La educación vial, como todo sistema de instrucción, tiene su importancia y si le añadimos la existencia de una escuela dedicada a ella y a la conducción de vehículos, entonces estamos cerrando la idea de que también es forjadora de valores, que nos permiten salvar vidas y a conducirnos con disciplina y respeto al derecho ajeno.
En La Habana, mucho se está haciendo en los últimos tiempos, en pos de elevar la educación vial, a tal punto que aprecio una intención de formar una cultura en la ciudadanía para fomentar actitudes favorables a la reducción de la accidentalidad del tránsito, si tenemos en cuenta las acciones que se realizan a nivel comunitario y la participación de todos los miembros de la familia.
Y ahí radica el mérito principal de las ferias organizadas por la Escuela de Educación Vial y Conducción en los barrios capitalinos, durante el mes de abril.
Cada una de ellas, con diferentes didácticas, propició el aprendizaje de la Ley 109 o Código del Tránsito, con el fin de elevar en la ciudadanía las conductas que favorezcan la reducción de estos incidentes.
La accidentalidad de tránsito es un verdadero flagelo humano. En Cuba mueren más personas al año por estos hechos, que por los desenlaces de las enfermedades crónicas.
Por eso, cuando la familia tome la educación vial como una necesidad para evitarse el sufrimiento y el luto en sus hogares, entonces se respetará más el derecho en la vía, seremos más cautelosos al conducir y el Código del Tránsito será una ley inviolable.
Todos queremos llegar sanos y salvos a la casa… hagámonos esa cultura al respeto y al derecho en la vía, elevemos la percepción del peligro; reduzcamos los accidentes de tránsito. La educación vial tiene el potencial para coronarnos con ese indispensable éxito común.
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