Del maratón al dramatón (Parte II y Final)

Vanderlei de Lima, privado del oro olímpico por un aficionado. Foto: La Vanguardia.

Por Víctor Joaquín Ortega

El campeón olímpico en el relevo corto de Roma 1960 y dos veces cuarto puesto en los 110 con vallas, el alemán Martin Lauer, fiel a su personalidad reflexiva y batalladora, en una entrevista criticó la atención superior que la prensa y hasta los expertos prestan a la velocidad en detrimento de las heroicidades de los maratonistas.

Y el drama ha estado presente en la citada prueba desde Atenas 1896, donde, junto al triunfo de Spiridon Louis, ocurre la descalificación de su coterráneo Belokas o Velokas. El infractor llegó tercero, pero el húngaro Kellner ocupó el sitio. Para evitar un disgusto a la sede, tierra y pisón: había trampa encerrada.

París 1900: en muchísimos textos la victoria se le adjudica a un francés, Michel Theato, jardinero del Club de France de donde era socio el caballero lanzado al segundo sitio: Emile Champion. No pocos investigadores aseguran que el emigrante Theato representaba a su tierra natal: Luxemburgo. San Luis 1904.

De los tentáculos de esta juerga no podía desembarazarse la distancia suprema del atletismo. El primero en arribar, el estadounidense Fred Lordz, bienvenido por todo lo alto, había montado varias veces en un auto en el trayecto. Al saberse, los más exaltados lo hicieron huir a pedradas, sin la presea, expulsado del olimpismo, aunque en su país, años después, lo perdonaron. Siguió la suciedad en aquella justa.

El proclamado titular Tom Hicks era tan tramposo como su atrapado coterráneo. Recibió ayuda y aun le inyectaron sulfato de estricnina durante el recorrido en dos ocasiones, como esclarece el historiador cubano José Elías Bermúdez Brito.

La ocultación perjudicó al habanero Félix, el Andarín, Carvajal. Entró cuarto siendo el mejor porque comió frutas verdes en el recorrido: llevaba más de un día sin alimentarse porque no tenía dinero, y la colitis lo atrapó. Debió dársele el bronce. Londres 1908. Kilómetro 40. En la vanguardia, el italiano Dorando Petri. Acelera. Empieza a correr seminconsciente. Intenta. No puede, ¡no…! Desplomado.

Varios hombres lo alzan. Corre. Cae dos, tres, cuatro veces más. En la última ocasión lo sitúan en la meta; entre los alzadores está Arthur Conan Doyle quien cubre periodísticamente los Juegos. Elemental: Dorando es descalificado y el as es Johnny Hayes. La reina Alejandra en un acto dedicado a Petri: “No tengo diploma, ni medalla, ni laurel que entregar, señor Dorando, pero he aquí una copa de oro para premiar vuestro esfuerzo y espero que no os llevaréis solamente malos recuerdos de nuestro país”.

Estocolmo 1912. La insolación le arranca la vida al maratonista portugués Francisco Lázaro Parala familia de la víctima se hizo una colecta: tres mil 850 dólares.

¡Dios mío, qué poco valor le dan al ser humano! ¿Creen que el dinero le quitaría el sufrir a los padres? El austriaco Slavik, por el solazo sufrido casi fallece. Del hospital escapó y muy enajenado intento volver a entrenar con vista a la lid. Rompo la barrera cronológica, con la promesa de retornar al maratón-dramatón de esa manera libre con igual profundidad. Por lo pronto, un suceso no deja de fustigarme y me obliga a despedir este escrito con él.

El brasileño Vanderlei de Lima lidera el maratón de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 con más de un minuto de ventaja. El doble titular panamericano Winnipeg de 1999 y Río de Janeiro 2003, con tiempos de 2:17.20 y 2:19.08, está consolidando su condición de favorito.

La meta, cerca. ¡Un individuo lo ataca! Rápido actúan las autoridades. ¡Mi madre, está hecho el mal! Cortado el ritmo. Reclusión perpetua merece el loco Cornelius Horan por su barbaridad. No es la primera oportunidad en que es el autor de algo así. Los más duros rivales se aprovechan. El italiano Stefano Baldini y el estadounidense Mebrahtom Keflezight sobrepasan al latinoamericano.

El golpeado se reincorpora. Solo puede obtener el bronce. Cetro y plata para el europeo, y el de Estados Unidos. De tener deportividad, cederían la ubicación principal a Vanderlei. El Comité Olímpico Internacional le entrega al infortunado atleta el galardón Pierre de Coubertin por el juego limpio y los valores olímpicos.

En Brasil recibe grandes honores, lo consideran un símbolo deportivo. Son paliativos: la herida nunca cicatrizará. Al mejor maratonista de los Juegos de 2044 le robaron la medalla de oro.

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