Hombre de goma: de inválido a campeón olímpico en ocho ocasiones

Ray Ewry, multicampeón olímpico. Foto: La Región.

Por: Víctor Joaquín Ortega


El médico mueve la cabeza y acaricia la cabeza del adolescente Un sillón de ruedas espera al pequeño Ray. “¿Por qué no probamos con el deporte?”, aventura el galeno a los progenitores.

Desde entonces, día tras día, un adiestramiento especial aviva las esperanzas. El médico y los entrenadores encabezan esa batalla donde abundan los saltos, las carreras, los lanzamientos.

Con el paso del tiempo, Ray Ewry destaca en atletismo. Es un joven alto, delgado, de músculos largos y piernas potentes, En 1908 ganó un puesto en la delegación estadounidense que actuó en París durante los II Juegos Olímpicos.

Y aquel muchacho que estuvo tan cerca de la invalidez se convirtió en el campeón de los saltos sin impulso con 1.65 metros en altura, 3.21 en largo y 10.58 en el triple. Desde entonces obtuvo un nombre nuevo: el “Hombre de Goma”.

En San Luis 1904 conquistó otros tres premios máximos: en alto con 1.49; en largo llegó hasta 3.47 y en triple logró 10.54. Los periodistas lo entrevistaron. El respondió algo molesto ante la insistencia de los reporteros en cuanto a la edad que tendría dentro de cuatro años: “¡Viejo para la cita de Londres…! Tendré entonces 35 años, pero voy a seguir entrenando duro y estoy seguro de mis condiciones. Ustedes me volverán a entrevistar como campeón”.

No se limitó a las palabras. Se entregó aún más en las prácticas y en las contiendas previas No falló en la capital inglesa. En la justa de 1908 se impuso en el salto largo y el alto con 3.33 y 1.57. Prefirió no batirse en el triple para asegurar en las otras dos pruebas.

El candidato a inválido más allá de curarse debido al deporte, resultó 8 veces campeón olímpico. Además, se mantiene como recordista de los Juegos en esas modalidades, suprimidas del programa en Estocolmo 1912.Sin embargo, la ingratitud se hizo presente: no se recuerda el nombre del doctor que, con su consejo y dedicación, edificó al Hombre de Goma. También el olvido enlazó a los entrenadores.

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