Ramón Fonst: el legado del primer campeón olímpico de Cuba

 

Se cumple el aniversario 65 del fallecimiento de Ramón Fonst. Foto: ACN/Archivo

Por: Aylet Morales Carmona 

Cada 10 de septiembre, el deporte cubano recuerda al esgrimista Ramón Fonst, el primer atleta cubano en ganar una medalla olímpica. Su muerte en 1959 dejó un vacío en la historia del deporte cubano, pero su legado sigue vivo gracias a sus éxitos.

Fonst nació en La Habana, el 31 de agosto de 1883, y desde temprana edad mostró habilidades excepcionales en la esgrima, un deporte que practicaba con pasión y disciplina. A los 17 años, participó en los Juegos Olímpicos de París, 1900 y consiguió la primera medalla de oro para Cuba en la historia de este importante evento deportivo.

Cuatro años más tarde en la ciudad estadounidense de San Luis, repitió la hazaña. Se destacó por la agilidad y precisión, convirtiéndose en una figura prominente en el deporte a nivel internacional.

El éxito de Fonst no se limitó a San Luis. En los Juegos Olímpicos de Londres 1908, volvió a brillar con dos medallas de oro en las categorías de espada individual y espada por equipos, consolidándose como uno de los mejores esgrimistas de su época. 

De acuerdo con el sitio oficial de la cita bajo los cinco aros, el esgrimista antillano luego de ese mencionado triunfo estuvo ausente por 20 años de los escenarios olímpicos. Sin embargo, en 1924 regresó, cuando Cuba tuvo su primera participación formal en el evento multideportivo; solo que esa vez no logró alcanzar el podio de premiaciones.

El deporte cautivó a Fonst desde temprano, aunque a pesar de su impecable trayectoria siempre se consideró un aficionado. Foto: Jit/Archivo

Entre 1926 y 1938 fue el rey de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en ese periodo fue ganador de otras cinco preseas doradas. Fue por ello que fue bautizado entre los expertos y aficionados de la esgrima como "El nunca Segundo", pues acostumbró a todos a posicionarse siempre en el primer puesto de las competencias.

A lo largo de su carrera, se ganó el respeto de los rivales por su habilidad técnica y su espíritu competitivo. Más allá de sus logros en la pista, su dedicación al deporte ayudó a sentar las bases para futuras generaciones de esgrimistas cubanos.

Hoy, a 65 años de su desaparición física su trayectoria deportiva sirve como fuente de inspiración para los atletas cubanos. Su legado permanece intacto, y su nombre siempre ocupará un lugar destacado en la historia del deporte olímpico de Cuba y Latinoamérica 

AMC 

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