
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