Heike Drechsler. Foto: DW.
Por: Víctor Joaquín Ortega
“No es la misma que ganó en Barcelona 1992 el salto largo. Mucha experiencia, sí, pero también muchos años. Enfrentará a varias que pueden ser sus hijas”. Pues ganó un pesto en la delegación de su país.
Ahora miren que ya se dispone a saltar en busca de la presea dorada, a pesar de la calidad rival, encabezada por la italiana Fiona May y la estadounidense Marion Jones. Vuela. Cae. A medir. Ha logrado 6.99 metros por los 6.92 de las mencionadas. Marion, descalificada por dopaje posteriormente.
El cetro de la teutona, su segundo, se agrega a sus logros en la magna competencia: en Seúl 1988, donde resultó segunda en dicha especialidad y alcanzó bronce en 100 y 200 metros planos.
Tampoco era del agrado de algunas personas la inclusión de Orlando Martínez en la representación cubana a Múnich 1972. Su inteligente estilo de muerde y huye no convencía, y al sufrir varios fracasos en importantes lides. El mayor desliz cuando lo eliminó en la primera pelea el húngaro Tibor Badari en México 1968. Entonces era de los 51 kilos.
Al final acudió a la gran fiesta de la ciudad germana en la división de los 54. Allí venció en el combate decisivo al mexicano Alfonso Zamora, quien después tuvo un brillante desempeño profesional.
Orlando Martínez, el muchacho surgido en el rústico ring del Paco Paco, en el municipio habanero San Miguel del Padrón, devino así el primer as olímpico de su patria después de la victoria de la Revolución.
En ese mismo certamen Ulrike Meyfarth, de la República Federal de Alemania, de solo 16 años, se impuso con el método Fosbury en salto alto con 1.92 metros y, además, burló la plusmarca del clásico.
Ahora miren que ya se dispone a saltar en busca de la presea dorada, a pesar de la calidad rival, encabezada por la italiana Fiona May y la estadounidense Marion Jones. Vuela. Cae. A medir. Ha logrado 6.99 metros por los 6.92 de las mencionadas. Marion, descalificada por dopaje posteriormente.
El cetro de la teutona, su segundo, se agrega a sus logros en la magna competencia: en Seúl 1988, donde resultó segunda en dicha especialidad y alcanzó bronce en 100 y 200 metros planos.
Tampoco era del agrado de algunas personas la inclusión de Orlando Martínez en la representación cubana a Múnich 1972. Su inteligente estilo de muerde y huye no convencía, y al sufrir varios fracasos en importantes lides. El mayor desliz cuando lo eliminó en la primera pelea el húngaro Tibor Badari en México 1968. Entonces era de los 51 kilos.
Al final acudió a la gran fiesta de la ciudad germana en la división de los 54. Allí venció en el combate decisivo al mexicano Alfonso Zamora, quien después tuvo un brillante desempeño profesional.
Orlando Martínez, el muchacho surgido en el rústico ring del Paco Paco, en el municipio habanero San Miguel del Padrón, devino así el primer as olímpico de su patria después de la victoria de la Revolución.
En ese mismo certamen Ulrike Meyfarth, de la República Federal de Alemania, de solo 16 años, se impuso con el método Fosbury en salto alto con 1.92 metros y, además, burló la plusmarca del clásico.
Quería repetir la alegría en Los Ángeles 1984. Entrenó muy bien, se sentía segura. Gente en contra hubo. Obtuvo sitio en el colectivo de atletismo de su patria. En la justa reeditó la historia: máximo galardón y nueva marca olímpica con 2.02. Otro nocaut propinado a los escépticos. ¿Cuándo aprenderán?
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