El verdadero comerciante forma su capital por
la cantidad que vende diariamente. Foto: Late
Por: Leonel José Pérez Peña.
Andar La Habana y sus barrios es acudir al encuentro de una jungla donde confluyen vendedores de todo tipo de artÃculos, o prestadores de diversos servicios. Sin embargo, en casi ninguno de ellos se percibe el resurgimiento del comerciante; esa figura con aptitudes para el oficio que junto a sus utilidades económicas, también se regocija por servir a sus vecinos.
Los que peinan canas conocieron o escucharon hablar del bodeguero de la esquina, que podÃa ser un connacional, un chino o un gallego. En cada uno de ellos habÃa un precepto inviolable: lo más importante es el cliente. Porque el dinero va y viene, pero si un cliente se pierde, no regresa.
Con la vuelta de los años y el resurgimiento de diversos establecimientos no estatales será imprescindible el cambio de mentalidad de muchos de los emprendedores de estos pequeños y medianos negocios de barrios, si realmente desean perdurar en el tiempo.
El verdadero comerciante forma su capital, no por los precios especulativos, sino por la cantidad que vende diariamente. En estos momentos, no todos pueden comprar, digamos, el paquete de pollo. Quien tenga vocación de comerciante y de servidor público, sin perder un centavo de su inversión, cambiará la mentalidad y se buscará una buena Balanza, de las digitales, muy precisas; y pieza a pieza detallará la caja de pollo.
De lo contrario, con personas necesitadas en su barrio, se le estanca producto, porque no todos tienen la suma para comprarlo por el precio y la cantidad que él exige, desde su comodidad de dueño.
El buen comerciante, el que necesitamos en nuestros barrios, buscará formas y métodos que le permitan subsistir en estos tiempos tan complejos; formarse un capital, diversificar el negocio, y en vez de estafar a su cliente en el pasaje, hacerle un pequeño regalo, como antes, y despedirlo con una sonrisa, esperando porque vuelve pronto a su establecimiento.
LLHM